No me sentía segura, incluso en mi propio hogar. No tenía garantías de sí él ha enviado a alguien para vigilarme en todo momento. Eso me molesta y me asusta.
Cuando entré en la casa, no había nadie por ahí. Aprovecho la oportunidad para entrar en mi habitación e ir directamente al baño para ducharme de nuevo. Era como si tuviera la necesidad de eliminar cualquier rastro de él.
¿Por qué tiene que pasarme esto? ¿Por qué?
No sé cuántas veces he lavado mi cuerpo, pero cuando he reaccionado noto que todo mi cuerpo está rojo, de tanto tallarlo con la esponja de baño. Dejo que el agua elimine el jabón de mi cuerpo y al salir del baño evito cualquier cosa que refleje mi figura.
El sonido del vestido siendo rasgado aún suenan en mis oídos. Tuve tanto miedo y aún no sé qué hice con exactitud para que hiciera eso. Pero de algo si estoy segura y es que debo ser cuidadosa con él. Si debo ser obediente como él lo desea para asegurar a mi familia y a mí, entonces que así sea.
—Debes ser obediente y no hacerlo enojar, Zoe. Hazlo por tu familia. ¡Puedes hacerlo!
Una vez que termino de darme ánimos, finjo una sonrisa y salgo de mi habitación. Me acerco a la habitación de la señora Clarisa, pero no estaba. Su cama estaba ordenada, lo que indicaba que ella ya estaba en su trabajo. Pasé por la habitación de mi abuela y ella dormía muy tranquila, junto a Mia. Ambas se veían en paz y decidí dejarlas dormir más tiempo. Fui hasta la cocina y comencé a preparar el desayuno para ellas. El estar en casa ha hecho que desee compartir un poco el desayuno con ellas y así fue.
Mi abuela se sorprendió al verme servir el desayuno en la mesa. Hoy tenía solo una clase en horas de la tarde, así que tenía la mañana para estar con ellas antes de irme.
La manera en que mi abuela me observaba hacía que me sonrojara. No era necesario que ella hablará, pues esa mirada me daba a entender que la divertía la situación. Después de todo, no volví durante la noche.
—Hoy tengo solamente una clase, tardará dos horas y volveré a casa.
—Está bien.
—Mia, ven a jugar con mami.
—Zoe...
—¿Sí?
—¿Es bueno?
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes.
—No, no sé a qué te refieres.
—Estoy preguntando que si es bueno en la cama.
—¡Abuela!
—¿Qué? Estoy vieja y no he tenido acción desde hace mucho. No tiene nada de malo que te pregunté si estuvo bien. No quiero detalles de la que pasó, nada más quiero un sí o un no. Eso es todo.
No podía creer que ella me estuviera haciendo esa pregunta tan íntima como eso. ¿Cómo voy a saber si es bueno o no? ¡No pasó nada de lo que ella piensa! ¿Ahora qué le digo?
—Abuela, eso no te incumbe. Así que deja de preguntar esas cosas.
—Aguafiestas.
—¡Abuela!
—Está bien, no haré más preguntas. Ve a jugar con Mia. Iré al mercado por algunas cosas para hacer el almuerzo y después podrás irte a tus clases. No tardo.
Al momento en que llegamos, cancelo la tarifa del recorrido y salgo corriendo a clases. Tenía menos de dos minutos para llegar al salón de clases o me cerrarán la puerta en la cara y no es lo que quería.
Justo en el momento en que he cruzado la puerta, esta se cierra. Me apoyo sobre mis rodillas para tomar aire y en ese momento el profesor habla.
—Toma asiento.
Hago lo que dice el profesor para que pueda iniciar las clases y me quedo en silencio. Apunto todos los datos importantes y en abrir y cerrar de ojos, la clase ha terminado.
Caminaba por el campo de la universidad cuando se aparece de repente un chico frente a mí, lo cual me obliga a frenar antes de chocar con él.
—Hola.
—Ammm... Hola.
—Soy Emmanuel Pérez.
—Hola, Emmanuel.
—¿Cómo te llamas?
—Zoe.
—¿Nada más Zoe?
—Sí, nada más Zoe.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adoptando a la hija del CEO