El sudor de mi frente hace presencia rápidamente y el temblor de mi cuerpo era cada vez más evidente. ¿Qué iba a pasarme ahora? Esa era la pregunta que más me estaba haciendo.
Quiero hablar y preguntarle por su comportamiento, pero el verlo frente a mí era imposible decir una sola palabra. En el momento en que comienza a hablar, mi cuerpo se sobresalta.
—Tú...
No me atrevo a alzar la mirada, me fijo en nada más que sus zapatos. Era difícil respirar, demasiado difícil.
—De ahora en adelante serás obediente, si tienes que fingir, amarme y ser la esposa más feliz, entonces debes hacerlo y no volver a hacer lo de esta noche. Tu credibilidad sobre estar enamorada estuvo a punto de caer por la borda. Te lo advierto, no soy un ser amable como mi abuelo, yo soy despiadado. Harás todo lo que yo te diga sin oponerte a mí. Me perteneces ahora, no te acercarás a ningún hombre en mi ausencia, te convertirás en la esposa que cualquier hombre desea. ¿Fui claro?
—S... Sí.
—Bien.
Por un momento creí que se iría, apenas le diera mi respuesta, pero... ¿Por qué no se va? ¿Por qué? Me cuestionaba sobre su presencia en este momento y cuando quise levantar la vista, lo hago muy asustada, pues no me fijé sobre en qué momento se había acercado para estar a solo unos centímetros de distancia. El pánico estaba por apoderarse de mí, levanto mi mirada y me quedo viendo sus ojos entrecerrados. El frío cala en todos los huesos que conforman mi cuerpo, perdí la voz y la fuerza que me caracteriza.
Intento decir algo, pero no puedo. Sin embargo, me sorprendo al ver que me estaba besando. Me sujetaba con mucha fuerza por la nuca y eso impedía que me alejará de él. Intento alejarlo, pero lo único que consigo es que él me tire a la cama quedando encima de mí. La fuerza del beso me lastimaba, era un beso doloroso y con sabor a vino fuerte. ¿Estará ebrio?
Lucho para que me suelte, pero lo único que consigo es que me sujete las manos por encima de la cabeza con una sola mano, era solo una y, aun así, empleaba mucha fuerza. Él no dejaba de besar y de la nada comienzo a asustarme más al sentir su mano recorrer mi cuerpo. Esto no era lo que quería, aún no había tenido este tipo de intimidad con nadie, aunque todos crean lo opuesto, debido a la existencia de Mía.
Él deja de besar mis labios para bajar hasta mi cuello y es ahí cuando aprovecho para respirar y suplicar.
—Te lo ruego... Detente... Por favor.
Él vuelve a atacar mis labios para no darme más oportunidades de hablar. Su repentina invasión era dolorosa. No sé en qué momento me ha quitado la ropa dejándome desnuda.
—Por f...
—¿No es obligación de una esposa complacer a su esposo?
Me callo de inmediato al ver su mirada. Sabía que tenía razón en eso y que debía complacerlo, pero no quería que fuera así. Me hacía sentir... Me hacía sentir sucia.
Al ver que no hay ninguna respuesta de mi parte, continúa tocando y besando mi cuerpo. Lucho para que me suelte, pero lo único que consigo es que entre en mí con tanta fuerza que ha sido muy doloroso. Las lágrimas caen por mi rostro, esta no era la manera en que deseaba entregarme a un hombre. ¡No era así como quería! Él me acaba de arruinar por completo y era tan doloroso.
—¿Qué demonios...?
Evito su mirada con lágrimas en los ojos, me avergonzaba que me viera llorar y me viera tan miserable. Él no se mueve y la presión en mis manos disminuye un poco.
—Explícate.
No quería hacerlo, ¿Cómo iba a decirle que tenía una hija y era virgen? ¿Qué espera que le diga? Se supone que este debería ser mi más grande secreto para proteger a Mía y él me ha arruinado por su alto consumo de alcohol y su estúpido comportamiento infantil.
Por poco y me quiebra el cuello cuando me ha sujetado con fuerza el rostro para qué lo mirará a los ojos.
—Dije que te expliques.
Ambos subimos al auto en silencio. El conductor se sube en el asiento del piloto y comienza a hacer su trabajo. No sabía que decir, pero luego de cinco minutos decido hablar.
—Llévame a casa, por favor.
El chófer mira a su gran jefe por el retrovisor y este asiente. Lo cual hace que el chófer cambie de dirección.
—Tu familia vivirá en la mansión con mi abuelo, tú y tu hija vivirán en mi mansión. La boda será realizada en tres días.
Lo miro sorprendida al escuchar lo que dice. Mi corazón se detiene por un momento y la indignación que sentía hace presencia.
—¿Cómo fuiste capaz?
Él me mira sin expresar ninguna emoción en su rostro perfilado.
—Ya te lo dije, una esposa debe complacer a su esposo cada que él desee.
Lo que dice hace que me estremezca al entender que está no será la primera vez y que debía obedecer.
—Señor, hemos llegado.
Apenas escucho lo que ha dicho el chófer, me quito el cinturón de seguridad y salgo tan rápido como pueda, sin esperar a que el chófer me abra la puerta. No me importaba el dolor que estaba sintiendo, caminé tan rápido como pude para entrar en mi hogar y así poder sentirme segura, aunque fuera por un tiempo.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Adoptando a la hija del CEO