Lo miro estupefacta, el muy idiota estaba cavando su propia tumba. Jason puede fingir ser alguien normal y tranquilo, pero es un demonio. El pensamiento de que él estaba buscando su propia muerte no se va de mi mente. Me sorprendo al ver que su agarre se afloja por completo, pero sigue sin dejar que me aleje de él. Lo miro y al estar tan cerca de él, hace que pueda detallar su belleza.
—Has dicho que harás que tu padre me hunda, ¿No es así?
—Así es. Lo haré si no la sueltas ahora, no creo nada de que seas su esposo. Es obvio que no lo son y menos que tengan una hija. Es absurdo, entiendo que quieras mentirme belleza, pero no necesitas hacerlo. Ahora, sé buena y suéltalo, ven conmigo. Prometo tratarte bien.
—Pero que idiota. No iré contigo a ningún lado y no soy una mentirosa. Soy madre y esposa, no hay ningún problema en serlo a mi edad. No tiene nada de malo.
—No pienso creer eso. Deja de mentir.
—Tú...
Este hombre me hace enojar demasiado. Es un atrevido y vulgar hombre. Jamás me iría con hombre como ese.
—Emmanuel Pérez, ¿Es ese tu nombre?
—Sí, ¿Por qué?
Miro a Jason quien se veía tranquilo, pero su aura sin duda era de un asesino. Él toma su teléfono con su mano derecha y hace una llamada.
—¿Cómo se llama tu padre?
—Mi padre es Javier Pérez, dueño de uno de los restaurantes más cotizados de esta ciudad. Somos de una familia rica y somos socios de la familia White, ellos nos respaldan. Tenlo en mente a partir de ahora. Ahora suéltala, ella es mía desde este instante. Jamás olvides mi nombre o el de mi padre o haré que sufras toda la vida.
—Ya veremos quién sufrirá. Averigua a Javier Pérez.
—¿A quién le dices que averigüen a mi padre?
—Encárgate de que quede en bancarrota.
Más de una de las personas que pasaban por ahí, nos miraban con asombro. Deseaban saber qué pasaba y más cuando escuchan a Jason decir que llevará a la bancarrota a los Pérez.
—¿Qué acabas de decir? No eres nadie, no puedes tocar a mi familia. Solamente los White podrían hacernos algo, tú... Tú no tienes ese poder.
Más de uno comienza a susurrar cosas desagradables. Muchas eran sobre el comportamiento soberbio de ese tal Emmanuel y de cómo quiere ejercer poder para aprovecharse de las mujeres. Otros hablaban sobre el mal humor de Jason. Parece que algunos de los que nos rodeaban conocían a Jason y no dejaban de decir que Emmanuel estaba muerto. Aquellos que no lo conocían, se preguntaban entre ellos quienes éramos y que estaba pasando.
—Jason...
Le susurró al oído. Pero este me ignora, pensaba decirle algo más y no pude, pues los teléfonos de todos comienzan a sonar. Todos toman sus teléfonos y se sorprenden. No sabía que pasaba, pero presto atención a lo que dicen.
—Lo sabía. Ese tipo es un imbécil, ¿Cómo se le curre retar al heredero de los White? Ahora su familia está en bancarrota y no podrán salir de esto.
—Debió ser inteligente y no provocarlo, pero ¿Qué hizo?
—Escuché que estaban peleando por esa mujer que está en los brazos del señor White. ¿Quién es la afortunada?
Tanto Emmanuel como yo, escuchamos lo que dicen mientras Jason está tranquilo. En ese momento, suena el teléfono de Emmanuel y este mira con asombro a Jason.
—¿Qué dijiste? Eso no es posible, papá. Yo no...
Él toma mi mano y camina rápido. Intento seguirle el paso, pero él tiene largas piernas. Él da un paso y yo doy dos. A pesar, de que no era una mujer bajita, si lo era a su lado. Llegamos hasta donde estaba su auto. Él me empuja para que entre en el auto y no dice nada. El chófer comienza a conducir y su silencio me asusta aún más.
—Yo...
—Cállate.
Hago lo que pide, agacho mi mirada y evito hacer contacto visual con él. Me hago lejos de él por miedo a que me haga algo. Cuando llegamos a su mansión, se baja y me obliga a seguirlo. Lo único que podía pensar es que no pasará de nuevo lo de la otra vez.
Tras entrar en la habitación, me empuja contra la cama. Me mira furioso e intento explicarle que nada de lo sucedido es mi culpa.
—No hice nada malo. Lo juro.
—¿Dejaste que él te tocará?
—¿Qué?
No entendía a qué iba su pregunta. Había chocado con él, pero no dejé que me tocará después de eso.
—¡Responde!
—No. Yo... Choqué con él como contigo, pero eso fue todo. Lo juro en nombre de Mía.
—Ve a bañarte tú misma antes de que lo haga yo por ti, ¡Ahora!
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