En todo el día, Jason no apareció. Cuando salí de la habitación con Mía para comer algo me crucé con la tal Madame, quien, por cierto, no era de mi agrado en lo absoluto.
—¿Cómo lo consiguió?
—Debe ser más específica para entender qué es lo que quiere saber, no soy adivina.
Dejo a Mía sobre una silla para bebés que no había antes y tomé algo de comida para bebés que había sobre la mesa y procedo a alimentarla e ignoro a la mujer.
—¿Por qué el joven amo ha escogido a una mujer tan vulgar como usted? E incluso tiene una bastarda por hija.
—Pregúntele a él y se lo advierto, si vuelve a decir que mi hija es una bastarda, no dudaré en cortarle la lengua.
—¡¿Cómo se atreve a amenazarme?!
—Protegeré a mi hija de quién deba hacerlo, no me importa de quién deba protegerla, lo haré.
—Haré que el joven amo la desprecie y la expulse de esta mansión, sin olvidar que conseguiré que se divorcie de usted, le diré que se atrevió a amenazarme y estoy segura de que la echará de aquí.
—Puede decirle lo que quiera, adelante, vaya. Veamos a quien echará de aquí.
Estaba segura de que él no me iba a despreciar, no por el hecho de que esté enamorado de mí, sino por el hecho de que él no podía permitirse perder a su esposa e hija. Después de todo, él necesitaba heredar todo lo que le pertenece, puede que me odie y no me ame, pero no me expulsará como ella cree porque me necesitaba y sin mí podría perder todo.
—¡Es usted una vulgar mujer!
—Usted también lo es.
Mi lengua fue más rápida que mi mente. Lo que sé es que de la nada sentí un fuerte golpe en la cabeza. Dejo caer la cuchara con la que estaba alimentando a mi hija y me llevo mis manos a mi cabeza, todo comienza a darme vueltas y al ver mi mano estaba roja, estaba sangrando por el golpe. Mía comienza a llorar por lo asustada que estaba. Miro a la mujer con verdadero odio, quería matarla en ese momento por lo que había hecho, pero debía calmar a Mía, además sabía que si me levantaba podría desmayarme por el fuerte golpe.
—Admito que para ser una anciana sigue teniendo fuerza.
—¿Qué está pasando aquí? ¡Zoe, por el amor a Dios! ¡¿Qué sucedió?!
Ambas miramos hacia dónde provenía la voz y era la del señor White, quien estaba de pie junto a su nieto.
—Jason, llama al doctor de cabecera de nuestra familia y dile que venga a examinar a tu esposa.
—Vuelvo en un segundo.
La mirada de Jason hace que sienta un escalofrío por toda mi columna. No sabía a quién de las dos miraba con odio puro, pero estaba segura de que una de las dos no saldría con vida tras esa mirada.
El señor White se acerca a mí y toma un pañuelo para presionar la herida en mi cabeza y así tratar de detener la hemorragia.
—Quiero una explicación, ¡Ahora!
—Está loca mujer me ha arrojado algo a la cabeza.
—Señor White, esta mujer es una sinvergüenza. Me está calumniando, ella se golpeó la cabeza con ese jarrón para llamar la atención del joven amo y, además, se atrevió a insultarme y amenazarme.
—¡Mentirosa! Fue usted la que me ha lanzado el maldito jarrón asustando a Mía.
—¡Señora Zoe, no mienta!
—¡Yo no miento! Es usted una vieja loca y anciana, quien se ha propuesto a lastimarme física y verbalmente por haberme casado con Jason, si se atreve a tocar a mi hija no me culpe por ser grosera con usted, puedo tolerar que se meta conmigo, ¡Pero no con mi hija!
—Primero hagamos que te examinen esa herida, después investigaremos este asunto. Lleva a tu esposa a la habitación y no te alejes de ella.
Jason se veía incómodo y no entendía que le pasaba, ni por qué se comportaba así cuando él se había disculpado antes de irse, aunque no era una disculpa adecuada para lo que me hizo, aun así, dejó su orgullo por un momento y se disculpó por arrebatarme algo tan valioso, pero ahora... Estaba comenzando a odiarlo por no creerme.
—Yo puedo sola, gracias.
Me suelto de su agarre para caminar sola, sin embargo, todo me daba vueltas y él intenta sostenerme para que no me caiga, pero mi orgullo me gana y vuelvo a soltarme de él.
—Haz lo que quieras.
Camino sosteniéndome de las paredes y consigo llegar hasta el baño de nuestra habitación. Me miro en el espejo y lavo el pañuelo para tratar de limpiarme la herida. Podía ver su reflejo en el espejo del baño, pero lo ignoro y sigo limpiando la sangre.
Llevábamos varios minutos así, en silencio total y mirándonos por el espejo. Tras otros minutos en esa situación incómoda, nos informa que el doctor ha llegado. Salgo del baño pasando por su lado y me siento en la cama a esperar el doctor. En la habitación entra el señor White con Mía en brazos y el doctor.
—Examine su herida.
—Sí, señor White, enseguida.
El doctor se acerca y me quita el pañuelo para hacer lo suyo. Lo que fuera que me estuviera aplicando estaba haciendo que la herida me ardiera horrible. Quería llorar por el dolor que estaba sintiendo, pero me resisto y me hago la fuerte para no llorar frente a nadie.
—La herida no es profunda, sanará rápido. Sin embargo, si presenta dolores de cabeza o mareos, pueden informarme y vendré a examinarla.
—Gracias, doctor. Es muy amable.
—De nada, señora White.
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