Ninguna dice nada, solamente nos quedamos en silencio. Escucho algunos pasos acercarse aquí, quito el seguro de la puerta y las miro suplicando que no digan nada.
—Veo que llegaste antes Clarisa.
—Sí, doctor. Vine a ver cómo estaba Mía.
—Comprendo. Me alegra informar que no hay nada malo que pueda poner en riesgo la vida de Mía, aunque encontramos que sufre de asma, parece que es hereditario. Tendrán que vigilar que no tenga un ataque, le recetaré algo por si sufre de algún ataque. Aún es pequeña, el hecho de que no tenga más de dos semanas de haber nacido, demuestra lo fuerte que es. Así que no hay de qué preocuparse.
Sonrío al saber que ella estaba bien y agradezco por ello.
—Muchas gracias, doctor.
—No hay de qué, señorita.
—Clarisa, ya puedes darle el alta a la bebé. Debo irme, no dude en venir por si sucede algo.
—Muchas gracias.
El doctor se va dejándonos solas de nuevo, me dejo caer en el suelo y lloro al saber que ella estaba bien.
—Gracias, Dios mío, gracias...
—Zoe.
—Tenía miedo, abuela, creí que ella moriría.
—Mi niña.
Mi abuela me abraza como cuando lo hacía de niña para que me tranquilice. Una vez que consigo calmarme, miro a la señora Clarisa a la espera de que diga algo y luego miro a Mía que dormía en sus brazos.
—Confiaré en ti, no considero que seas una mala persona. No diré nada, porque siento que es lo correcto. Pero tengo una condición.
Asiento, varias veces, estaba dispuesta a aceptar lo que fuera.
—Tendrás que dejarme participar en la vida de Mía y de esa manera ser testigo de que no mentiras y de que cuidarás de ella como se debe.
—Soy joven, pero le prometo que seré una buena mamá. Seré mejor que eso, seré una excelente madre.
—Muy bien, guardaré el secreto y buscaremos a sus padres. Si es cierto que trataron de asesinarla, entonces haremos lo que deba ser para protegerla.
—Prometo que los buscaré y haré lo que deba hacer.
—Está bien, traeré la orden del alta. Tendrás que cancelar por los exámenes, me darás tus datos para estar en contacto. Mi turno ya ha terminado, así que me iré con ustedes y así sabré dónde vives.
—Por supuesto.
—Espero no arrepentirme de esto.
La señora Clarisa asiente tras decir eso y me la entrega, luego sale y decido esperarla en dónde estábamos.
—Zoe, mi niña... ¿Estás segura de esto?
—Lo estoy abuela.
—Pero aún eres joven.
—Lo sé, pero eso no me va a impedir cuidarla y seguir con mi vida. Te prometo que daré lo mejor de mí. Terminaré mis estudios, trabajaré y le daré a Mía todo lo que necesite. Por favor, cree en mí y apóyame en esto. Te lo suplico.
—Está bien mi niña, creo en ti. Yo te ayudaré, lo conseguiremos juntas.
—Gracias abuela.
—Aquí está la orden, ¿tienes dinero para pagar la deuda del hospital?
—Tengo algo ahorrado, pagaré con mis ahorros.
—Te ayudaré para que el hospital te dé una financiación a cuotas. Así podrás ahorrar para comprarle a Mía lo que necesite.
—De acuerdo.
Ella se baja del auto y la veo caminar una cuadra para después entrar en la casa de su amigo.
Una hora después, ella sale de esa casa con un sobre en sus manos.
—Tenemos el acta.
—Eso fue muy rápido.
—Mi abuela tiene razón, eso fue muy rápido. Creí que eso tardaba o requería algo más.
—Mi amigo es un experto en lo que hace, estudiamos juntos en la escuela. No voy a negar que tengo algunos recuerdos que prefiero olvidar. Fui una joven estúpida.
La miro por el retrovisor para después expresar lo que deseaba.
—No te juzgaré por tu pasado, siempre estaré agradecida contigo.
—Nadie es un santo en esta vida, Zoe, ya te lo ha dicho muchas veces.
—Tienes razón, abuela.
—Bueno, ¿a dónde las llevo?
—A casa, muchacha, esta anciana necesita sentir paz y la tendré cuando llegue a casa.
—Abuela, pienso que deberíamos comprarle algo de ropa a Mía antes de ir a casa.
—Lo había olvidado, vamos a comprar lo que se necesita y luego a casa.
—Compremos lo esencial, poco a poco compraré lo que falta.
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