Amor inesperado romance Capítulo 2

Clarisa había escuchado hablar del famoso Restaurante Mirador en Ciudad D, pero nunca tuvo el honor de probar la comida de este lugar, ya que había que hacer una reserva con un mes de antelación para poder cenar ahí. Gracias a Elida pudo tener el privilegio esta vez. Clarisa sabía que su amiga procedía de una familia bastante acomodada, pero fue en este día cuando por fin se dio cuenta de lo adinerada que era esta última.

Después de la comida, Elida fue a usar el baño mientras ella esperaba en el vestíbulo. Cuando Matías bajó las escaleras, supo a primera vista que la persona que estaba allí era la joven de la noche anterior.

Clarisa iba ataviada con un vestido amarillo sin tirantes que dejaba ver su piel clara, su esbelto cuello y su delicada clavícula. Los recuerdos de la pequeña mujer seductora en la bañera de la noche anterior volvieron a aparecer. Los ojos de Matías se enturbiaron en un leve destello, y no se sabía qué era lo que pensaba en ese momento.

—Oye, Matías, ¿qué es lo que observas?

Detrás de Matías había un tipo hippiecon una llamativa camisa rosa y pantalones blancos.

—¡Ey! ¿Quién es esa linda damita de ahí? -Matías ignoró al hombre que estaba detrás de él y continuó su camino hacia abajo.

Clarisa miraba su móvil cuando, sin querer, levantó la vista y se encontró con los ojos de Matías. Todavía vestido con una camisa blanca remangada hasta los codos y un pantalón de vestir que acentuaba su alta y esbelta figura, sostenía su abrigo con una mano mientras guardaba la otra en el bolsillo. Parecía aún más maduro y suave.

El corazón de Clarisa se aceleró, pero el hombre apartó la mirada como si no la reconociera. Tras un momento de duda, se armó de valor y se aproximó a él, aunque se aseguró de mantener las distancias.

Matías estaba ahora de pie debajo de un árbol, y entrecerraba los ojos para mirarla mientras sacaba un cigarrillo y le daba una fumada. Clarisa se quedó congelada en el sitio, con la cara roja bajo la luz del sol. Al observar cómo la joven se quedaba embobada bajo el sol, Matías arrugó las cejas y le hizo una seña con el dedo para que se acercara.

Clarisa se sorprendió un poco. No fue hasta que respiró profundo que se acercó a la sombra. La fría brisa era refrescante, pero enfrentarse al hombre que tenía delante la ponía nerviosa. Matías tiró la ceniza quemada al suelo y dio otra fumada.

-¿Qué quieres decirme?

«¿Por qué la dejé acercarse tanto?». Él se sorprendió de su paciencia.

Clarisa soltó un suspiro de alivio en cuanto subió al auto de Elida. A pesar de no saber quién era, pudo comprobar que no era un hombre ordinario. No quería comportarse de manera que el hombre malinterpretara sus intenciones. Al fin y al cabo, se trataba de un acto de amabilidad, y ella no tenía motivos para volver a verlo. Tal vez no se volverían a ver nunca más. No quería acordarse de aquel vergonzoso momento del día anterior. Sin embargo, el destino le tenía reservado algo más.

Clarisa acababa de salir de la ducha en el baño de Elida cuando Matías apareció ante sus ojos.

La sonrisa se congeló en sus labios, y sus ojos se redondearon en señal de asombro. «¿P... Por qué está aquí?».

Matías miraba a la joven con los ojos entrecerrados. Estaba envuelta en una pequeña toalla de baño que apenas le llegaba al muslo y dejaba al descubierto sus hombros desnudos y sus estilizadas piernas.

Clarisa soltó un grito, su cara se sonrojó mientras agitaba las manos de manera maniática en un intento de cubrirse.

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