BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 10

La cama era demasiado blanda, la almohada era demasiado esponjosa, el suelo era demasiado duro y él no dormía ahí. En la bañadera no podía dormir porque estaba mojada; en las alfombras dormían los perros, y de pie tampoco se dormía. Así que para ser claros, Nate no logró dormir esa noche, y ni el mejor psicólogo del mundo le hubiera podido sacar el por qué. Su cuerpo estaba completamente exhausto después de aquel clímax, y aun así su cerebro estaba trabajando a toda marcha, como un extraño tocadiscos roto que solo repitiera el mismo fragmento: “Esto es un negocio”.

No tenía idea de que en aquel mismo momento el vídeo que lo había salvado de la crisis también estaba teniendo su dosis de malas interpretaciones, junto a decenas de interrogantes: Todas relacionadas con quién era la mujer a la que Nate Vanderwood le daba explicaciones de sus actos, qué tenían que ver el uno con el otro y si eran una de esas parejas que escondían de la prensa su relación.

Al día siguiente, y con más café encima que una montaña colombiana, Nate se preparó para irse al trabajo. Estaba pasando por el salón, dirigiéndose a la puerta cuando un sonido lo hizo detenerse bruscamente. La risita de Nathalie le llegó desde un rincón del salón, y Nate soltó el maletín para buscarla entre los muebles, preocupado.

En cuestión de segundos la vio gateando con mucho entusiasmo sobre la alfombra y miró alrededor buscando a su madre o a la niñera, pero ninguna de ellas daba la vista.

—¿¡Pero qué diablos es esto!? ¿Cómo a Blair se le ocurre dejar a la niña sola? —Se agachó y la levantó en brazos, cargándola como si fuera un experto, mientras la pequeña le daba palmaditas en el rostro—. Tú eres una princesita muy traviesa, ¿sabías? —La regañó con un tono que ni regaño parecía—. En unos meses vas a estar corriendo por toda la casa y sacándome canas verdes, ¿no es así? ¿O vas a ser una nena obediente y tranquila a la que le gusten los libros y los cuentos?

Como si entendiera lo que le estaba diciendo, Nahtalie le rodeó el cuello con sus bracitos y apoyó la cabecita en su hombro, mientras Nate sentía que la ternura lo inundaba. Era una niña preciosa, cariñosa y alegre, y le provocaba los sentimientos más hermosos del mundo. No era suya, pero en unos meses lo sería legalmente, y nada de eso impedía que se preocupara por ella desde ese mismo instante.

Así que nada le impedía tampoco despotricar entre dientes sobre la falta de cuidado que estaban teniendo con ella, especialmente porque sentía que era culpa de Blair.

—¿Por qué diablos tu madre no está contigo? —gruñó molesto—. ¡Y no aprendas a decir “diablos”, ¿eh?! Las niñas lindas no maldicen y tú serás la niña más linda de todas. Pero, ¿dónde está tu mamá? ¡Demonios! ¿Cómo es que puede desatenderte con tanta facilidad? Ni siquiera me la entrega todavía y ya se está desentendiendo... Pero no te preocupes, mi amor, que cuando seas mía, papá no te va a dejar sola nunca, jamás de los jamases, ¿me oyes? ¡Y siempre va a estar cuidándote como un perro guardián de los grandes! Es más, vamos a comprar unos cuantos perros, ¿de acuerdo? ¿Te gustan los perritos, mi amor?

El resto del desahogo fue todavía más pesado y oscuro, pero lo que Nate ni siquiera imaginaba era que no, ni por un instante, Blair no perdía de vista a su hija. Simplemente en aquel momento estaba escondida detrás de una de las amplias columnas del salón, y había dejado que la pequeña gateara a gusto sabiendo que él estaba por bajar y se la encontraría.

Necesitaba verlo con sus propios ojos, necesitaba ver cómo se comportaba en privado el hombre al que iba a entregarle a sus dos hijos, necesitaba ver cómo iba a reaccionar con su bebé, y en aquel momento a los ojos de Blair sólo subían lágrimas de alivio, porque aunque Nate estuviera pensando y diciendo lo peor de ella, lo hacía por el instinto protector que tenía sobre su hija.

Al menos una dolorosa parte de sus dudas se habían despejado en ese momento. Nate sería un gran padre para Nathalie y para el otro bebé que tuvieran juntos. Se limpió las lágrimas apresurada y carraspeó saliendo de detrás de aquella columna.

—¡Nathy por Dios, qué susto me has dado! —mintió como si acabara de llegar en aquel momento y Nate le entregó a la niña con el ceño fruncido.

—¿Cómo se te pudo perder, Blair? —la increpó y molesto—. ¡La bebé estaba sola aquí! ¡No se puede perder de vista a los niños! ¡¿No te das cuenta de la cantidad de cosas peligrosas que hay alrededor?!

Ella asintió disculpándose.

—Sí, lo siento, es que apenas empezó a gatear, no estoy acostumbrada a que pueda moverse por sí misma. Se me perdió en un dos por tres.

Nate asintió mientras se rascaba la nuca con incomodidad y luego se despidió para irse al trabajo. Aquello no le gustaba, no le gustaba que Blair fuera la clase de madre que se entretenía en otras cosas sin ocuparse de su bebé, sobre todo porque eso ponía sus emociones a pelearse las unas contra las otras.

Sin embargo, tuvo que dejar todo eso de lado porque cuando llegó a la empresa esa mañana, Ranger estaba ahí para recibirlo pero esta vez no estaba particularmente feliz.

—¿Pasó algo? —lo increpó Nate mientras se metían a la oficina principal.

—Ha pasado de todo —replicó Ranger poniendo frente a él un informe—. Esto lo hizo la compañía de seguros, al principio pensé que no podía ser cierto, así que yo mismo fui a corroborar estos informes y son ciertos.

Nate frunció el ceño sin comprender.

—¿Informes? ¿Qué informes?

—Lograron sacar los camiones del río, dragaron un pedazo del afluente y los remolcaron hacia la orilla. Así que el seguro llegó para hacer su evaluación y necesito que te sientes para que leas esto.

Nate no comprendía nada, pero igualmente se sentó y revisó aquellos documentos uno por uno, quedándose mudo de la impresión.

—Porque la crisis se manejó a tiempo. No lograba nada despertándote en medio de la madrugada solo porque tuve que sacrificar algunos animales...

—¡Si es que no te estoy hablando de eso! —exclamó su padre, que en ningún momento había dudado de que su hijo fuera capaz de hacer lo que debía hacerse en una situación así—. Sé que te crie bien, Nate. Sé que eres perfectamente capaz de tomar decisiones correctas, al menos en lo que se refiere al aspecto laboral.

—Entonces, ¿a qué te refieres, papá? —preguntó Nate con incertidumbre.

—¡Me refiero a esa mujer que estaba contigo en el vídeo! ¿Por qué no me habías dicho que estabas saliendo con ella? —lo increpó su padre con tono acusatorio.

—No, papá, lo estás mal entendiendo es que...

—¿Entonces me vas a decir que ahora le das cuentas de tus acciones a cualquiera? —murmuró Rufus—. No quieras hacerme pasar por tonto, hijo, que no lo soy. Quiero que vengan al rancho ya. Toda esta situación amerita una reunión familiar. Quiero que me cuentes con lujo de detalles qué fue lo que pasó en ese accidente.

—Sé que tenemos que hablar, papá, pero ahora mismo...

—Ahora mismo voy a mandarte un avión, Nate. Así que esta noche duermes en la casa de tu padre. ¡Y por favor, que no se te olvide traer a esa mujer que salió contigo en el vídeo!

—Pero, papá...

—¡Vienen los dos, Nate, y punto! ¡Esa es mi última palabra!

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