BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 12

No era una santa angelita de Dios, pero a veces cuando aquel hombre sonreía, Heilyn sentía que en ese elástico suelto de sus bragas estaba escrito su boleto de ida al infierno. Matthew Vanderwood era un hombre muy guapo, ¡demasiado guapo! Pero ¿cómo iba a ser de otra manera si Sian era un príncipe hermoso?

Heilyn tomó a su hijo de la mano y volvieron a casa caminando despacio. Sin embargo apenas cruzaron el umbral Matt se detuvo en la puerta.

—Voy por mis cosas a la posada y regreso por ustedes, ¿de acuerdo? —le dijo con una sonrisa tranquilizadora.

Y en cuanto ella cerró la puerta, él esperó unos segundos para ir a tocar a una casa muy diferente, específicamente esa de donde había visto salir al hombre al que le gustaba pegar en su puerta el cartel de “Desalojo”.

El hombre frunció el ceño con desconfianza al ver a un desconocido en su casa y estaba a punto de soltar aquel discurso de que no compraba nada, cuando Matt levantó una mano y lo detuvo.

—Usted es el casero de Heilyn Payne, ¿cierto? —le preguntó.

—Así es —carraspeó el hombre.

—¿Puede decirme de cuánto es el adeudo por su casa, por favor?

El hombre lo miró con curiosidad y le soltó una cifra que hizo a Matt suspirar. Sacó la cartera y le pagó aquello y dos meses más.

—Si es tan amable, le agradecería que deje de molestarla a partir de ahora. Tendrá todos sus pagos a tiempo, se lo aseguro —le dijo Matt despidiéndose, y lo que no iba a decirle ni a él ni a nadie era que no tenía ninguna intención de que ella y su hijo se pasaran allí mucho tiempo más.

Fue por su pequeña bolsa de viaje, porque no cargaba demasiado con él, y solo una hora después estaba estacionando frente a la casa de Heilyn. La muchacha se sorprendió cuando vio aquella sillita de niño que no sabía de dónde la había sacado, pero era más que evidente que cuando aquel hombre quería algo, hacía lo que fuera por conseguirlo.

—¿Listo para el viaje, marinero? —preguntó sentando a Sian y a ajustándole el cinturón.

—¡Listo capitán! —respondió el pequeño.

—¡Entonces nos vamos! ¡Todos a bordo! —exclamó Matt abriendo la puerta para Heilyn y la muchacha subió con un nudo en la garganta— Muy bien, Sian, tú eliges la música.

Tomó algunas cosas de su maleta y se dirigió al cuarto de baño, dándose una ducha caliente que le devolvió el alma al cuerpo, pero ni eso conseguiría hacerla dormir. Estaba tan nerviosa que sabía que no lograría pegar los ojos, así que se fue al enorme bar a preparar algo de té que había visto sobre la encimera.

Debía estar concentrada en eso, muy concentrada, pero no lo suficiente como para no ver aquel cuerpazo salir sin camisa de la otra habitación, al punto de llevarse a los labios aquel té que literalmente todavía hervía en la taza.

Matt solo escuchó el jadeo ahogado y vio todo lo que salía de la boca de la muchacha mientras intentaba abanicarla. Un segundo después corría hacia ella y envolvía su cara con las manos, soplando en sus labios mientras solo la escuchaba balbucear:

—¡Caliente, caliente…!

Los ojos de Heilyn estaban llenos de lágrimas y aun así lo vio sonreírle con descaro.

—¿Yo? Sí. Así que a partir de ahora mejor te tomas el té frío.

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