BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 20

—¡Tienen diez segundos cada uno! —rugió Rufus, cerrando la puerta de aquel despacho con fuerza y mirando a sus dos hijos mayores—. ¡Es lo único que tienen antes de que los golpes que se dieron esta tarde frente a todo el mundo se los devuelva yo cuadriplicados! ¿Qué demonios fue lo que pasó para que ustedes se cayeran a golpes delante de la gente?

Matthew y Nate se miraron de reojo con los dientes apretados. Ninguno estaba dispuesto a abrir la boca, porque los dos sabían muy bien que en el punto en que la primera palabra estallara delante de su padre, aquella familia se iría al demonio. No había ni amor ni comprensión que pudiera aplacar todo lo que había pasado, todo lo que estaba pasando… todo.

—Esto es entre Matthew y yo, papá, no hay necesidad de involucrar a nadie más ni...

—¡Pues si está pasando bajo mi techo, entonces también es mi problema, Nathaniel! —espetó su padre—. ¿Creen que no me doy cuenta de que hace años no se llevan bien? ¡No tengo ni la más mínima idea de qué demonios pasó entre ustedes, pero resuélvanlo! ¡Resuélvanlo o les garantizo a los dos que lo más chiquito que van a perder va a ser mi apellido!

El viejo Vanderwood bufó con frustración y salió con otro sonoro portazo a reunirse con el resto de sus hijos, mientras Nate y Matthew se miraban como si quisieran matarse.

—¡No vuelvas a meterte en esto, Matt, solo te lo advierto! —siseó Nate, dirigiéndose también a la puerta.

—OK, solo me dedicaré a observar y disfrutar el momento en que te llegue la maldit@ denuncia por violación.

—¡Yo no...!

—¡Ten mucho cuidado con lo que vas a decir! —le escupió Matthew enfrentándolo—. Porque te juro que si le llamas "sexo con demasiado entusiasmo", te voy a partir la cara de nuevo!

—¡Tú no tienes idea de los acuerdos que hay entre Blair y yo! —gruñó Nate.

—¿Y esos acuerdos incluyen hacerla llorar, destrozar la maldit@ cabaña a su alrededor...? ¡Mira, cabrón, tú le puedes decir como quieras, pero yo sé lo que vi!

Matt pasó a su lado como un vendaval y Nate se llevó las dos manos a la cabeza, desesperado; pero de repente las risas afuera llamaron su atención y se dio cuenta de que todos entraban corriendo a la casa porque había comenzado a llover afuera.

Los gemelos hicieron un puchero, pero finalmente todos se retiraron a sus habitaciones, y él trató de calmarse antes de seguir a Blair a la suya.

La calma, por supuesto, se fue al demonio cuando entró en aquel cuarto y la vio echando todo en una maleta.

—¿Qué haces...? Blair, ¿qué haces?

—Empacando —murmuró ella apresurada—. Mañana temprano Nathalie y yo nos vamos de aquí.

—¡No, espera, no puedes hacer eso...! —Pero apenas intentó acercarse a ella cuando la vio apoyarse en un mueble con la vista desenfocada—. Blair, ¿estás bien?

—No me toques —siseó la muchacha entre dientes apartando su mano—. Que me haya aguantado todo el día para no hacer un escándalo no significa que esté dispuesta a seguir con esto.

Nate sintió que en aquel segundo perdía la capacidad de respirar.

—Blair, no... Escucha... ¡Lo siento, lo siento mucho! ¡Dios, ni siquiera tengo forma de pedirte disculpas, ni siquiera sé lo que pasó allá… perdí la cabeza… ese lugar es un infierno para mí y cuando supe que habías estado allí, yo...! ¡No lo sé, no lo sé, me volví loco...!

—¿Un infierno? ¡Tu madre me dijo que era tu sitio favorito...! —lo increpó ella.

—¡Mi madre no sabe nada! ¡Nadie en esta maldit@ familia sabe nada porque nos lo hemos callado muy bien!

—¿Nos...? —Pero Blair terminó negando por en aquel punto solo recordó su advertencia de que no se metiera, y sus ojos se humedecieron—. ¿Sabes qué? No me importa. No es mi problema. Pero no pienso dejar a mi hija con un hombre como tú.

Nate encajó aquel golpe porque se lo merecía y negó con vehemencia intentando alcanzar sus manos.

—¡Blair, no, no digas eso, ni siquiera lo imagines! ¡Yo sería incapaz de lastimar a Nathalie de ninguna manera! ¡Jamás sería capaz de lastimarla!

—¡Pues tampoco creí que fueras capaz de lastimarme a mí! —replicó ella soltándose con brusquedad mientras sus ojos se llenaban de lágrimas—. ¡Tampoco te creí capaz, y mira lo que pasó!

—¡Lo siento, por Dios, lo siento! ¡Sé que fui brusco y...!

—¡¿Brusco?! ¡¿Esa es tu maldit@ conclusión?! ¡Te desquitaste conmigo por cosas que ni siquiera conozco! —le espetó ella mientras su pecho subía y bajaba con impotencia, y Nate la miró con expresión torturada.

—¡Lo sé, soy un animal! ¡Pero yo no...! ¡Yo no te...! ¡Yo no pude haber...!

Las palabras ni siquiera le salían bien mientras los ojos de Nate se llenaban de lágrimas y se llevaba las manos a los cabellos, retrocediendo con desesperación.

—¿Eso es lo que te preocupa? —murmuró ella decepcionada—. ¿Una palabra te preocupa? ¿Llamarle “violación” es lo que te preocupa?

Nate pasó saliva y ella pudo ver todo lo que temblaba en él.

—Dije que no te vas a ir, Blair —murmuró Nate—. Necesito que te quedes para poder arreglar esto.

—¡Ya te dije que no me voy a quedar...!

—Tienes que hacerlo porque para eso firmaste un contrato.

—¡¿Y crees que a estas alturas me importa el maldito contrato? —lo increpó ella sin poder creer lo que estaba escuchando.

—Basta con que me importe a mí —dijo él mirándola a los ojos, y en ese momento Blair entendió que era verdad, que él jamás la dejaría ir, y el regusto amargo del vómito subió por su garganta justo antes de que saliera corriendo al baño y descargara todo su estómago en el lavabo.

Dejó el grifo abierto sin saber si aquello que corría sobre el mármol era el agua o sus lágrimas.

—Esa es la primera razón —lo escuchó decir—. Podrías estar embarazada ya.

—¿¡Estás loco!? ¡Los síntomas no salen tan rápido...! ¡Yo no puedo estar...!

—Supongo que eso lo va a decidir una prueba de embarazo —le dijo Nate con tono seco y Blair sintió que su corazón se estrujaba.

—¡No puedes hacerme esto, Nate, no puedes obligarme a quedarme aquí!

—Sí, sí puedo, sabes que puedo.

—¿O qué? ¿Me denunciarás por la fatalidad que se me ocurrió de cruzarme en tu camino, por el accidente? ¿Por el seguro?

—Por todo eso y por todo lo demás que se me ocurra. Así que solo tenemos dos opciones — murmuró él—: Una, te quedas y me dejas arrastrarme a tus pies hasta que... no lo sé. O dos, hago valer ese contrato que firmamos, pero te quedas igual.

Blair ni siquiera podía decir una palabra, sus labios temblaban mientras nuevas lágrimas corrían por sus mejillas y no podía entenderlo, él estaba allí, frente a ella, con la expresión más torturada que le había visto jamás a un hombre, y aun así la estaba amenazando.

—Tienes razón, no soy una buena persona —susurró Nate antes de salir—. Pero supongo que eso es lo que trae firmar contratos con el diablo.

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