BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 20

Jamás en toda su vida Matt había estado a cargo de un niño enfermo, y aunque parecía dormido y tranquilo, era evidente que tenía la temperatura alta.

—Voy a llamar al médico —murmuró y vio la interrogación en los ojos de la muchacha.

—¿A cual?

—¡A cualquiera que venga, tú déjalo de mi mano! —replicó Matt con ansiedad y en efecto quince minutos después el doctor Jones atravesaba el umbral de aquella casa.

Heilyn no sabía que se podía molestar a un especialista de alto cargo por un resfriado simple, pero tal parecía que cuando Matthew Vanderwood llamaba, a la hora que fuera, nadie se atrevía a decirle que no.

Heilyn respiró más tranquila cuando el médico revisó a Sian y los miró con condescendencia, como los padres primerizos y asustados que eran.

—Es solo un resfriado común —les dijo—. Y la fiebre no es muy alta, no necesita inyecciones de momento. Les dejaré una receta para medicinas contra la fiebre y en un par de días estará como nuevo, mientras tanto que no juegue afuera ni se exponga al frío, ¿de acuerdo?

Los dos asintieron de inmediato y estrecharon la mano del doctor con agradecimiento.

—Y voy a indicar también algunas vitaminas para ustedes. Estos resfriados son muy pegajosos y si no se cuidan dentro de poco lo que van a tener aquí será el Festival del Moco.

Matt rio por lo bajo, pero apenas el doctor se fue tomó las dos recetas y un abrigo grueso.

—Voy por las medicinas —le dijo a Heilyn—. Vuelvo enseguida.

Y en efecto, en pocos minutos ya traía los jarabes, los parchecitos de calor y todo lo que hacía falta para que aquel príncipe se mejorara pronto.

Los dos se quedaron esa noche a un lado de su cama, y no hubo fuerza humana que despegara el trasero de Matt de aquella silla mientras Heilyn se acomodaba en la otra orilla de la camita personal y su hijo la abrazaba.

La madrugada fue agotadora y lenta, pero para cuando amaneció, el despertar de Sian fue con una sonrisa y sin fiebre.

—¡Hola mami, hola papi! ¡Hola Batman!

El cachorro subió a la cama emocionado moviendo la cola y Heilyn y Matt se miraron con cara de destrucción masiva.

—¿Café? —preguntó ella.

—¡Me tomaría todas las montañas de Colombia ahora mismo! —replicó él, levantándose dispuesto a arrastrar los pies hasta la cocina.

—Y tu, señorito —Heilyn apuntó a Sian con el índice—. ¡Ponte dos abrigos o vendré yo y te pondré siete! ¡Día de películas hoy, nadie sale!

Hizo un puchero y siguió a Matt, mientras parecían dos zombis tratando de hacer café y desayuno. Y el silencio demostraba todo el cansancio de la noche sin dormir hasta que ella estornudó por primera vez.

—¡Achú!

—No, ya no está con nosotros —confirmó simplemente y no le sorprendió aquella caricia reconfortante de la muchacha sobre su mano.

Así era ella, poniendo parches y curando por todos lados. O al menos eso parecía.

Pasaron el resto del día acurrucados en el calón, viendo películas, comiendo palomitas y tomando caldo de pollo para el resfriado. La fiebre de Sian volvió a subir en la tarde, pero para la noche estaba ya mejor y Heilyn mandó a Matt a dormir a su cama porque se veía demasiado cansado.

—¿Segura? —preguntó preocupado.

—Segurísima. Ve a dormir o los dos terminaremos exhaustos y alguien tiene que cuidar de Sian. Hora de hacer turnos —replicó ella y Matt no se lo hizo repetir.

No podía decir que había logrado dormir como un tronco, porque cada dos o tres horas la preocupación lo levantaba y caminaba hasta el cuarto de Sian para tocarle la frente y asegurarse de que no tenía fiebre. Pero por suerte el pequeño había estado friecito toda la noche y para cuando amaneció, Matt se sintió aliviado de verlo saltar sobre su cama.

—¡Papi, despierta! —exclamó el niño y su tono hizo que Matt reaccionara el instante.

—¿Qué pasa, hijo?

—Creo que mami está malita. ¿Le hacemos… le hacemos… desayuno de pollo?

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