No había nada frente a ellos de valor. Por lo menos no algo que tuviera un valor económico alto. Los ojos de Blair estaban posados en una vitrina donde había decenas de marcos para fotografías.
—No lo entiendo —murmuró Nate confundido. ¿Podía pedirle cualquier cosa y estaba mirando marcos para fotos?—. ¿Esto es lo que quieres?
Alargó la mano y tomó uno de los marcos más bonitos entregándoselo a la muchacha.
—¿Quieres que te compre un marco de fotografía?
—No. Quiero la foto que puede haber dentro —respondió ella intentando que sus ojos no se llenaran de lágrimas—. Dijiste que podía pedirte cualquier cosa, entonces... Quiero una foto, una fotografía con mis dos hijos y quiero... Quiero algo más.
Nate pasó saliva sin saber cómo reaccionar a eso. Una parte de él todavía estaba hecha de roca húmeda y fría, y la otra parte estaba rompiéndose por la culpa y por otros sentimientos que ni siquiera podía distinguir ya.
—¿Qué más quieres, Blair? —le preguntó viéndola contener el aliento.
—Cuando yo no esté... Cuando yo no esté con ustedes, ¿puedes enseñarles esa foto a mis hijos y no decirles que los abandoné? —le pidió.
—¿Y qué quieres que les diga?
—Que morí. —Tarde o temprano él lo iba a saber y sería cierto. La misma doctora le había dicho que quizás no sobreviviría al parto, pero si lo hacía y tenía que dejar a sus hijos entonces... —. Prefiero que les digas que su mamá murió.
Nate encajó aquella petición sin ser capaz de responderla de ninguna manera, ni siquiera entendía por qué le pesaba tanto en el corazón, porque definitivamente no era algo que quisiera decir.
—Vámonos de aquí, hablaremos de esto después —gruñó por lo bajo llevándola hacia la puerta de salida y regresaron a la casa en completo silencio.
—Voy a dejar toda esta fórmula en la despensa —murmuró la muchacha por lo bajo mientras Nate tomaba otro rumbo, buscando a la niñera con Nathalie por toda la casa para entregarle sus juguetes.
Minutos después, cuando Blair estaba a punto de doblar la esquina de aquel corredor para buscar a su hija, la voz ronca de Nate la detuvo.
—...mpoco es fácil, pero ya te irás dando cuenta cuando crezcas. Todos los hombres son idiotas y por desgracia algunos sobre cumplimos la expectativa. La cuestión es que hay cosas, mi amor, que no podemos deshacer… —Y aunque Blair no quería reconocerla, la angustia era palpable en su voz —. De verdad no sé cómo arreglar las cosas con tu mamá, Nathi. Hice un desastre y ahora no sé cómo resolverlo, te juro por Dios que no quería lastimar a tu mamá, pero ella ya no me cree… ¡Maldición! ¿Cómo podría creerme? ¿Cómo podría entender si ella no sabe nada…? Si le dijera… si tu mami supiera la verdad, sabría que preferiría cortarme las manos que hacerte daño a ti... ¡Tú eres la criatura más importante del mundo para mí, Nathi, igual que tu hermanito, y yo jamás...! ¡Dios, nunca, nunca, jamás los lastimaría...! —Apretó los labios y se limpió las lágrimas para no asustar a la pequeña, mientras Blair giraba en redondo sobre sus pasos alejándose de aquella conversación.
Llegó a una de las terrazas traseras y se apoyó en el respaldo de una silla mientras intentaba procesar aquellas palabras de Nate y algunas otras que le llegaron a la cabeza.
"!No tienes idea de lo que es un niño para mí! ¡Preferiría morirme!, ¿me oyes? ¡Preferiría morirme antes que lastimar a cualquiera de mis hijos...!"
Blair se sujetó la cabeza con las manos con desesperación. Nadie que conociera a Nate Vanderwood podía imaginar que detrás del CEO de aquella compañía había un pasado sórdido y oscuro, una cabaña y una mujer que eran su infierno, y quién sabía cuántos secretos más.
La imagen de aquella mujer, aún joven en aquellas fotografías, llenaba su mente de preguntas y a la vez la hacía recordar la advertencia de Nate, que no se metieran en lo que no le importaba.
Mientras, el teléfono comenzaba a sonar con insistencia en el bolsillo del hombre, y él salió de la improvisada habitación de juegos para entregarle la bebé a la niñera.
Carraspeó con fuerza antes de contestar al teléfono, y lo hizo sin ninguna emoción en la voz.
—Ranger, ¿qué pasó? ¿Recibiste la bolsa que te mandé? —preguntó de inmediato.
—Sí, la recibí, y enseguida recordé dónde la había visto cuando me hablaste de la construcción junto a la Central de Distribución —respondió su amigo—. Ya la mandé a analizar al laboratorio, así que solo queda esperar por los resultados.
—Lo sé, pero es la misma. Estoy cien por ciento seguro, Ranger, la arena que usaron para descomponer los motores venía justo de esa construcción —escupió con rabia—. ¡Demonios, y ninguna condenada cámara de las tantas que mi tío tiene instaladas pudieron captar nada!
Por un segundo, Ranger hizo silencio y Nate supo que estaba barajando alguna teoría.
—Suelta lo que se te ocurrió.
—Pues a lo mejor es un disparo al aire, pero aunque las cámaras de seguridad de la empresa hayan sido saboteadas, quizás no suceda lo mismo con las cámaras del sitio de construcción.
—¿Y crees que tengan? Ni siquiera han empezado a construir nada ahí —le dijo Nate sin creer que diera resultado.
—Pues por lo que me has contado hay maquinaria pesada ahí, hay equipos importantes, hay materiales que pueden robarse, habría que estar loco para comenzar un gran proyecto sin ponerle seguridad, comenzando por las cámaras —le dijo Ranger convencido—. No te preocupes, yo me encargaré personalmente de eso, en unos días estaré por allá.
Su amigo tenía varias cosas que arreglar en cuanto a la seguridad de la empresa y sobre todo esperar los resultados de la comparación de aquella arena, y luego viajaría hacia Texas en el primer avión que encontrara.
Tenerlo allí, aunque fuera para que literalmente le pegara, era un alivio para Nate. Porque sabía que era el único al tanto de cada uno de los secretos de su pasado... incluso de los que Matthew no conocía.
Pasó el resto de la tarde encerrado en el despacho como un zombi, intentando trabajar, y sacó valor de donde ya no había para subir aquella escalera en la noche y meterse al cuarto que supuestamente compartía con Blair.
En aquel momento, ella cerraba la puerta hacia la habitación de Nathalie, que ya se había dormido, y se giró hacia él con un gesto de interrogación porque parecía que tenía algo que decirle.
—Tu madre ha estado intentando localizarte en la empresa, dice que no la has llamado... —dijo un poco nervioso y ella asintió.
—Sí, perdí mi teléfono hace un par de días, la verdad es que... —Pero decidió tragarse dónde lo había perdido—. Ni me di cuenta en dónde se me cayó.
—OK, podemos... podemos conseguirte uno nuevo mañana.
—OK —respondió ella antes de dar un par de pasos hacia el tocador y ver el pequeño calendario sobre él.
El gesto volvió a ser mecánico y el camisón volvió a caer al suelo mientras Nate no miraba ninguna otra parte de su cuerpo que no fueran sus ojos, pero los de Blair estaban perdidos en el vacío sin mirarlo.
—¡Por Dios ¿puedes dejar de hacer eso!? —le pidió y ella respiró profundo.
—Se supone que debemos seguir el calendario —murmuró girándose de nuevo para darle la espalda y volvió a apoyar aquellas fatídicas manos sobre aquel fatídico tocador, abriendo las piernas para él, como si solo estuviera esperando que hiciera lo que tenía que hacerse.
Jamás en toda su vida Nate había sentido el corazón más hundido, y nadie tenía que decirle que no podría, le bastó acercarse a su espalda, dejando que la curva suave de su trasero le rozara la bragueta, para saber que no sería capaz de tocarla así.
—Por favor, no hagas esto —le pidió a Nate dándole la vuelta despacio para tenerla de frente a él y trató de acariciar su mejilla—. Por favor, Blair...
Pero aquellos labios a unos pocos centímetros de su boca no se movieron. La respiración de la muchacha era lenta y cansada, y sus ojos solo estaban clavados en el techo como si esperara... Otra vez esperando a que él solo hiciera lo que tenía que hacerse.
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