BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 37

Si era honesta, hacía mucho tiempo que Blair no tenía oportunidad de hacer un hermoso viaje como aquel. Quizás una de las cosas más extrañas de saber que el tiempo se acababa, era la capacidad para disfrutar de todo con emoción.

Pasaron el día siguiente entre juegos, atracciones, y para cuando el día terminó, ya Blair ni siquiera era capaz de contar cuantas fotos tenían su celular, y Nathalie y Nate se veían hermosos en todas.

—¡Ya, me rindo, no puedo más! —murmuró él bajando a la bebé de sus hombros y abrazándola con ternura mientras le daba un beso en la mejilla—. ¿Cómo puede aguantar tanto?

Blair rio y miró los ojitos adormilados de su hija.

—No creas, un baño y en cinco minutos estará dormida.

Y no se equivocaba, porque apenas llegaron a la habitación y metieron a aquella bebé a la bañera de agua caliente, y en pocos minutos cayó rendida en su cuna.

—Voy a pedir de comer, ¿se te antoja algo? —preguntó Nate y ella suspiró.

—Mientras sea comida, te juro que podría comerme uno de los toros de tu padre entero —respondió caminando hacia el baño, pero apenas se metió bajo la ducha cuando sintió aquel cuerpo caliente detrás de ella.

—¿Te podrías conformar conmigo? —susurro Nate y Blair contuvo el aliento sintiendo aquella erección contra sus nalgas—. Te aseguro que en este momento soy perfectamente comestible.

—Eres un descarado. —No pudo evitar reír ella.

—¡Oye, no es cierto, soy disciplinado! ¿No has visto el calendario? —replicó el dándole la vuelta y Blair sintió su boca rodando sobre su garganta junto con el agua.

No, la verdad era que no había mirado el calendario, porque últimamente lo único que quería era saltárselo en los días en que no tocaba.

¿Cómo Podía explicarlo? ¡Ah sí, simple: lo deseaba!

Quizás era una de las emociones más reales a las que se permitía rendirse, porque también era muy consciente de que quizás en el tiempo que le quedaba ya no desearía a nadie más, ya no volvería a hacer el amor con nadie más, así que ¿qué podía tener de malo disfrutarlo?

Aquella chispa era innegable, aquel fuego que le corría por las venas cada vez que la besaba. Aquella forma justa que tenía de penetrarla, de hacerla gritar, de despertar cada fibra sensible de su piel mientras la embestía con más o menos ternura, según la desesperación del momento.

Y últimamente la desesperación lo gobernaba todo. Los jadeos, los gemidos, aquel sudor que se llevaba el agua y la forma del cuerpo de Blair contra el suyo, recibiéndolo, abriéndose para él y a veces incluso soportando aquella parte más desenfrenada del sexo que tanto le gustaba... Nate ni siquiera necesitaba reconocerlo, era evidente que casi soñaba despierto con los días en los que sí tocaba.

—¿Más? ¿Quieres más? —jadeó en su oído mientras la embestía, sintiendo aquellos espasmos que anunciaban primer Plus.

—¿Tienes que preguntar? —rio ella antes de exhalar ese gemido desesperado que la llevaba al orgasmo.

Nate se corrió dentro de ella con un gruñido de satisfacción y apoyó la frente sobre la suya mientras intentaba recuperar el aliento.

—¡Dios, juraría que te acabo de hacer gemelos! —exclamó muerto de risa y le escuchó suspirar.

—¡Vamos a rezar para que así sea! ¡Vamos a rezar! —dijo Blair y en ese mismo instante Nate se dio cuenta de que no sabía cómo sentirse con eso.

La semana siguiente fue exactamente igual, paseando los días que no tocaba, y haciéndole honor al calendario los días en que sí tocaba.

Pero finalmente, cuando aquel número en la pantalla de su teléfono apareció, Nate no tuvo más remedio que contestar.

—¿Te llegaron con las quejas? —preguntó y del otro lado solo escuchó un bufido de cansancio que ya conocía muy bien.

—¿Tú qué crees? —rezongó su padre—. Pero la palabra clave es "llegaron", así que tu madre ya está aquí. Vuelve a tu casa y sigue conejeando para que salgan esos nietos pronto, ¿de acuerdo?

—¡Entendido, general! —respondió Nate y esa misma tarde dieron por terminadas las vacaciones.

Para cuando regresaban a Nueva York, ya a él lo estaba esperando una carga de trabajo considerable. Blair lo veía llegar agotado las pocas veces que no llegaba de madrugada a dormir o a “cumplir”, aunque realmente de las dos opciones lo que menos le molestaba era “cumplir”.

Sin embargo, la ciudad estaba absolutamente impregnada en aquel espíritu de Navidad, y unos días después Nate supo que ya no quería seguirlo retrasando.

—Vamos, pónganse lindas y suban al auto que les tengo una sorpresa — ijo llegando a casa temprano, y Blair lo miró con curiosidad.

—¿Sorpresa?

—¡Vamos, vamos, ni esperes que te lo diga aquí! —rio él y cinco minutos después ya acomodaba a Nathalie en la sillita para bebés del asiento trasero de su auto.

Nate condujo hasta una tienda enorme en las afueras de la ciudad y Blair se sorprendió al sentir el aroma a pino.

—¿El arbolito? ¿Vamos a comprar el árbol de Navidad?

Negó tragándose aquellas dudas porque sabía que no tenía derecho a reclamarle por eso. Después de todo, esa condición en el contrato la había puesto él, pero era algo que no dejaba de molestarlo.

—Nate... a lo mejor es un abuso de mi parte, ya que no vamos a estar con tu familia, pero ¿crees que mi madre puede venir algunas horas en Navidad a estar con nosotras? —le pidió ella y él sonrió.

—Por supuesto, linda. Sería genial si viniera a cenar, invítala.

Así que al día siguiente, Ranger aparecía en la puerta de su casa para llevarla a visitar a la señora Margo, y otra vez le dio la vuelta a la manzana, y otra vez la vio escabullirse de la casa de su madre, sacar dinero en un cajero y terminar en aquella compañía de seguros.

Y por más que se hubiera dicho que no iba a meterse en las cosas entre Blair y Nate, él seguía siendo su mejor amigo y siempre iba a protegerlo.

Así que sacó su teléfono y lo llamó en aquel mismo instante.

—Oye, Nate, necesito un favor —le dijo y del otro lado solo escuchó un asentimiento—. ¿Puedes darme acceso a la cuenta adicional que sacaste para Blair?

Nate frunció el ceño sin comprender y se echó atrás en su asiento de la oficina.

“¿Pasó algo?”

—Hasta ahora nada, pero hay un par de cosas que me gustaría confirmar.

“Si es sobre robarme dinero, esa cuenta tiene una alerta de límite, Ranger. Si Blair sacara más de cinco mil dólares lo sabría, pero jamás lo he hecho”.

—Sí, lo sé, y no es que esté desconfiando de ella, pero hay algo que quiero confirmar, ¿me das el acceso?

“Está bien. Ya te lo mando” murmuró Nate sin entender, pero si en alguien confiaba completamente era en Ranger, y si él estaba pidiendo esa información, entonces se la daría.

Cinco minutos después, Ranger recibía las claves y llamaba al banco.

—Sí, buen día. Necesito información, por favor —pidió—. Necesito saber cuál fue el último monto retirado de esta cuenta.

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