¿Era posible que el alma temblara? Blair no lo sabía, pero podía jurar que eso era exactamente lo que sentía viendo aquellos papeles frente a ella. Las cosas estaban tan tensas con todo el asunto de los supuestos accidentes que aquella había sido la primera decisión drástica que había tomado.
Si algo pasaba… si algo pasaba antes de lo que esperaba, entonces Nathalie se quedaría sin nadie que la cuidara. Por eso había aceptado la propuesta de firmar la adopción anticipada.
—Sabes que no tienes que hacer esto si no quieres ¿verdad? —le dijo él cuando vio que la pluma temblaba en su mano—. Solo estoy haciendo esto para que te sientas tranquila, Blair, pero si no...
—Está bien. Está bien... —aseguró ella—. Solo es algo difícil para mí, pero está bien —murmuró y trató de evitar que aquel cúmulo de lágrimas no salieran de sus ojos mientras firmaba la adopción.
—Solo para que lo sepas: es abierta —le explicó Nate señalando aquella cláusula—. Lo único que significa es que Nathalie también será mi hija, pero no que dejará de ser tu hija. ¿De acuerdo?
Blair se levantó y caminó por el pequeño departamento mientras intentaba calmarse. Lo único que quería era poder estar con su pequeña hacia el final, no pedía más.
Sin embargo, aquella preocupación era tan palpable en su rostro que él se levantó y caminó hacia ella.
—¿Qué es lo que pasa...? ¿Qué es lo que no me estás diciendo? —preguntó sosteniendo su barbilla y ella pasó saliva.
—Es que... ¿Y si no salgo embarazada? —Aquel era uno de sus mayores miedos, porque quizás el avance de su enfermedad significaba que no lo conseguiría.
—Oye, tienes que calmarte con respecto a eso, lo estás pensando demasiado, y a veces cuando pensamos demasiado las cosas simplemente no se dan —le dijo Nate intentando tranquilizarla—. Saldrás embarazada cuando tengas que salir embarazada, no estamos apurados, además yo ya tengo una heredera —sonrió señalándole los papeles a modo de broma y de repente su cara se puso seria—. ¡Demonios, ya tengo una hija! —exclamó como si acabara de caer en cuenta—. ¡Y niña nada menos! ¡Tengo que llamar a Ranger! ¡Necesitamos una cerca eléctrica alrededor de la casa! ¡Y muchos perros...!
—¡Y una escopeta!
—¡Ja! Ranger tiene rifles de asalto, ¡eso es mejor que cualquier escopeta! —replicó él levantando el puño y Blair estalló en carcajadas.
—¡Era sarcasmo, Nate! —dijo quitándole el celular de las manos y él tiró de ella para envolver su cintura y pegarla a su cuerpo.
—Pues no lo uses conmigo, no olvides que soy el epítome de la sobreprotección y el control.
—Sí, ya veo, ya veo... —ronroneó ella.
—Pero no solo soy un controlador extremo, también te puedo hacer reír, ¿ves? —Y aquel roce coqueto de su nariz contra su mejilla la hizo estremecerse—. Te puedo hacer reír... Y te puedo hacer otras cosas...
Blair cerró los ojos y su respiración pareció detenerse al sentir el aliento caliente de Nate contra su piel.
—¿Hoy?... ¿Hoy toca...? —murmuró mientras cada una de sus terminaciones nerviosas enviaba aquella descarga de placer hasta su sexo.
—Mmm... No lo sé, ¿miramos el calendario?
—Está en casa...
—Lo miramos después... —sentenció él.
Blair pasó saliva y asintió porque aquella decisión estaba tomada.
—Sí, mañana lo miramos otra vez… —dijo mientras la boca de Nate asaltaba la suya y se enredaban en un beso tan suave que casi dolía.
Él tenía razón en algo: habían bautizado la casa grande, pero aquel pequeño departamento estaba aún sin estrenar.
Nate tenía toda la intención de ser delicado. Siempre había demasiado fuego entre ellos, y pronto se dio cuenta de que en aquella ocasión no era diferente. Sus besos eran los tiernos, pero el contacto con la piel de Blair simplemente hacía que los dos ardieran. Sus manos la recorrieron con posesividad mientras ella le quitaba el saco y se peleaba con los botones de su camisa. Y Nate solo pudo emitir un gruñido cuando sintió los pequeños dientes mordiendo sobre la piel de su pecho y aquella blusa también se hizo pedazos.
—¡Mujer ¿no te estás dando cuenta de que quiero ser lindo?! —se rio.
—Es que eres lindo, eres lindo cuando gruñes, eres lindo cuando muerdes... Nadie ha dicho que los tigres no sean lindos ¿no es cierto? Pero tiernos es otra cosa... Y tú no tienes nada de tierno —aseguró ella y Nate la miró a los ojos mientras se mordía el labio inferior.
—¡Diablos! ¿a quién quiero engañar? ¡Ven acá! —jadeó levantándola por las caderas y haciéndola envolver las piernas alrededor de su cintura.
El sofá se hundió debajo de ellos y Nate devoró cada centímetro de su cuerpo mientras la tela se desgarraba bajo sus manos y subía a aquella mujer al cielo con algunos plus de más.
Aquella era simplemente una conexión distinta. Hacerle el amor, fallársela, poseerla, cogérsela como un salvaje... Nada de aquello dejaba de ser lindo, apasionado, y muy muy poco tierno.
Le encantaba la forma en que su piel se estremecía debajo de la suya; le encantaba cuando solo la escuchaba pedir más, incluso cuando a veces no podía soporta su peso; le encantaban sus gemidos, sus pucheros, sus gritos. Le dio la vuelta para besar su espalda y cuando volvió a hundirse en ella solo podía maldecir y gruñir la satisfacción. No había un solo pedazo de Blair que no lo volviera loco, desde esos espasmos desenfrenados con que apretaba su miembro, hasta aquella lengua descarada que se metía en su boca y lo hacía embestirla aún con más fuerza.
Del otro lado solo le respondió un largo silencio, y Nate tuvo que cortar la llamada mientras salía corriendo de aquella oficina.
Ni siquiera supo cuántos minutos pasaron mientras se metía en el tráfico como loco y conducía hacia la casa, solo sabía que parecían demasiados, muchos, infinitos e insoportables.
—¡No me hagas esto, nena, no me hagas esto! —murmuraba intentando llamarla una y otra vez, pero la línea solo le aparecía como No Disponible.
Meter la llave en la cerradura fue el mayor acto de autocontrol de su vida, y lo primero que lo recibió fue aquel teléfono hecho pedazos y Blair desmayada en la cocina.
—¡Nena, nena, despierta, abre los ojos, vamos! —exclamó con el corazón latiéndole a mil por segundo.
La vio reaccionar despacio y le gritó a todo pulmón a la niñera, que bajó asustada con Nathalie. Pocos minutos después, Ranger atravesaba también aquella puerta y los acomodaba a todos en la camioneta para llevarlos con la doctora; y nadie pudo evitar que se metieran todos juntos en aquel consultorio.
—Vamos a mandarte a hacer algunos exámenes rápidos de sangre —le dijo la doctora mientras intentaba disimular su cara de preocupación.
Sabía que no podía mencionar la enfermedad delante de su familia, pero eso no impidió que los ojos de Ranger observaran de reojo y atentamente de qué gaveta de aquel archivero la mujer sacaba y guardaba el expediente de Blair.
Los exámenes de sangre, por suerte, fueron bastante rápidos, y una hora después, mientras Nate sostenía en su mano, la doctora les daba aquella noticia que los dejó mudos a los dos.
—Pues supongo que debo felicitarlos. Blair está embarazada.
La muchacha se quedó tan aturdida, que ni siquiera se dio cuenta de que sus ojos se llenaban de lágrimas.
—¿Es...? ¿Es en serio?
—Sí, los exámenes son determinantes. Tienes poco más de tres semanas...
—¿Estás oyendo? ¿Estás oyendo…? ¡Estamos embarazados! —sollozó con alivio girándose hacia Nate... Y él no supo por qué, pero en ese instante lo único que le llegó a la cabeza fue que todo, absolutamente todo, cambiaría a partir de ese momento.
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