BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 52

Sienna Williamsburg tenía muy claro lo que quería: Embarazarse de aquel hombre; porque, aunque en aquel momento la odiara, sabía muy bien que era lo suficientemente buena persona como para no rechazar a su propio hijo. Y en aquel punto eso era lo único que podía conseguir que volviera a estar con ella.

Por eso había tomado la decisión de drogarlo, y gracias a la vigilancia que tenía puesta sobre él, enseguida se había enterado de dónde podía encontrarlo.

Obviamente, el hecho de que estuviera en un bar y ya se hubiera pasado de tragos fue todo un golpe de suerte para ella. Ahora solo tenía que conseguir que se dejara quitar aquella ropa y poder acostarse con él.

Al día siguiente pondría el grito en el cielo cuando amaneciera a su lado, pero después de un embarazo, Nate ya no podría negarse a volver con ella, sobre todo ahora que había echado fuera de su vida a Blair y a su verdadero hijo. Lo único que Sienna necesitaba hacer era darle otro bebé para sustituir aquel vacío tan grande que había creado en Nate.

—¡Vamos, muñeco, deja que te quite esto! —ronroneó.

Si bien había esperado cierta resistencia, no había planeado que fuera tan difícil el simple acto de quitarle la ropa a un hombre tan grande.

Pero lo que definitivamente no esperaba fue aquel estruendo sordo, aquella patada que rompió la puerta de la habitación, y fue solo cuestión de segundos para que una mano la tomara del cabello y la empujara lejos de la cama y de Nate.

—¡Matt! —jadeó sorprendida mientras veía al hombre furioso en medio de la habitación—. ¡¿Qué haces aquí?! ¿Cómo...?

—¡¿Crees que soy tan estúpido como para dejar que embauques a mi hermano de nuevo?! ¡¿Creíste que no iba a estar vigilando, zorra?! —escupió él.

—¡Lo que pase entre Nate y yo no es problema tuyo! —intentó defenderse Sienna—. Él quiso venir...

—¡Sí, sí, se le nota! —rio Matt con sarcasmo—. Lo que me gustaría saber es en ese estado tan deplorable en el que está, ¿cómo planeabas acostarte con él? Porque ahora mismo lo que debe tener debajo de la bragueta es el Festival de los Caídos.

Sienna apretó los dientes y siseó con rabia a creer, sin poder creer que la estuvieran interrumpiendo precisamente en aquel momento.

—¡Lárgate de aquí, Matt! —le gritó furiosa—. ¡Lárgate, no tienes nada que hacer...!

—¡No, no, no te preocupes! ¡Si es que aquí nadie va a hacer nada! —gruñó él con una risa sardónica—. El único que va a hacer algo soy yo, que me voy a llevar a mi hermano. ¡Y trata de no meterte en el camino, porque jamás le he levantado la mano a una mujer, pero juro por Dios que no me molestaría comenzar por ti!

Matt se inclinó hacia la cama y tiró de Nate. Casi eran del mismo tamaño, pero la complexión del hermano menor era bastante fuerte como para levantarlo, y pasó un brazo alrededor de su cintura para ayudarlo a trastabillar fuera de aquella habitación.

—¡Ah! ¡Y que carguen las roturas a la tarjeta que dejaste!... ¿Qué pasó, linda? ¿No te alcanzó el dinero para pagar un hotel así? —se burló antes de irse, y lo último que escuchó fue cómo Sienna tiraba toda clase de adornos contra las paredes para poder controlar aquella frustración.

¡Otra maldit@ oportunidad perdida! ¡No podía creerlo! Había pasado las últimas tres semanas tratando de encontrarse a solas con Nate, y ahora resultaba que el imbécil del hermano llegaba a interrumpir.

Salió de allí maldiciendo y bajó en el ascensor mientras hacía otra llamada. La única que podía calmarla en aquel momento.

—¡Todo se jodió de nuevo! ¡No puedo entender cómo tengo tanta maldit@ mala suerte! —espetó con frustración—. ¿Qué se supone que haga, mamá? ¡Si no logro acostarme con el imbécil de Nate, no podré tenerlo de regreso! Y sin eso, ¿cómo podríamos volver a tener acceso a la familia Vanderwood?

Del otro lado escuchó un suspiro molesto de su madre, y Sienna golpeó los botones del ascensor porque le molestaba hasta que la puerta demorara demasiado en abrirse.

"Hija, todo este tiempo pensé que querías lograr las cosas a través de Nate porque lo querías", sentenció Paloma. "Y sabes que yo haría cualquier cosa por tu felicidad, ¿verdad?..."

—¡Pues no estoy muy feliz ahora, madre! ¡Créeme! —gruñó ella dirigiéndose hacia el estacionamiento donde había mandado que dejaran su auto—. ¡Las cosas están poniéndose cada vez peor! ¡Si no tengo a Nate de regreso, toda la fortuna de la familia Vanderwood se nos escapará!, ¿entiendes? ¡Toda!

Paloma respiró profundo, y quizás era la ansiedad o el aburrimiento de haber guardado durante tantos años el mismo secreto, pero finalmente decidió decirlo:

"Bueno, cariño, si no es obligatorio que sea Nate quien cumpla con ese papel, entonces voy a decirte esto: No lo necesitas. Quizás sea hora de que te enfoques en el verdadero heredero de todo el imperio Vanderwood, y ese cariño, no es Nate."

Aquellas palabras de su madre hicieron que Sienna se detuviera en seco y abriera mucho los ojos. Incluso su mano se quedó a medio camino hacia la manija de su auto. Pero antes de que pudiera replicar o pedir explicaciones, en medio del silencio de aquel estacionamiento escuchó el sonido de una navaja desplegándose.

—¡Todo, mamacita! ¡Todo lo que llevas encima, si no quieres que me quede con todo lo que hay debajo! —gruñó una voz amenazante, y Sienna se dio la vuelta asustada para ver a un par de tipos con pasamontañas.

El teléfono estuvo a punto de escapar de su mano cuando uno de ellos se lo quitó como un gesto feroz, y el otro, además de amenazarla con la navaja, le hizo un gesto de la mano para que le entregara la cartera.

—¡Tiene que ser una maldit@ broma! —siseó la mujer entre dientes mientras el corazón le palpitaba desesperado.

¡No podía ser que le estuvieran asaltando en medio de la madrugada en un estúpido estacionamiento como si ella fuera una mujer cualquiera!

Por desgracia, donde realmente necesitaba desaparecer la tensión, la ansiedad y el miedo era muy lejos de allí.

A menos de cien millas, en la falda de aquella montaña, una pequeña familia intentaba mantener el mejor ánimo posible mientras esperaban las navidades.

Pero aunque Blair estaba haciendo todo lo posible por mantenerse fuerte, Ranger sabía muy bien que toda aquella ansiedad la estaba consumiendo.

Procuraba pasar la mayor parte del tiempo posible con Nathalie, excepto cuando realmente se sentía demasiado cansada y entonces lo único que hacía era dormir. Seguía su tratamiento al pie de la letra, pero estaba bastante segura de que nada de aquello serviría al final.

"La última Navidad", era lo único en lo que podía pensar y aquel sentimiento le desgarraba el corazón.

Ya habían hecho un hermoso árbol y decoración en casa de Nate, pero le daba pena pedirle a Ranger que hicieran algo parecido allí. Sin embargo, ni siquiera tenía que comentarlo, porque él parecía leerla perfectamente.

—¿Chocolate? —le preguntó sabiendo que era una de esas cosas que a ella le levantaban el ánimo.

—Sí, gracias —respondió la muchacha mirándolo con curiosidad porque traía puesto un abrigo grueso—. ¿Vas a salir?

—Sí, voy a salir, me llevo a la señora Margo y a Nathalie. Vamos a dar un paseo por el pueblito y a comprar adornos de Navidad.

—¿En serio? Yo también quiero i...

—¡No, no, tú no quieres nada! Tú te quedas aquí tranquilita, bebiendo chocolate caliente y esperando tu sorpresa de Navidad —advirtió él antes de despedirse apurado.

Y Blair realmente no fue capaz de comprender cuál era la prisa hasta que escuchó que tocaban a la puerta, y frente a ella apareció realmente la única sorpresa de Navidad que estaba esperando.

—¡Nate!

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