Dos sílabas, cuatro letras, y aun así aquella palabra hizo que Heilyn perdiera el aliento y que los ojos de Matt se llenaran de lágrimas en un instante.
La mano de la muchacha se cerró inconscientemente sobre el suéter de su hijo, pero sabía que no podía retenerlo porque cuando su hijo la miró solo vio en ellos una pregunta llena de esperanza.
—Él es mi papi… ¿verdad mamá? ¡Tú dijiste que mis ojos eran como los de mi papá! ¡Tú lo dijiste! —exclamó el niño y Heilyn asintió alcanzando su cara entre las manos.
—Lo sé, mi amor, yo te lo dije… —susurró asustada.
—¿Entonces él…? ¿Él es mi papá?
Heilyn miró a Matt por un segundo y todo lo que vio en su expresión fue una determinación imperturbable.
—Sí, mi cielo, él es tu papá —dijo por fin y Matt pasó saliva antes de agacharse a la altura del niño.
No podía negar que tenia miedo, tenía mucho miedo de cómo fuera a reaccionar o qué le habría dicho aquella mujer sobre él. Quizás su hijo pensara que lo había abandonado, o que no lo quería… Y Matt notó aquel nudo en la garganta que apenas le permitía hablar, pero finalmente tuvo que despegar los labios.
—Hola camp… —y no pudo terminar, porque un segundo después aquel niño se había echado en sus brazos y Matt lo levantaba, abrazándolo con fuerza mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y Heilyn se daba la vuelta, en un esfuerzo inútil para que no la vieran llorar a ella también.
—¡Viniste! ¡Mami dijo que ibas a venir! ¡Dijo que ibas a venir por nosotros! —exclamó Sian y cuando los ojos de Matt buscaron a la muchacha, ella solo abrió más la puerta y le hizo un gesto para que se metieran a la casa.
—Ven, será mejor que entren… —susurró y Matt no dejó de abrazar a su hijo ni por un segundo mientras encontraba una silla en la que sentarse y le revolvía el cabello a Sian.
—¡Dios, eres tan lindo! ¡Y estás tan grande! —exclamó mirándolo de arriba abajo—. ¡Me da tanto gusto conocerte, hijo!
Sian sonrió de oreja a oreja y volvió a abrazarlo.
—¡A mí también, papi! Los niños en la escuela decían que yo no tenía papá, pero mamá siempre me dijo que eso no era cierto, que yo sí tenía un papá, y cuando llegan tus regalos de cumpleaños voy y se los enseño a esos niños ¡para que vean que sí tengo papá!
—¡Pero claro que tienes papá, yo soy tu papá! —rio emocionado mientras contemplaba a su hijo y pensaba en que aquella mujer se había encargado de hacer constar su presencia para Sian aunque él no estuviera—. No te preocupes, ahora estoy aquí y te voy a llevar a la escuela todos los días, para que los demás niños ya no te molesten.
El niño sonrió de oreja a oreja y Matt se dio cuenta de lo mucho que se parecía a los chicos Vanderwood en todo. No dejaba de sorprenderle aquella reacción, pero sin dudas estaba feliz por ella.
—¡Gracias papi! ¡Y vamos a llevar mi robot!
—¿Tu robot?
—¡El que me regalaste en mi cumpleaños!
—¡Ah, claro, ese…! ¿Me lo enseñas? —le pidió y el niño fue corriendo a la única habitación de aquella casita para buscar su juguete.
Realmente no era nada del otro mundo, ni siquiera tenía luces o se movía solo, pero Sian parecía amarlo con todo su corazón y Matt no cometió el error de decir que le compraría uno mejor, porque para un a mujer con tres trabajos aquel que no hacía nada de nada debía haber sido un gran esfuerzo.
—¿Están “biforciados”? —insistió Sian haciendo un puchero.
—¿Eh…?
—¡Tengo un amiguito que sus papás están “biforciados” y se odian! —exclamó Sian casi con espanto y Matt se apresuró a agacharse junto a él.
—No, hijo no, tu mami y yo no estamos… divorciados, ni nada parecido.
—¿Entonces tú sí quieres mucho a mi mami? —lo increpó Sian y Matt asintió con una sonrisa segura.
—Claro, hijo, yo quiero mucho a tu mami, de verdad.
—¿En serio?
—Te lo juro.
Sin embargo ninguno de aquellos dos adultos estaba listo para la siguiente protesta de Sian, mientras el niño se cruzaba de brazos:
—¿Y por qué a mami no le das besitos?
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