—¡Abre la puerta! ¡Abre la maldit@ puerta! —gritó Nate desesperado mientras llevaba a Blair desmayada en sus brazos, y Asher se apresuró a abrirle la puerta trasera de la camioneta para que su hermano pudiera acostar a la muchacha sobre el asiento.
—¿Y qué demonios pasó? —lo increpó asustado, pero la verdad era que Nate estaba más nervioso todavía.
—¡No lo sé, solo se desmayó! ¡Hay que llevarla al hospital! ¡Ahora! —sentenció y Asher lo empujó también a la parte de atrás.
—¡Entonces yo conduzco, tú no puedes manejar así! —declaró y un momento después aceleraba para salir de la propiedad.
Por el camino Blair comenzó a reaccionar, pero se sentía tan cansada y tan mal que no fue capaz de protestar porque la estuvieran llevando al hospital. Pocos minutos después los recibían en Urgencias y lo mismo el doctor que la muchacha trataban de calmar a Nate.
—Es que no entiendes, amor, ¡esto es culpa mía! —replicaba él.
—¿Cómo va a ser culpa tuya? ¡Las mujeres se desmayan por el embarazo! —intentó tranquilizarlo Blair—. ¡Solo me dio un mareo, solo eso!
—¡No, no es solo eso, yo vi tu cara! —jadeó Nate con ansiedad—. ¡Estás sobre esforzándote, has estado cuidándonos desde que pasó todo esto con papá y yo...! ¡Diablos, no debí dejar que hicieras nada!
—Nate, por favor, cocinar un poco y con mucha ayuda no es sobre esforzarme, te juro que no me pasa nada.
Y Nate estaba a punto de volver a replicarle con otra de aquellas culpas cuando el médico los detuvo.
—A ver, cálmense los dos, por favor. Vamos a resolverlo de la mejor manera posible —les dijo—. Solo vamos a hacer una ecografía y revisamos que el bebé esté bien y listo. Es normal sentir náuseas durante el embarazo, sobre todo cuando hay situaciones de estrés. Pero les aseguro que si chequeamos al bebé, vamos a sentirnos todos más tranquilos, ¿verdad?
Nate asintió con rapidez y Blair también estuvo de acuerdo, porque desde el incidente no le habían vuelto a hacer ninguna revisión a su embarazo.
Poco después los hacían pasar a una sala, y Blair se estremeció cuando sintió el gel frío sobre su vientre. Nate estaba a su lado, pasando el peso de un pie al otro con nerviosismo y apretando su mano como si ella fuera su ancla a la realidad.
Ninguno de los dos sabía lo que estaban viendo en aquella pantalla cuando el médico comenzó a pasar el transductor sobre la piel de la muchacha, pero cuando subió el volumen de la máquina, aquel sonido sí que fue perfectamente reconocible; y Nate casi se echó a llorar a lágrima viva cuando escuchó el corazón de su bebé.
—¡Oh Dios, es bien rápido! —exclamó con una sonrisa llorosa—. Está fuerte, ¿verdad?
—Sí, está muy fuerte —aseguró el doctor—. Todo se ve muy bien, parece sano y sus constantes son fuertes... Vamos a revisar un poco más... Eso es...
Durante algunos minutos más el doctor estuvo evaluando al bebé, pero finalmente su conclusión logró calmar a Nate.
—El bebé va muy bien. Pero a medida que comience a crecer, es normal que Blair esté más cansada, entonces mi única recomendación es que descanse, que no haga nada, ¿de acuerdo?
Se despidió para dejarlos solos, y Nate se inclinó hacia ella, dándole un beso sorpresivo.
—¿Escuchaste? ¡No vas a hacer nada de nada! ¡A descansar! ¡Patitas para arriba! —le advirtió mientras sus ojos se humedecían—. ¡Gracias, nena, gracias por esto! Por favor, vamos a cuidarte más, ¿sí? No puedo con otro susto como este.
—Ya sé yo dónde quieres tú mis patitas —rio Blair y él volvió a besarla, porque cada día parecía que lo único quería hacer era besarla más.
El médico les entregó una pequeña foto de la ecografía, y de regreso a la casa se la entregaron a Rufus como regalo de bienvenida.
Sobra decir que el señor Vanderwood estaba más que encantado con la primera fotografía de su nuevo nietecito, y que aquella fiesta de bienvenida terminó en la pregunta del millón.
—Entonces, ¿cuándo hacemos esa boda? —insistió Rufus, y Nate y Blair se miraron.
—Bueno, si accedes a que sea algo privado —respondió Nate—, en un par de días podemos hacerlo.
—Excelente, lo único que quiero es que mi corazón termine de arreglarse y esta es la solución —aseguró el viejo—. La hacemos aquí mismo, ponemos bien linda la hacienda y que la ceremonia sea solo familiar.
—Eso de verdad me gustaría —le sonrió Blair—. Pero esta vez voy a buscar un nuevo vestido de novia para la buena suerte, y me voy con Jocelyn porque es una chica.
Nate quería protestar, pero la verdad era que la muchacha ya estaba recuperada y era una excelente militar, tan buena como Ranger. Así que al día siguiente y con mil recomendaciones, les permitió irse a comprar aquel vestido de novia.
Esta vez Blair podía comprar algo sencillo y lindo que fuera para ella, pero en todo el tiempo que estuvo probándose vestidos y conversando con Jocelyn, solo una pregunta realmente importante salió de sus labios.
—¡Precisamente porque es una tradición! —replicó Blair con una sonrisa—. ¡Y seguro tú también lo pensaste dos veces antes de venir, porque mira qué ahora es, son las tres de la madrugada y...!
—¿Y por qué no estás dormida? —la increpó Nate, mirándola a los ojos—. ¿Por qué estás caminando de un lado a otro, nena? —La alcanzó y la envolvió en un abrazo suave antes de meter un mechón de su cabello detrás de la oreja—. No tenemos que hacer esto por obligación, no tienes que casarte conmigo si no quieres, no tienes que...
—Es que sí quiero —replicó ella con un nudo en la garganta y sus ojos se humedecieron en un instante—. De verdad quiero, pero...
Los labios de Nate devoraron los suyos en un segundo, y Blair se estremeció escuchando aquel ronroneo suave que salía de su boca mientras la besaba. Su lengua tenía una habilidad especial para conquistarla, y ella tenía otra para rendirse. Quizás solo fueran las hormonas del embarazo, quizás era esa necesidad inminente de pertenecerle, pero las manos de aquel hombre quitándole la ropa era una de las mejores sensaciones del mundo.
Gimió cuando sintió aquel rastro de besos bajando por su garganta, aquellos dedos traviesos jugando con sus pezones antes de llevárselos a la boca, aquella forma especial de devorarla y hacerla olvidar todo mientras le hacía el amor.
Nate sobre ella, empujando, abriéndola, embistiéndola como si el mundo estuviera a punto de acabarse... Nate debajo de ella, sosteniéndola, provocándola, llevándose sus últimos restos de cordura con cada beso...
Solo había una cosa en el mundo de la que Blair no quería escapar y eso era de la pasión de Nate, de esos momentos donde nada importaba, donde el choque de sus cuerpos era la música perfecta, y aquellos orgasmos se llenaban de complicidad y de promesas.
—¿No se supone que esto se hace en la luna de miel? —murmuró Blair respirando entrecortadamente después del tercer Plus y él acarició su mejilla con suavidad.
—Es que creí que sería bueno dejar establecido que te lo voy a hacer en todas las lunas —respondió Nate, pero apenas los efectos de aquel clímax fueron pasando, pudo ver la preocupación en sus ojos—. Necesito entender —le dijo—. No puedo ver estos ojos mañana, porque voy a sentir que no quieres decirme que sí.
Blair respiró hondo y se dio valor.
—No hay nada que quiera más que decirte que sí, pero no puedo casarme contigo sin decirte la verdad, no puedo ser otra más de las personas que te mientan, Nate.
Él pasó saliva y vio el nerviosismo que la muchacha tenía.
—¿Mentirme? ¿Cómo que mentirme? —murmuró viendo la tristeza en los ojos de la muchacha.
—Sí quiero casarme contigo, y sé que esto es muy egoísta, pero sí quiero hacerlo porque soy muy consciente de que esta será la única vez que me casaré en mi vida... Pero no puedo quedarme después, Nate. No puedo quedarme a cuidar a nuestros hijos.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: BEBÉ POR ENCARGO