BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 67

Nate sentía que se asfixiaba. Tenía tantas ganas de abrazar a su hijo y darle la bienvenida al mundo como de derrumbarse allí mismo y dejarse llevar por el dolor y la desesperación.

—¡No, no, no, no, no….! Ella no puede… ella no puede estar…

—La tenemos con soporte vital por ahora —murmuró la doctora y Nate apretó los puños mientras contenía el aliento—. Soportó la operación…

—Entonces ella podría…

—Señor Vanderwood… —La doctora no sabía cómo decirle aquello, así que le hizo un gesto a uno de los residentes para que se llevaran al bebé a que lo atendieran mejor—. Blair está clínicamente viva, pero es solo cuestión de tiempo, de muy poco tiempo.

Nate se llevó las dos manos a la cabeza con un gesto desesperado y Matt lo abrazó. Para todos estaba siendo un golpe demasiado duro saber sobre la enfermedad de Blair, y Matt sabía que Nate ya no podía soportar otro de esos golpes sin perder la cordura.

—Creo que deberían hablar con su oncóloga. Ya la mandé a llamar, ella es la que puede decirles cómo es que evolucionará esto. ¿De acuerdo? —les dijo la doctora y Nate sintió que perdía hasta la última gota de voluntad.

Arrastró los pies hasta aquel consultorio que le indicaban y nadie pudo decirle a los cuatro que no entraran.

La oncóloga era una mujer mayor y amable que había visto suficiente dolor en su vida, así que los recibió con respeto y Nate se enteró de cómo había sido todo aquel proceso.

—Pudimos hacer el trasplante con Nathalie pero Blair se negó a arriesgarla —le contó la doctora—. Encontrar donantes fuera de la familia para los casos de leucemia siempre es más difícil, y si hubiéramos tenido más tiempo…

—¡No me hable de “hubieras”, maldit@ sea! ¡Deme una solución! —rugió Nate desesperado—. ¡Deme una, al menos una! ¡El nombre de un médico que sí pueda salvarla! ¡Un tratamiento, cueste lo que cueste! ¡Pero deme algo! ¡No me diga solo que tengo que esperar a verla morir!

Las lágrimas ya se habían hecho una parte intrínseca de su rostro, y el corazón le dolía tanto que juraba que los infartos debían sufrirse menos.

—¡Por favor, doctora, lo que sea! —suplicó desesperado y la mujer apretó los puños antes de responder.

—Hay… hay una posibilidad muy pequeña, señor Vanderwood, ahora que el bebé nació —murmuró la doctora u todos se echaron hacia adelante para prestarle atención—. Hay células madre en el cordón umbilical de su hijo, células que pueden servir para un trasplante pero…

—Pero ella está muy débil. —Elijah dijo lo que la mujer no se atrevía a decir.

—Sí, está muy débil ya, no hay garantías de que pueda recuperarse.

—¡Pero tiene que intentarlo! ¡Tiene que intentarlo! —exclamó Nate.

La doctora pareció luchar con su ética por un instante y luego todos la vieron salir corriendo del consultorio. Gritos, órdenes, más movimiento del que todos habían esperado y mucha incertidumbre, demasiado tiempo sin noticias, en la oscuridad, en el miedo.

—Quiero ver a mi hijo —murmuró Nate unas horas después, porque tanta tristeza no podía curarse pero su pequeñito no tenía culpa de eso.

Le pidieron de favor a la doctora que los llevara con el bebé, y después de una ducha de desinfección dejaron por fin a Nate acercarse al cunero de su hijo. Tuvo que contener el amor y el dolor en un solo beso y lo abrazó por los dos, por Blair y por él.

—Mami no puede venir a verte ahora, hijo. Pero papi va a estar aquí contigo, ¿de acuerdo? Papá va a estar aquí —le susurró con amor pensando en la otra bebé que tenía en casa y en la desesperación que en aquel mismo momento debía estar viviendo la señora Margo.

—Disculpe, ¿ya tienen un nombre para él? —preguntó una de las enfermeras mostrándole que podía escribirlo en la bandita de su muñeca y Nate asintió.

—Si, se va a llamar como mi abuelo, Brasen, Brasen Vanderwood.

—Es un lindo nombre con un lindo significado —advirtió la enfermera anotándolo—. “Regalo de Dios”, ¿Verdad? —preguntó y Nate sintió besando a su hijo.

—Él es el regalo de una diosa.

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