Nate no quería provocarle a su padre ningún dolor, pero no podía ocultarle el hecho de que Blair estaba debatiéndose entre la vida y la muerte.
Los gemelos y el señor Rufus no tardaron en subirse a un avión después de que Matt los llamara, así que muy pronto estaban en aquel hospital, conociendo al pequeño Brasen y apoyando a Nate tanto como era posible.
—Tiene que haber algo que podamos hacer, Nate… —murmuró su padre con el corazón deshecho—. Mis nietos se merecen tener a su madre con ellos y Blair… esa niña merece que todos peleemos por ella. ¡Tiene que haber alguna solución!
Nate pasó saliva y apretó los labios mientras miraba a su padre.
—Su oncóloga nos dio acceso al MD Anderson, es el mejor hospital oncológico de todo el país y está en Houston —murmuró Nate—. Dice que nunca estará lo suficientemente estable para un traslado así que el simple hecho de llevarla allá es un riesgo en sí. —Sus ojos se llenaron de lágrimas pero se las limpió con determinación—. Voy a tomar el riesgo papá. Tengo que intentarlo todo. No puedo solo… dejarla ir.
Rufus asintió mientras le daba un abrazo y trataba de consolarlo.
—Por supuesto que vamos a intentarlo todo, hijo. Vamos a intentarlo todo.
Para Nate salir de aquel hospital, ir a casa y hablar con la señora Margo, fue otra de las cosas más difíciles de su vida. La pobre mujer ya lo sabía, pero eso no cambiaba en nada el dolor que estaba sintiendo.
—Solo le pido que venga conmigo a Houston, por favor —le pidió Nate—. Los niños necesitan a su abuela más que nunca.
—Claro, muchacho, claro que voy a ir a donde haga falta.
Los dos días que siguieron fueron de completa oscuridad. El bebé tenía que estar lo suficientemente fuerte para poder viajar y mientras todos los demás solo rezaban día y noche para que Blair aguantara.
Por fin la subieron a aquel avión y Ranger se hizo cargo de Nathalie, mientras la señora Margo cuidaba del bebé y Nate iba a sentarse junto a Blair. Era la primera vez que lo dejaban acercarse tanto desde la operación, y él tomó su mano, acariciándola con un gesto suave y lleno de amor.
—Sabes que tienes que aguantar, ¿verdad? Tienes que aguantar por nosotros, por nuestros bebés, y por mí —murmuró con el corazón atorado en la garganta—. No puedes dejarnos, ¿de acuerdo? No puedes abandonarnos, nena. Por favor aguanta. Por favor, resiste, te lo suplico…
Intentaba mantenerse fuerte, pero era imposible no desmoronarse sabiendo que de un segundo a otro estaba a punto de perderla.
Ese vuelo se le hizo infinito, pero los médicos estaban más que pendientes a cualquier cambio y controlaban cada vez que sus signos se salían de las variables normales. Para el momento en que aterrizaron en Houston, Nate estaba devastado y seis horas después, escuchando el diagnóstico de los médicos en aquel hospital, sintió como si estuviera pagando todos los pecados del mundo él solo.
—¿Podré venir a verla? ¿Podré estar con ella? Es que no… no quiero que esté sola.
—Tanto tiempo como quiera, Blair puede tener un acompañante de forma permanente —accedió el doctor y Nate dejó en manos de los gemelos todo el trabajo de conseguirle una casa donde pudieran vivir en Houston.
Dos días después estaban instalados y Nate se tragaba todo su dolor para ejercer a tiempo completo su papel como papá. Obviamente era difícil para un bebé recién nacido estar sin su madre, así que Nate hacía hasta lo imposible por compensar aquel vacío para sus dos hijos.
Estaban a solo una hora de la hacienda así que poco después Rufus llegó también para quedarse con él de forma permanente. Se había recuperado de su infarto bastante bien y ayudar a Nate con los niños lo hacía sentirse fuerte. Él, Nate y la señora Margo se ocupaban de los nenes, y mientras Ranger y los chicos Vanderwood hacían turnos para quedarse con ellos y ayudar en lo que se pudiera.
Pero cada día que pasaba era doloroso y traía nuevos desafíos que nadie había siquiera imaginado.
—Tenemos que reunir a todos —le dijo Nate a su padre un día—. Tenemos que decidir qué haremos ahora con la empresa, porque yo ya no puedo estar a cargo. Mi cabeza solo está en Blair y en mis hijos, papá. Por favor, quítame esa carga.
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