BEBÉ POR ENCARGO romance Capítulo 9

Ni uno solo de los teléfonos que había en su oficina, ni una sola de las extensiones dejaban de sonar y Nate quería que la tierra se abriera bajo sus pies y se lo tragara.

Aquel probablemente se convertiría en el peor día en la historia de la compañía familiar, sin embargo, cuando su asistente entró en medio de aquel caos, la mujer solo se encogió de hombros con una sonrisa.

—Maggie, ¿ya te volviste loca o ya tienes trabajo en otra empresa? —le preguntó Ranger viéndola tan contenta.

—¡Es que son buenas llamadas! —exclamó la asistente—. Estamos recibiendo decenas de solicitudes para entrevistas en radio y televisión, pero además no han parado de llamar nuevos inversores para la compañía.

—¡¿En serio?! —Nate se echó adelante en el asiento con una expresión de incredulidad.

—Así es, yo no sé mucho sobre estas cosas pero creo que deberían revisar las finanzas esas o algo así.

Ranger le hizo un gesto apresurándolo y Nate de inmediato se metió en la bolsa de valores para ver qué estaba pasando en aquel mismo momento con las acciones de la compañía, y para su sorpresa se las encontró cotizando por las nubes, habían subido su valor en un diecisiete por ciento solo en cuestión de unas horas y literalmente habían ganado millones.

—¡Ah por cierto, los socios están llegando! —añadió Maggie—. Se están reuniendo todos en la sala de juntas y pidieron verlo.

Nate asintió ajustándose la corbata y caminó hacia esa sala seguido de Ranger.

No sabía lo que le esperaba, pero definitivamente no eran aquellos abrazos y felicitaciones.

—Después de todo eres hijo de tu padre, solo ustedes podían haber tomado una decisión así —le dijo uno de los socios—. Pero te soy honesto, es una suerte que no haya sido malinterpretado. Ese vídeo fue nuestra salvación contra todas esas protestas de los ambientalistas. ¡Fue muy inteligente de tu parte grabarlo!

Nate sonrió con un gesto de confianza que era solo la apariencia, porque cuando todos los socios se fueron, él se giró hacia Ranger y lo increpó.

—¿Fuiste tú? ¿Eso del vídeo lo hiciste tú?

—No, te juro que no —respondió su amigo.

—¿Y entonces quién? Por el ángulo es claro que ese celular estaba dentro de tu camioneta.

—¡Pues sí pero ahí no había nadie más, solo nosotros y...!

Por un segundo se miraron y dijeron el mismo nombre.

—¡Blair!

—¡Blair!

Tenía que haber sido ella, por eso había insistido tanto en que le explicara su decisión de sacrificar a los animales.

Durante todo el día Nate se quedó resolviendo el asunto de los nuevos inversionistas de la empresa y dando breves entrevistas para zanjar la noticia.

Y en la noche, cuando llegó a casa, ya era lo suficientemente tarde como para que el silencio fuera absoluto. Se dio un baño y como no quería dejar aquello para después, tocó un par de veces en la habitación de Blair y ella abrió la puerta con un gesto preocupado.

—¿Puedo pasar? —preguntó él y la muchacha se hizo a un lado.

—Por supuesto, es tu casa.

Nate caminó hasta el centro de la habitación y se metió las manos en los bolsillos del pijama.

—Escucha, sé que tú liberaste ese vídeo, y eso realmente me salvó de muchos malos momentos hoy. Así que quería darte las gracias.

Blair asintió en silencio mientras llegaba junto a él y Nate miró alrededor.

—¿Nathalie?

—Ya está dormida en su cuarto —murmuró ella y durante un largo segundo se quedaron allí, mirándose, hasta que él salió lo más intempestivamente posible.

Ahogó un gemido desesperado cuando lo sintió trepar por su cuerpo, sustituyendo aquella lengua con sus dedos y recreándose contra uno de sus pezones antes de metérselo en la boca. Cada toque suyo tenía electricidad, cada movimiento de sus dedos sobre su sexo era como un latigazo hasta la base de su nuca que la hacía cerrar violentamente los dedos sobre las sábanas; cada mordisco suyo sobre sus senos era un gemido que arrancaba de su boca sin que pudiera evitarlo. Y cuando ya la tenía allí, sin palabras y con aquellos labios entreabiertos, Nate impuso su peso sobre ella y empezó a penetrarla lentamente.

Blair se cubrió la boca con una mano y él se la apartó para besarla, ahogando sus gritos mientras empujaba su miembro dentro de ella hasta tocar su final.

Era suave y apretada, sus paredes latían a su alrededor haciendo que su erección casi vibrará del gusto. Salió para hundirse de nuevo en ella y empujó más, golpeando ese fondo que le arrancaba gemidos bajos y desesperados. Subió una de sus piernas sobre su cadera para tener mejor acceso y se empujó con fuerza, soltándose completamente mientras la veía morderse los labios tratando de contener los gritos.

En aquel punto Blair ni siquiera sabía lo que estaba haciendo ni por qué estaba su cuerpo reaccionando de aquella manera.

Era un negocio, solo era un negocio, y aun así el peso de aquel hombre sobre su cuerpo, su sudor mezclado con el suyo, el sabor salado de su piel cuando se acercaba a su boca, cada gruñido ahogado que dejaba escapar mientras la embestía sin piedad... Ni siquiera era capaz de empezar a describir como la estaba sobrepasando todo aquello.

Cada fibra de su piel se erizaba con su roce, sentía su miembro como una barra de acero atravesándola, un dolor sordo y placentero se extendía desde sus caderas como si su pelvis estuviera abriéndose de nuevo. Cada embestida era feroz, y el ritmo se volvió tan que Blair sintió que simplemente se rompería de un momento a otro mientras aquellos espasmos empezaban a recorrerla.

Sintió el latigazo escalando por su vientre, subiendo… subiendo… hasta formar aquel grito en su garganta, uno que tensó todo su cuerpo y que Nate ahogó contra su boca.

Intuyó la llegada de aquel clímax en la forma en que él se empujaba dentro de ella, cada embestida más fuerte y más profunda hasta que finalmente aquel gruñido de satisfacción salió de su garganta, y Blair sintió aquella descarga cálida inundando su interior.

—¡Maldición! —gruño Nate jadeando, intentando recuperar el aliento mientras subía las dos piernas de Blair a uno de sus hombros y se dejaba caer sobre sus talones exhausto.

Y si había un momento para que aquello se volviera algo completamente incómodo era ese.

Nate solo tuvo un segundo para percibirlo y alcanzó una de las mantas de la cama para echarla encima de Blair, tapando incluso su cara.

—En Internet dicen que esta es una muy buena posición —dijo sin salir de ella—. Deberías mantener las piernas arriba por algunos minutos... Quizás... quizás así tendremos que hacer esto menos seguido.

Blair no se movió, no dijo una palabra, no pronunció ni un sonido. Solo se hizo un pequeño ovillo cuando él por fin bajó sus piernas y dejó de sentir su peso sobre la cama.

—Supongo que nos veremos mañana otra vez —murmuró él antes de irse y por la forma tan quieta en que ella estaba, ni siquiera pudo imaginar que estaría llorando.

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