(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 13

El desayuno se llevaba a cabo en silencio aunque para El Príncipe y su madre, no pasaban desapercibidas las miradas que El Jeque e Isabella, se dedicaban, él parecía relajado, ella parecía nerviosa y tensa. Entonces tanto El Príncipe como su madre, se preguntaban;

¿Había pasado algo entre ese par?

¿Por qué se mostraban de aquella manera?

-Excelencia...-Isabella, fue la primera en hablar aquella mañana.

-Sí, Isabella- aquella profunda voz aterciopelada y ronca, le había acariciado imaginariamente, así que ella se estremeció.

-Yo...- comenzó pero no había podido terminar. 

-¿Isabella?- Zahir, no pudo contenerse así que soltó la pregunta- ¿desde cuándo ha dejado de ser la Señorita Stone?- preguntó burlón.

-Desde que decidí llamarle por su nombre de pila- respondió Zabdiel, sin inmutarse. Mirándo retadoramente a su hermano, cómo queriéndo instarlo a contradecirlo.

-Mmmmm... Majestad, ¿cuáles son sus intenciones con Isabella Stone?, no nos iría bien una guerra con Inglaterra, solo porque su Excelencia, no pudo resistirse a esos ojazos verdes.

-Zahir...no me provoques-frunció el ceño- amanecí de buen humor hoy.

¿Eran ideas suyas o El Jeque, la había mirado al pronunciar aquellas palabras?

Sentía que estaba terriblemente ruborizada y no era cómodo estarlo.

-Excelencia... -prosiguió El Príncipe.

-Si continúas, te exiliaré, sin importar que madre llore de por vida.- la aludida rió.

-No lo haga, Majestad. Es mi hijo más pequeño- aparentó un tono preocupado y dramático, sin poder evitarlo rieron los cuatro.

Después de reír, todo quedó nuevamente en silencio.

-Yo... me gustaría fotografiar algunos lugares.

-Yo podría mostrarte el Palacio - se ofreció Zahir.

-Ni pensarlo, hermano. Seré yo quien le muestre Palacio a Isabella.

-Bien... bien, adelante, Majestad. Está usted en su casa- le dedicó una sonrisa burlona.

El Palacio era realmente hermoso, un lugar exquisito con una decoración elegante y majestuosa, Isabella fotografiaba sorprendida aquel lugar tan magnifico, tan imponente que intimidaba, dejando volar el lente de su cámara de un rincón a otro, pareciendole uno más hermoso que el otro.

El Jeque, le indicaba algunos lugares que podían servir para fotografiar, y ella casi siempre seguía su recomendación. En un par de ocasiones le pidió que posara junto a alguna puerta, junto a algún cuadro importante, y aunque se negaba al principio, El Jeque, siempre terminaba cediendo.

Isabella le pidió al entrar a aquel salón que fungía como oficina del Jeque que se ubicará en los ventanales que estaban abiertos, él obedeció muy seriamente, la luz matutina le bañaba dándole un aire de sobrenaturalidad, se veía majestuoso e imponente. Cómo esos antiguos Jeques de la historia que parecían pequeños dioses, hermosos como ángeles. 

Isabella, no dejaba de activar el flash, distraída se mordía el labio dedicada a la tarea de intentar captar su mejor ángulo, pero lo cierto es que todos los ángulos parecían ser perfectos, pues a su parecer todas las fotos eran hermosas.

-Me gustaría fotografiarlos juntos.

-Mi hermano ama las fotos- dijo con una sonrisa.

-Espero que su madre también lo haga, me gustaría tomarle un par de fotografías.

-Mi madre estará encantada de ayudarte, te lo aseguro.

-Bien, tomaré un par de fotografías más. Sería maravilloso si se coloca junto al escritorio, con una mano sobre la silla y mira hacia el escritorio.

-No sé si...

-Quedará maravilloso- sonrió y una chispa dorada brilló en sus ojos.

Zabdiel, tomó la postura que ella indicaba y la vió volver a concentrarse en su trabajo. 

Zabdiel, la observaba, ella amaba la fotografía, sus ojos brillaban cada vez que disparaba en clip de esa cámara. ¿podría ella escoger Norusakistan por encima de su profesión?, ¿podría escogerlo a él?

Siguieron el recorrido, mostrándole los rincones de Palacio.

Fue lo último que escuchó, antes de verse rodeada nuevamente por los brazos del Jeque.

La besó. La besó con ardor, pasión, explorando cada centímetro de ella, arrebatando cada secreto de su boca. Isabella, gimió al sentir que la pasión la consumía, que El Jeque, le arrancaba el aliento, los gemidos, los suspiros y... posiblemente el corazón.

No sabía que le estaba ocurriendo con aquel hombre pero, sencillamente se sentía idiotizada por él, se creía incapaz de negarle cualquier pedido y aquello era peligroso, Norusakistan y su Soberano, amenazaban con robarle la razón.

-Siento que es aquí a dónde perteneces... - le susurró junto a su boca.

-Majestad... - le acarició el mentón- deberíamos detenernos- dijo casi sin aliento.

-Sé que no es lo que deseas, pero no temas, sería incapaz de aprovecharme de ti.

-Yo...

-Dame tiempo, Isabella- le pidió en un tono que parecía que le suplicara.

-¿Tiempo?, ¿tiempo para qué?- preguntó temblando internamente.

-Tiempo para descubrir lo que sucede entre los dos. Tiempo para conocerte, tiempo para que me conozcas. Tiempo... solo tiempo.

Él no había esperado respuesta, antes de volver a besarla.

Siguieron su recorrido. Isabella, aprovechaba de retratar los lugares más hermosos y de mayor magnificencia en la casa real. Después de un par de horas más, se dirigieron a uno de los salones, con la intensión de tomar un refrigerio. Estaban por llegar cuándo Haimir, llegó hasta ellos, con rostro serio.

-Excelencia- hizo una reverencia.

-Haimir- le respondió sereno- ¿qué ocurre?

-Su primo está aquí, Majestad- inmediatamente Zabdiel, frunció el ceño.

-¿Qué es lo que quiere?- preguntó intentando contener la ira ante la desfachatez de su propia sangre.

-El señor Esquizbel, ha dicho que viene a ver a la señorita Stone.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: (COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE