(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 21

-Buenas noches Nazir. Yo. . .yo quisiera ver al Jeque.

-Por supuesto, señorita. Se hizo a un lado e Isabella, llamó con algo de timidez.

-Adelante- la voz del Jeque se hizo escuchar. Isabella, entró con rapidez, y lo encontró envuelto en una hermosa túnica dorada y el cabello aún húmedo- Isabella, que grata sorpresa, amada mía- le dijo con una gran sonrisa e Isabella, se estremeció, cada vez que la llamaba de forma cariñosa, la hacía conmover.

Caminó hasta él y lo abrazó, aferrándose a él con fuerza.

-Pensé que vendrías a mis habitaciones.

-Ese era mi pensar, pero aún es temprano, no quería que el servicio me viera.

-A mí me ha importado muy poco la opinión del servicio- lo miró y acarició aquel hermoso rostro masculino- solo quería verte- El Jeque, sonrío con ternura.

-¿Por qué tus ojos están llenos de turbación, Mi Isabella?, ¿Qué te agobia?- demandó saber, a la vez que depositaba un tierno beso en su frente.

-Zahra. . . ella es la que me agobia- reconoció ruborizada- la he visto, no se ha apartado de ti en toda la cena Zabdiel, te mira con adoración- quiso sollozar.

-Los únicos ojos en los que me interesa ver adoración, es el los tuyos, en los de nadie más. No importa cómo se comporte Zahra, mañana todo quedará claro, tanto para ella como para todos- acarició su cabello- no deseo que te sientas insegura mi amor, no hay motivo alguno- dejó un suave beso sobre aquellos temblorosos y sensuales labios- te juro que mi cabeza solo está llena de ti mujer, solo de ti; de tus ojos, tu cabellos, tu cuerpo- su voz era extremadamente sexy- de tus besos, tus caricias, esas que anhelo con desesperación y que mi cuerpo pide a gritos. Jamás pensé que podría sentirme así, Isabella.

-Ni yo. No pensé que Norusakistan me deparara un futuro a tu lado- sus ojos se añejaron en lágrimas- no pensé poder ser tan feliz, Zabdiel- le acarició el mentón- he vivido toda mi vida intentando llenar un vacío en mi vida, sintiendo que algo me faltaba, que estaba incompleta. . . eres tú, lo único que necesito; eres tú- le aseguró y no pudo evitar que una tímida lágrima resbalara de sus ojos. Zabdiel, la secó con ternura.

-Tu eres mi complemento mujer, mi habibi, bendigo a Alá eternamente por entregarme la dicha de tenerte- reclamó sus labios en un tierno beso, demostrando cuánto amor había en él para ella, sus cuerpos se estremecieron, sintiendo la llama del amor y la pasión dentro de sus seres- no te imaginas todo lo que siento por ti Isabella. . . mí Isabella- le susurró junto a los labios.

-Gracias- dijo ella.

-¿Por qué?- le preguntó asombrado.

-Por darme la oportunidad de ser feliz a tu lado.

-Es a ti a quien debo agradecer- recorrió el contorno de sus labios con la yema de los dedos- ahora debes marcharte mi amor, no debes permanecer más aquí o daremos de qué hablar- sonrió pícaramente- si tengo suerte, te veré dormir esta noche.

Isabella se ruborizó, dejó un rápido beso en sus labios y salió de la habitación rápidamente, dejándolo con una gran sonrisa.

Nada más salir de la habitación, se topó con la mirada de Zahra, la cual se volvió fría y hostil. La miró de arriba a abajo de forma reprobatoria, cómo queriendo acusarla de algo.

-Señorita Zahra, que gusto verla.

-Lo mismo digo, señorita Isabella- le sonrió, con la sonrisa más falsa que Isabella había visto nunca- no sabía que visitaba los aposentos del Jeque.

-¡Oh, sí!- aparentó despreocupación- lo hago de vez en cuando- la vio tensar la mandíbula y sonrió- ¿y usted, se le ofrece algo?

-Vengo a hablar con su Majestad- dijo estirando orgullosamente su estatura.

-Eso no será posible- Zahra, la miró con desprecio mal disimulado- El Jeque ha pedido que no se le moleste.

-Yo no molesto- le dijo indignada- es mi primo, seguramente no se negará a recibirme.

-Le digo señorita, que mando a informarle a Nazir, que no se le molestara, pues tiene como propósito descansar de su largo y agotador día, al parecer algunas compañías le agobian- Zahra, tensó las manos, queriendo abofetearla. Nazir, observó la escena en silencio- es una orden de su majestad Nazir, cero visitas.

-Muy bien señorita, así será- Zahra, la miró iracunda.

-Nazir, déjame pasar.

-Lo lamento señorita, pero no será posible.

-¡Nazir!- susurró amenazante- no puedes impedirme la entrada- le aseguró.

-Su Majestad, El Jeque, ha dado una orden. Le pido se retire a sus aposentos, mañana podrá hablar con su Excelencia.

-¡Nazir!- repitió furiosa, pero sin elevar el tono de voz.

-Lo siento, pero no podrá ser- Una enojada Zahra, miró a Isabella, quién sonrió de forma inocente.

-Buenas noches- dijo y se giró para marcharse, a la vez que Zahra, salía en dirección a su propia habitación.

Había dado unos pasos, cuando se topó de frente con El Príncipe.

-Alteza, buenas noches- le saludó.

-Buenas noches Isabella, le hacía en sus aposentos descansando del largo día.

-Justa. . . justamente allá voy- dijo ruborizada.

-¿Y de dónde viene?- preguntó él con una pícara sonrisa.

¡Maldición!

¡Por Alá!, como dirían ellos, ¿Todo el mundo la vería salir de la habitación del Jeque?

Nazir. . . Zahra. . .y ahora El Príncipe Zahir, solo faltaba cruzarse a Hayffa.

-Yo. . . yo. . .- no sabía que responder.

-Supongo que de ver a Su Excelencia- le dijo con una sonrisa burlona- ya que vienes justo de esa dirección, y hacia allá, solo quedan los aposentos de mi hermano.

¡Maldición!

Isabella, podría jurar que estaba ruborizada hasta la raíz del cabello.

-Solo. . .daba un paseo, Alteza.

-¡Ya lo puedo imaginar!- Zahir rió.

-Si me disculpa me retiro.

-Dulces sueños Isabella. . . Dulces sueños.

Durante el desayuno Zahra, se mostró dulce y atenta con Isabella, esta última la miraba extrañada. ¿Se le había pasado el enfado de la noche anterior?, al parecer sí. Le sonreía amablemente y la involucraba en la conversación.

-Madre- la voz de Zabdiel, reclamó atención- recuerda anunciar que preparen una cena maravillosa, esta noche quiero compartir algunos anuncios con ustedes.

-No lo he olvidado hijo, ya di la orden. La verdad es que me tienes con ansias, a la espera de lo que podrás decir.

-Son cosas importantes, pero no quiero adelantar nada. Tengo algunos asuntos que atender hoy, asuntos que reclaman toda mi atención, pero volveré para la tarde, estaré aquí antes de la cena.

-Muy bien, Excelencia- le dijo su madre.

-Ahora me retiro. Buen día. - beso la frente de su madre, la mejilla de Isabella y la mano de Zahra, quien no quedó contenta. Había besado la mejilla de Isabella y a ella le besaba la mano, era una clara diferencia que la enardecia. Se acercó a su hermano y le encargó el cuidado del trío de mujeres.

-Le acompañaré a la salida, Excelencia. Hay asuntos que quiero tratar con usted.

-Bien- fue lo único que dijo antes de comenzar a caminar con ella a su lado.

Isabella, se quedó temblando de ira. Hubiese querido golpear a Zahra, pero se recordó que no había motivos. Zabdiel la amaba, y todos se enterarían esa noche.

-¿Cómo dormiste, querido primo?- la voz de Zahra, era empalagosa.

-Muy bien- le dijo llanamente- ¿y tú?

-Oh, bien. Aunque me quedé preocupada y un poco triste.

-¿Debido a qué?- El Jeque, frunció el ceño.

-Fui a buscarte a tus aposentos. Me encontré con Isabella- Zabdiel se tensó- pensaba verte pero ella le aseguró a Nazir, que habías dado la orden de no ser interrumpido, debido a que anhelabas descansar y por más que lo intenté, Nazir, no me dejó pasar.

Zabdiel, hubiese querido reír.

¡Qué astuta era Isabella!

Zahra, tenía razón. Las túnicas de colores vibrantes, pasteles, llamativos y decorados brillaban en la estancia.

-Son hermosas- gimió- creo que compraré más de una.

pensó Zahra.

-Por supuesto, yo me llevare varios pares. Quizás una docena. 

-No creo que yo compré tantas- dijo riendo- un trío estará bien. 

-Como tú digas, Isabella. 

Media hora más tarde salían de la pequeña tienda. Isabella, sonreía y Zahra, también. Solo que ambas lo hacían por motivos diferentes. 

Caminaron unas cuadras cuando escucharon un alboroto. Las personas en las calles corrían y gritaban.

-¿Qué sucede?- preguntó Isabella, llena de angustia.

-No lo sé- aseguró Zahra.

-Hay que salir de aquí- dijo uno de los guardias.

-Pronto señoritas- las tomaron de las manos para comenzar a correr.

Isabella, se dejó arrastrar sin comprender lo que sucedía. De pronto se giró y lo que vio le sorprendió.

Al menos dos docenas de hombres estaba dispersos en las calles y otros tantos corrían en dirección hacia ellas. Montaban a caballos y tenían aspecto feroz, gritaban mientras alzaban sus espadas.

-¡Oh Dios mío!- gimió horrorizada- ¡son bárbaros!

-No mire señorita- Le dijo el guardia que la arrastraba obligándola a correr- no mire, debemos llegar a Palacio, debemos ponerlas bajo custodia.

-¡Por Alá !- escuchó que Zahra gemía mientras caía de bruces al suelo. 

-¡Zahra!- le gritó, mientras se retorcía para librarse del guardia y correr hacia la mujer, para ayudarla a levantar del suelo. Cuando se puso en pie siguieron corriendo por una estrecha calle. Los guardias miraban a todos lados asustados, cuando de la parte frontal surgieron más jinetes y se vieron rodeados.

-¡Hermoso cabello!- gritó uno de aquellos hombres- ¡Serás una mercancía bien pagada!- Isabella, se estremeció, maldiciendo en silencio por su mala suerte. Debió ocultar su cabello bajo algún turbante. Ahora, era demasiado tarde. Estaban expuestos, rodeados, eran casi treinta hombres contra ellos cuatro, era evidente que no tenían oportunidad alguna. 

Fue lo primero que pensó Isabella, con el corazón lleno de pesar, con la idea de que posiblemente jamás volvería a verlo, terminaría siendo la mujer de alguno de esos bárbaros, o en una casa de placer. Ninguna de las opciones le agradaba, pasó de ser la futura Soberana, a la mercancía de aquellos bárbaros. 

Los guardias las pusieron juntas, mientras intentaron rodearlas para defenderlas.

-¡Estamos perdidas!- gimió Zahra- ¡no saldremos de esta!

Isabella, no supo que decir, quería darle ánimos, pero no quería mentirle. 

A continuación todo ocurrió tan rápido.

Algunos jinetes descendieron de su montura y se acercaron a los guardias con gritos de guerra y espadas levantadas. Los guardias empuñaron sus propias espadas para intentar defenderlas pero nada pudieron hacer. Isabella vio como uno de esos hombres tomaba a Zahra del cabello.

-¡ZAHRA!- gritó. Se giró para ir hasta ella, cuando unos brazos la tomaron por la cintura.

-¿A dónde crees que vas, preciosa?

-¡Suélteme!- gritó angustiada mientras se removía- ¡Suélteme salvaje!

-Ni te imaginas lo salvaje que puedo ser- le dijo con voz grave. Se giró buscando a Zahra, pero se encontraba en el piso con un corte en la boca y otro en la mejilla, al parecer la habían golpeado.

-¡SUÉLTEME!- gritó con todas sus fuerzas. Vio como varios hombres golpeaban a un guardia, mientras el otro recibía un fuerte golpe en la cabeza con la empuñadura de una espada.

ESTABA PERDIDA.pensó al borde de las lágrimas.

-Tú y yo daremos un paseo- le dijo aquel hombre. La soltó y ella intentó correr, pero sintió que tiraban con fuerza de su cabello y la giraban, de pronto recibía un fuerte golpe en la mejilla que seguramente le desencajaría la mandíbula, lo último que vio, fue el cielo azul de Norusakistan, antes de que todo se volviera oscuro. 

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