-¿QUÉ DICES?- la siento temblar en mis manos y sé que se debe a esta faceta desconocida para todos- ¿ CÓMO QUE LA TIENEN LOS BÁRBAROS?
-Si- me dice y comienza a llorar- salíamos de la tienda y escuchamos un. . . un revuelo, la gente corría de un lado a otro y. . . – comenzó a sollozar.
-¿Y QUÉ?- gritó asustándola.
-Y llegaron hasta nosotros, nos golpearon, los guardias intentaron defendernos pero eran más de veinte hombres Zabdiel. . . –gimió- uno de ellos le dijo a Isabella que. . .que tenía un hermoso cabello, que era una preciosura y que. . . sería una mercancía bien pagada.
-¡MALDITA SEA!- gritó a todo pulmón y mi madre gime nuevamente- ¡LOS MATARÉ, JURO QUE LOS MATARÉ CON MIS MANOS SI LE TOCAN, POR ALÁ QUE LO HARÉ!
-Zabdiel, deberías. . . – la voz de Zahir, llega hasta mí, pero
-¿QUÉ MÁS, ZAHRA?
-Me golpearon Zabdiel- gime- a ella también, solo sé que se desmayó, yo pude escapar de milagro- solloza- casi me atrapan nuevamente, tuve que salir huyendo, sino ahora mismo estaríamos las dos expuestas a ellos. Los vi alejarse con Isabella, sobre el lomo de un caballo.- la suelto y cae sobre una silla, tiene que sostenerse para evitar caer nuevamente al suelo.
-¿Y los guardias?, ¿Dónde están?- pregunto ahora con un susurro amenazante.
-Creo que. . . creo que muertos, yo. . . estaban sobre el suelo y tenían mucha sangre.
-Juro que si la tocan, se freirán bajo el sol de Norusakistan, los dejaré en el desierto atados para que se los coman las bestias o mueran congelados. ¡HAIMIR!
-Si, Majestad- responde el aludido, con semblante serio y preocupado.
-Pide que preparen las tropas.
-¿Las tropas, señor?- me pregunta con ojos enormes- ¿Completas?
-Sí. . .No.- respiro agitado, intenta do mantener un poco de cordura- pide que se alisten tres escuadrones de treinta hombres cada uno, y que se preparen a pasar la noche en el desierto si es necesario, no volveré sin Isabella.
-Si, Excelencia- dicho aquello se marcha.
-Zahir- miro a mi hermano con furia- igualmente me debes una conversación, puse a Isabella en tus manos, la confié a ti y me fallaste- El Príncipe, bajó la mirada al suelo.
-Zabdiel, yo. . .
-No quiero más explicaciones. No hay tiempo que perder, la vida de Isabella está en juego, tú vienes conmigo.
Ambos se marcharon sin decir nada, dejaron a ambas mujeres en silencio, sin saber qué decir o qué hacer.
Hayffa, estaba profundamente preocupada, nunca, desde que diera a luz a su hijo lo había visto en un estado semejante. Zahir, era diferente, más compulsivo, se airaba con mayor facilidad. Pero. . .ver a Zabdiel en ese estado, él que siempre había sido pacífico y compasivo. . .aquello le asustaba.
Zahra, por su parte no sabía qué pensar. Todo había salido muy bien. Bueno, a medias. A ella la habían golpeado y Zabdiel, parecía querer desollar a quien se llevó a su adorada Isabella. Porque ahora si no había dudas, El Jeque, estaba enamorado de la insípida rosa inglesa.
-Debo salir.- dijo mirando a su tía política.
-¿Estás loca?- Hayffa, la miró horrorizada.
-No tía. Debo salir, iré. . . iré a pedirle ayuda a Esquizbel, él conoce a muchas personas en el desierto y es amigo de muchos bárbaros, quizás. . .quizás él sepa dónde buscar- Hayffa, pensó que no era una idea tan descabellada, sin embargo la idea loca, era pensar que Zahra, quisiera salir de Palacio, acabando de pasar por todo aquello.
-No creo que deberías. . .
-Volveré pronto- salió apresurada, haciendo caso omiso a los llamados de Hayffa.
Esquizbel. . .
-Vamos Meishaleth, bebe una copa conmigo- le dijo a su hombre de confianza- hoy ha sido un día estupendo, he dado un paso más para conquistar mis objetivos.- levantó la copa en señal de brindis y luego ingirió un poco.
-¡Tengo que hablar contigo!- la voz de mi prima reclama mi atención. Viene seguida de la chica del servicio. A quién hago una seña para que se retire.
-A ver querida prima. Qué aspecto tan horrible traes- le digo con sorna.
-¡Eres un idiota!- se acerca a mí y me golpea en el hombro- los salvajes tuyos me golpearon, me halaron del cabello- gimió- ¡mira nada más cómo me dejaron!
-Pero valió la pena, primita. Se cumplió el objetivo- me río de ella.
-¡No me importa!, ¡casi me matan!
-No exageres Zahra, por favor. ¿cómo pensabas que " su Majestad, el Jeque" creería tu historia si llegabas ilesa a Palacio?
-¡Aún así! Me golpearon muy fuerte.
-Y corriste con suerte. Según me han informado, uno de los de mayor rango se vio tentado a raptarte a ti también, dice que le gustaste demasiado y que la vida en el desierto sería más. . . placentera a tu lado.
-¡Qué ni se atreva!- gime horrorizada.
-Le has encantado primita. ¿Y a quién no?, eres una mujer sumamente hermosa
-Cuidado con lo que desea, quizás Alá le dé la dicha de verlo cumplido. pronto llegaremos al lugar dónde acamparemos.
Unos diez minutos más tardes, se detenían frente a algunas rocas enormes. Isabella, se sorprendió, pensó que el desierto no sería más que arena.
-Acamparemos aquí por esta noche- dijo el hombre que llevaba a Isabella- mañana continuaremos con el recorrido.
-No deberíamos detenernos, sabes que podrían descubrirnos. Lo mejor será continuar el camino hasta llegar a nuestro destino.
-¿Y exponernos al desierto de noche?, no llegaríamos muy lejos antes de ser atacados por alguna bestia, podía atacarnos otro clan o peor aún, matarnos el frío. He dicho que acamparemos aquí esta noche, y no hay discusión a esa orden.
-Como tú digas.
Se detuvieron alrededor de veinte caballos, algunos con dos hombres sobre los lomos. Isabella descubrió que era la única mujer raptada, ninguna otra viajaba con ellos.
Entonces ¿por qué atacaron tantos?
Aquel hombre la tomó y la bajó del caballo como si no fuese más que un saco de papas, la depositó en el suelo sin mucho cuidado.
-Debe soltarme- le dijo intentando no sonar suplicante.
-No lo haré Rosa Inglesa, mi sangre correría por el desierto si lo hago.
-¿Por qué?, solo soy una mujer.
-Una muy bonita. Serías una mercancía muy bien pagada, los clanes vecinos morirían por poseerte- a Isabella, se le secó la boca- dentro del mismo clan, seguramente habrán muchos que te deseen. Si acaso no todos.
-Pero yo. . .
-No debes preocuparte, nadie te tocará. Soy el jefe del Clan y mis órdenes se cumplen.
-Entonces déjame ir.
-No puedo hacerlo- la miró con semblante endurecido- no me jugaré la vida.
-Si el Jeque te encuentra, puedes darte por hombre muerto- le dijo intentando hacerle desistir de su idea de retenerla.
-No lo hará, nadie conoce estos desiertos mejor que nosotros. Ni siquiera El Jeque- ella se estremeció, ya que recordó que el mismísimo Zabdiel, había hecho la misma observación.
-Al menos desata mis manos y pies- le suplicó- estoy entumecida. Él la miró con desconfianza- vamos, no soy tan estúpida, estoy en un lugar muy apartado de la ciudad, a diferencia de ustedes no conozco el desierto, está por caer la noche, sería víctima de una hipotermia. No sé qué tan segura esté con ustedes, me temo que muy poco, pero no huiré.
El hombre pareció pensarlo por algunos minutos, la miraba con ceño fruncido y mirada perdida.
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