Isabella. . .
Dormir aquella noche fue algo imposible, por más que lo intentaba no lograba conciliar el sueño. Hacía poco Azhohary, se había marchado, me trajo algunas cosas que debía ocultar, dos pequeñas cantimploras con agua, que aseguro debía saber administrar bien o moriría deshidratada bajo el sol de Norusakistan, algunas frutas pequeñas y unas galletas, todo lo envolví en una pequeña manta que coloqué junto a la cabecera del lugar donde dormía.
Daba vueltas y vueltas intentando dormir para obtener fuerzas para el largo viaje, pero no lo lograba, mi cerebro trabajaba a una velocidad impresionante.
¿Todo saldría bien?
¿Lograré escapar o alguien me descubrirá?
¿Volveré a ver al Jeque?
Solo ruego a Dios porque todo salga bien, porque pueda salir de ese lugar. El plan de Azhohary, parece sencillo pero no se podía preveer lo que pudiese salir mal.
A la mañana siguiente me levanto muy temprano, como todos los días, colaboro con la preparación del desayuno, donde encuentro a Azhohary y confirmo el plan. Luego de desayunar, vuelvo al lugar donde duermo, trenzo mi cabello y lo cubro con una manta, lo envuelvo bien para que no se salga, y luego me coloco otra manta extendida que cae sobre mis hombros, y enrollo en torno a mi cuello luego de eso me siento a esperar.
Azhohary llega unos diez minutos después.
-Lo has hecho bien- me felicita porque he logrado ocultar mi cabello.
-Gracias. Aunque fue muy difícil, tengo demasiado cabello.
-Eso no es lo importante ahora. Debemos darnos prisa rosa inglesa. Saldremos a los establos en diez minutos.
Se supone que todas las mañanas un pequeño grupo de mujeres sale hacia un pequeño establo oculto entre las rocas, van hasta allá para darle de comer y beber a los animales. Yo saldré con ellas, camuflándome entre las mujeres lo más que queda, luego Azhohary y yo nos desviaremos un poco al llegar al establo y me ayudará a tomar un caballo y marcharme. Luego debo seguir sus indicaciones en el desierto, solo espero no perderme.
Cuando me agrupo con unas seis o siete mujeres más, mi corazón late aceleradamente, ruego para que no me descubran, porque si no, no solo habré perdido la única oportunidad que seguramente tendré, sino que habré dejado en evidencia a Azhohary, que lo único que desea es ayudarme.
Cuándo pasamos frente a los dos hombres que vigilaban la entrada, ellos nos miran de pies a cabezas, mi corazón y mi respiración se detienen ante el miedo de ser descubierta, pero ellos no reparan con mucho interés en nosotros, yo mantengo la cabeza gacha, para evitar que el color de mi piel me evidencie y cuando ellos nos dejan pasar, siento que vuelvo a respirar.
Caminamos junto a las mujeres por unos cinco minutos, a través de lo que parece un laberinto rocoso, Azhohary, se mantiene cerca de mí, de pronto se va quedando atrás y entiendo la señal, yo la imito.
Al llegar al establo, puedo notar como hay unos treinta o cuarenta caballos, el lugar es muy grande y tiene pequeñas divisiones, unas que proporcionan las mismas rocas y otras hechas con madera, seguramente es el trabajo de todo un día. Una mujer que aparentemente es la encargada de que se cumpla el trabajo, nos indica que hoy debemos dar de beber y comer a los animales, pero que también debemos limpiar porque el lugar está muy sucio. Todas asentimos en silencio y cada mujer se enfoca en su trabajo.
-Sígueme, rosa inglesa- me susurra Azhohary y la obedezco.
Nos dedicamos a trabajar unos cinco minutos, luego ella me dice que debemos acercarnos a la salida. Aquel espacio tiene lo que parece un túnel oscuro. Azhohary asegura que es la salida, y propone que tomemos el caballo más cercano a esa salida.
-¿Segura que sabes montar?- me pregunta como por quinta vez.
-Sí, te he dicho que sí. No te preocupes por eso.
-¿Recuerdas mis indicaciones para guiarte por el desierto?
-Si- vuelvo a repetir.
-Recuerda no detenerte, administrar bien los suministros y por Alá, aléjate de los clanes.
-Eso haré- respondo firme, sorprendiéndome a mí misma, no tengo tanta seguridad como demuestro.
Nos vamos acercando poco a poco a la salida, observamos que las mujeres están enfocadas en su trabajo.
-Azhohary, ¿por qué en este lugar no hay guardias?- le pregunto ceñuda.
-Porque ninguna mujer conoce el desierto, o al menos eso creen ellos, aseguran que ninguna de nosotras sabría guiarse en las arenas, es por ello que están seguros de que no escaparemos, y lo que es peor, el desierto está lleno de animales y bárbaros, solo una loca intentaría marcharse, por eso no nos vigilan aquí.
-Pues creo que al fin llegó una loca con ansias de escapar.
-Así parece- me dice con una gran sonrisa- ¿puedo pedirte algo rosa?
-Por supuesto Azhohary, lo que quieras.
-Cuando llegues a tu destino, dile a mis padres que estoy bien, que llevo buena vida en la medida de lo posible, que no me lloren, que solo vivo la vida que me tocó, y que los quiero con todo mi corazón.
-Así mismo se los haré saber, cariño- le respondo con una sonrisa- estarán más tranquilos.- ella solo me sonríe.
-Recuerda seguir derecho por el túnel hasta encontrar la luz que indica la salida, luego cabalga como si te persiguieran rosa inglesa, no te detengas.
Unos minutos más y tengo las riendas del caballo en mis manos, observamos al resto de mujeres enfocadas en su tarea. Azhohary, me da un rápido abrazo.
¿Vendrán tras de mi o me dejarán escapar?
No lo sé, pero continuo cabalgando, sintiendo que me caeré del cansancio, he comido un par de frutas y ya me bebí una cantimplora y media de agua, comienzo a creer que pronto colapsaré, no sé si sea capaz de culminar este viaje. Hasta los momentos no he visto a nadie, mi visión solo ha logrado a alcanzar calor y arena a donde quiera que miro, intento ser fuerte y mantenerme concentrada, pero comienzo a sentirme muy cansada y siento que mis ojos se cierran.
¡Despierta Isabella!- me exhortó- ¡No puedes desmayarte aquí en el desierto sola, sé fuerte!
Esas son las ordenes que mi cerebro le envía a mi cuerpo, pero creo que no está funcionando de nada.
¡Sé fuerte Isabella!
Así continuó por alrededor de lo que yo estimo una hora, el sol comienza a ocultarse y ponto estaré sola, en el desierto, sin posibilidades de hacer fuego, expuesta a los hombres y a las bestias.
A lo lejos vislumbro una gran cantidad de hombres a caballo, me estremezco porque seguramente será algún otro clan, y es posible que vuelva a ser prisionera. No quiero eso, tengo deseos de llorar, de arrojarme del caballo y dejarme morir bajo el sol. De pronto distingo dos figuras que encabezan al grupo. Sé que estoy muy lejos, pero parecen ser el Jeque y el Príncipe, niego mentalmente, mi cerebro debe estar haciéndome una mala jugada.
¡Huye Isabella!
Me grita mi instinto de supervivencia. Pero no le hago caso, aunque sea un espejismo, si es mi Jeque debo ir a él, azuzo el caballo para que incremente la velocidad y a pesar de estar tan agotado como yo, responde bien a mi orden.
Zabdiel. . .
Perdido estoy en mis pensamientos, buscando una estrategia para dar con Isabella, pero por más que lo intento no se me ocurre nada.
-¡Majestad!- grita uno de mis hombres-¡Se acerca un jinete a gran velocidad!- observo el lugar que señala y verifico que es cierto, es un solo hombre, un solo jinete, quien se aproxima a nosotros a una velocidad sorprendente, aunque el jinete demuestra ser muy diestro puedo observar que se tambalea.
-Apresúrense, puede necesitar ayuda.
Azuzo mi caballo, y mi tropa me imita, mi hermano cabalga a mi lago, a los pocos metros de distancia, veo como el jinete parece a punto de desplomarse, cuando llego a unos dos metros observo la piel blanca, y esos cansados ojos verde jade.
-Zabdiel. . .- me dice ya sin aliento.
-Isabella. . . Isabella, mi amor- saltó de la montura y con la poca fuerza que le queda veo frenar su caballo, mis ojos dejan escapar algunas lágrimas, es Isabella. . . mi Isabella.
-Zabdiel. . . – vuelve a decir, le extiendo los brazos para ayudarla a bajar, y cuando la tengo a escasos centímetros de mi pecho susurra-te amo- y sin más pierde el conocimiento.
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