(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 31

-¿Cómo se ha quedado Isabella?- la voz de Zahra, lo detiene justo cuándo va a entrar a sus aposentos.

-Muy bien. Ahora lo que necesita es descansar.

-Sí. Pobre, ha pasado por tanto, yo no creo que en su lugar hubiese podido con ello.

-Ya ves, es valiente y fuerte, una gran mujer.

-¿Es cierto lo que me ha dicho tu madre?

-¿A qué te refieres?- le preguntó frunciendo el ceño.

-La Tía Hayffa, asegura que tú. . . que tú. . . que te comprometerás en matrimonio con ella.

-Así es- le responde con voz serena.

-Zabdiel- le dice y se acerca a él, hasta quedar muy cerca del masculino cuerpo- sabes que te he amado toda la vida, he soñado con ser tu esposa desde que soy una niña- sus ojos brillaron y su voz se cargó de desesperación- pensé que nos casaríamos.

-Pensaste mal Zahra, siento que hayan ocurrido así las cosas- la mira directamente a los ojos- lo último que quiero es lastimarte.

-Pero lo haces- gime con dolor- ¿qué tiene ella que pueda ofrecerte más que yo?, soy una Norusakistana, conozco nuestras costumbres y tradiciones, te amo y puedo hacerte feliz- dijo con ojos acuosos- dame solo una oportunidad- suplicó.

-No es cuestión de oportunidades Zahra, yo amo a Isabella, ella se ha ganado no una oportunidad, sino mi corazón. Debes entenderlo para evitar que salgas lastimada. Eres mi prima y te quiero, pero no llegaremos a más. Me casaré con Isabella.

-Antes pensabas que podríamos ser una gran pareja y vivir felices.

-Antes. . . no conocía a Isabella, que tengas buenas noches- se giró y se marchó con paso firme y decidido, dejando a Zahra, llorando lágrimas de dolor y humillación, lágrimas que juró vengarse.

 

Zahra. . .

Durante la noche duermo muy poco, no puedo creer aún que Zabdiel, se atreviera a rechazarme por ella. . . por una extraña, una mujer que ni siquiera era Norusakistana. Durante toda la noche lloró amargamente, pero decidida a no rendirse. Esquizbel la ayudaría, él estaba tan interesado como ella misma en que aquella boda no se celebrara.

Durante el desayuno, ellos se mostraron terriblemente cariñosos, se tomaban de la mano y se miraban como idiotas. Ella le sonreía como si lo adorara, él como si ella fuese la única en el mundo, y a mí se me estaba por reventar la bilis.

-Familia- había dicho Zabdiel- está de más decir cuán agradecido estoy, además de feliz de poder tener a Isabella, nuevamente entre nosotros. No es secreto para nadie en esta mesa, cuáles son mis intenciones con ella- maldigo internamente porque sé lo que viene a continuación y temo que me echaré a llorar- es por ello que me complace anunciarles que Isabella me ha hecho el honor de aceptar mi mano y yo no podría estar más agradecido por ello, será mi esposa y su reina, y esperamos que eso les haga feliz, porque en este preciso momento yo soy el hombre más feliz del mundo.

Comenzaron las ridículas felicitaciones, mientras Isabella mostraba el gigante anillo que él le había regalado, no soporté la situación, así que sin decir una palabra me levanté y me alejé del salón dejándolos a ellos con su felicidad que marcaba mi desgracia.

 

Llego a casa de Esquizbel con el corazón y el orgullo hecho añicos.

-¡Se han comprometido!- gimo con ojos acuosos y me dejo caer en un sofá junto a mi primo- ¡maldita sea Esquizbel, se han comprometido!

-Ya lo he escuchado- responde con la mandíbula tensa.

-Pensé que tu plan funcionaría- gime.

-Yo también lo pensé cariño, pero no fue así.

-¡Quiero matar a Isabella!- sollozo.

-¡Y yo quiero matar a mi primito!

-Ni te atrevas a tocarlo.

-¿Lo prefieres en brazos de otra?- pregunta malicioso.- porque yo prefiero a Isabella muerta, que disfrutando en los brazos de su amorcito.

-Debemos separarlos Esquizbel, hay que hacer algo- digo desesperada.

-Llevo toda la noche pensando en lo que podría hacer, pero no se me ocurre nada. Quizás sea tu turno- me dice.

-¿Mi turno de qué?- le pregunto con ceño fruncido.

-Tu turno de intentar algo que acabe con ellos, ¿no dicen que no hay cosa  que arda más que el mismísimo desierto, que la furia de una mujer Norusakistana rechazada?, demuéstrame que tan cierto es,  es tu turno de hacer algo para separarlos, ya lo intenté y fracasé. Quizás tu tengas éxito- me dice con una sonrisa malvada dibujada

-¿Por qué dudarlo?, no ha sido secreto para nadie que lo he amado desde siempre. Todo iba muy bien hasta que ella. . .

-Sí, hasta que apareció Isabella, con su hermosa belleza y le arrebató el corazón y la cordura- aquellas palabras le dolieron profundamente.

-No es tan hermosa como aseguras- dijo al borde de las lágrimas- tiene una belleza bastante corriente.

-No querida prima, no es así. Ha vuelto loco de amor a mi hermano, y hasta yo llegué a deslumbrarme con ella.

-Nada nuevo- le escupió con odio- sueles deslumbrarte casi que con cualquier mujer.

-En eso te equivocas- sonrió con malicia- Tengo gustos refinados, ejemplo; tú no me atraerías. Y no lo digo porque no seas bella, porque he de reconocer que lo eres, pero lo que tienes en belleza, lo tienes en veneno.

-¡Zahir!- le respondió escandalizada.

-Nada de falsos rubores, querida- se acercó mucho a ella- no soy tan inocente como mi hermano, conozco mundo Zahra, y sé que debajo de tanta belleza, hay también mucha oscuridad.

-¡Tonterías!- le respondió furiosa.

-Sé que amas a Zabdiel, más allá de lo que podrías explicar y sé que odias a Isabella, y que tu alegría de que haya vuelto es falsa- Zahra, apretó los labios- no me extrañaría para nada, que tuvieses algo, o mucho que ver en el rapto de Isabella.

-¡Eso es falso!- gimió.

-No tengo pruebas- le sonrió ampliamente- pero me atrevería a apostar mi linaje y sé que no lo perdería.

-¡Patán!- le dijo- nada de lo que dices es cierto, te comportas como un rufián y nada caballeroso.

-Pero si esa es la conducta que a ti precisamente te encanta primita.- le dijo sarcástico- te encanta rodearte de rufianes y alimañas, ¿no ves cómo no puedes mantenerte alejada de Esquizbel?

-¡Déjame en paz!- le gritó empujándolo y corriendo a sus habitaciones, perseguida por el eco, de aquella odiosa risa.

Cuando llegó a sus aposentos se permitió dejar salir las lágrimas que hasta ese momento contenía.

Anunciarían su compromiso, ahogó un sollozo, pensando en que debía hacer algo, quizás las ideas de Esquizbel, no fueran tan descabelladas después de todo.

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