(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 33

Dos días habían transcurrido desde que el pueblo la aceptara como futura reina, estaba nerviosa porque ya habían comenzado los preparativos de la boda y aquello le ponía los nervios de punta, amaba a Zabdiel, y por estar con él estaba dispuesta a asumir el gran reto que se avecinaba.

Ser reina de un país, no debía ser nada fácil, los distintos compromisos que reclamarían su atención, atender las necesidades del pueblo, aportar al crecimiento de la nación, solo esperaba poder llenar las expectativas de todos.

Desde que se anunciara el compromiso Zahra, parecía estar siempre de mal humor o taciturna.

Isabella, comprendía que seguramente eso se debía a que estaba pasando por una mala etapa, era evidente para todos que ella quería mucho a Zabdiel, y se esforzaba por llenarlo de atenciones, pero el amor del Jeque, era solo para su rosa inglesa.

Isabella, estaba nerviosa, mientras caminaba de un lado a otro del gran salón, sus amigos llegaban a Norusakistan, y hubiese dado cualquier cosa, menos al Jeque obvio, por ir a recibirles, pero su adorado y súper protector prometido, había encargado a oficiales de la guardia real a que recibiera a sus amigos y los trasladaran a Palacio.

Las puertas del salón se abrieron y dos guardias entraron, seguidos de sus amigos.

-Señori. . . – no lo dejó terminar, corrió y se arrojó a los brazos de Suseth.

-¡Su!- gritó feliz- estoy tan contenta de que vinieran- luego abrazó a Matt y después a Ivette, llenándolos de besos y cariños.

-¡Bella!-Gimió Ivette, con los ojos llenos de lágrimas- ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos. Era tan angustiante no saber de ti.

-Lo siento, cariño- le acarició la mejilla con dulzura- han sucedido un montón de cosas.

-Debo decir- intervino Mat- que no lo podía creer cuándo Su, me contó todo.

-Ni yo misma lo creía- interpuso la aludida- mira que pensé que estas cosas solo sucedían en las historias de amor, los libros o las telenovelas.

-Señorita- intervino un oficial- lamento interrumpir, solo quiero saber si trasladamos las maletas a sus respectivas habitaciones.

-Si, por favor. Preparen todo para que se sientan a gusto y por favor avisen a Su Excelencia, que han llegado mis invitados.

-Como usted ordene- y dicho aquello se retiró.

-Santo Dios- gimió Suseth- ¿se supone que cuándo te cases debo llamarte Su Excelencia?

-Sólo en público- respondió con una alegre carcajada- vengan, sentémonos- ellos obedecieron, hasta que se encontraron cómodos, entonces Isabella, se giró hacia Naiara, quien se encontraba en un rincón de la habitación, esperando ordenes- Naiara acércate- la chica obedeció tímidamente- ellos son mis amigos; Suseth, Matt y esta hermosa es Ivette- los fue nombrando y señalando.

-Es un placer conocerles- hizo una leve inclinación con su cabeza- bienvenidos a Norusakistan, que Alá bendiga su estadía aquí.

-El placer es nuestro- fue Ivette, la primera en responder- seguramente nos irá de maravilla.

-Naiara- volvió a intervenir Isabella- por favor que nos traigan té de jazmín y galletas.

-Por supuesto, señorita. Con permiso- y sin más se alejó para cumplir con el pedido de su futura reina.

-¡Todavía no puedo creerlo!- rió Suseth, mientras miraba a su amiga- ¡prometida con el Jeque!, ¡futura reina Isabella!

-El único título que me enorgullece ostentar es el de su esposa, el de la mujer que ama y con la que quiere estar.

-Eso es tan dulce- los ojos de Ivette, se llenaron de un hermoso brillo, siempre había sido una chica soñadora, así que Isabella, imaginó que aquello sería para ella una increíble historia de amor, con un maravilloso final feliz- se enamoraron de inmediato.

-No tanto como amor a primera vista vetty, pero algo así.

-¿Es bueno contigo, Bella?- le preguntó Matt.

-Es increíblemente bueno- responde con una sonrisa- demasiado bueno Matt, cuándo los bárbaros me secuestraron. . .

-¡Eso es horrible!- gimió Ivette- no podía creerlo cuándo Suseth, nos lo contó.

-Pues créelo hermosa, y procuren no salir solas, es muy peligroso, en fin créeme porque me sucedió, Zabdiel, no descansó hasta encontrarme, claro que yo también hice mi parte escapándome de esos hombres con ayuda de una hermosa chica y. . . tengo tantos planes para el país, tanto en lo que quiero ayudar, sé que puedo aportar mucho a la nación, quiero ser buena reina.

-Y lo serás, mi amor- la profunda voz del Jeque inundó el salón, todos se giraron hacia él, quién entró con paso firme, decidido y seguro de sí mismo, imponente con su hermosa túnica, su mentón orgulloso y sus ojos chispeantes de vida.

-Excelencia- Isabella, se puso en pie y caminó con rapidez hasta él, quién la tomó rodeando su cintura con su brazo y depositando un tierno beso en su frente- estos son mis amigos- los fue presentando- Suseth, Matt y ella es Ivette.

-Como soberano de Norusakistan, les doy la más cordial y calurosa bienvenida al país, que Alá bendiga su estadía entre nosotros, siéntanse como en su casa. Si son amigos de Isabella, son mis amigos y amigos de esta nación, esperemos se sientan cómodos, lo que necesiten no duden en pedirlo, les atenderemos gustosamente.

-¡Gracias, Excelencia!- respondieron todos al unísono.

-Mi madre está con un poco de dolor de cabeza, mi prima no se encuentra en Palacio, la conocerán en la cena. Y mi hermano; El Príncipe, no debe tardar en llegar. Muchas gracias por venir hasta tan lejos para asistir a nuestra boda, gracias por la sincera amistad que le brindan a mi amada, no tendría cómo pagarles. Me encantaría sentarme y conversar un poco con ustedes.

-Por supuesto, Majestad- dijo Ivette- será un placer para nosotros.

-El placer es todo mío, se los aseguro.

Conversaron largo rato, compartiendo las dulces galletas que les habían preparado. Zabdiel, descubrió que el cariño que le profesaban a su prometida era realmente grande, tenían años y años de experiencias vividas, eran cuatro amigos muy unidos.

Matt Penfol, era un hombre alto, atractivo, seguro de sí mismo, con un gran sentido del humor y una chispa de alegría que compartía y contagiaba a todos.

Suseth Cooper, era sumamente hermosa, de larga cabellera rubia, sus grises ojos llenos de alegría y quizás un poco de perspicacia, atractiva y muy divertida, solía tener un buen comentario para todo y no dejaba de añadir anécdotas compartidas con Isabella, quién reía constantemente de lo que su amiga contaba.

Ivette Cooper, una hermosa rubia de ojos grises. Su largo y abundante cabello dorado caía libremente sobre sus hombros, remarcando sus facciones y lo hermoso de sus ojos, llenos de alegría e inocencia. Era dulce, tierna, irradiaba la luz que otorgan los primeros años de juventud.

Alrededor de una hora después El Príncipe, entró con una gran sonrisa y un brillo especial dibujado en su hermoso rostro.

-Alteza- le dijo Zabdiel- hasta que por fin llega, le hemos estado esperando.

-Buenas tardes, me disculpo por mi demora- terminó de llegar hasta ellos y su vista se clavó en aquellas dos hermosas rubias- estaba atendiendo algunos asuntos. Caballero, señoritas, Bienvenidos a Norusakistan. Soy el Príncipe Zahir Amir Mubarack Maramara- se veía muy orgulloso de poder ostentar su título nobiliario- que Alá bendiga sus estadías en Norusakistan.

-Mucho gusto, Alteza- respondieron ambas mujeres.

-No, tía- le dedicó una hermosa sonrisa- solo debo descansar, mañana estaré mejor. Que tengan buenas noches y de nuevo mil disculpas, es un placer tenerles aquí- les dijo a los visitantes y luego se giró marchándose.

Debía darse prisa, tenía que ir a sus habitaciones e ir por el regalo que le había traído a Isabella, recomendación de Esquizbel, pero obviamente debía darse prisa para no ser descubierta. Daría lo que fuese por ver la cara de Isabella, en cuanto vea su regalito. Pensó sonriendo con malicia.

Después de una hora, se despidieron y cada quién fue directo a sus aposentos. Zabdiel, se dispuso a acompañar a Isabella. No quiso entrar a la recámara sabiendo que allí debía estarla esperando Naiara, para ayudarla a prepararse para dormir. Así que se detuvieron en la puerta de las habitaciones de ella.

-Gracias, mi amor- le dijo Isabella, con ojos llenos de alegría.

-¿Por qué?- preguntó con una media sonrisa.

-Por todo, pero en esta ocasión te agradezco el hecho de que aceptes a mis amigos, que les permitas quedarse en Palacio, que los trates con tanto afecto y respeto. Ellos son muy importantes para mí.

-Entonces también lo son para mí, amada mía- le respondió acercándose hasta quedar de frente, con su aliento rozándole los labios- tú eres importante para mí, mi amor. Haré todo lo que te haga feliz, y si eso implica no solo traer a tus amigos, sino recibir a media Inglaterra en Palacio, para verte sonreír así no dudaría en hacerlo ni por un instante.

Isabella, sonrió feliz, se acercó a él y le rodeó el cuello con ambas manos, se acercó a él lo más que pudo, elevando su pecho para encontrarse con el de él.

-Te amo. . .- fue lo último que susurró antes de reclamar su boca en un apasionado beso. Su labios encontrándose, sus lenguas danzando, sus corazones acelerándose, su respiración agitándose. . . sus almas amándose.

El Jeque, la estrechó con fuerza, tomándola de la cintura.

-Nunca pensé que llagar a amar así, Isabella. . . nunca pensé sentir todo esto que se agita en mi alma, que hace saltar mi pecho.

-Yo tampoco, mi amor. No concibo una vida sin ti- le acarició el rostro- sin tus ojos viéndome con tanto amor, sin tu voz alegrándome los días, sin tu boca besándome. . . te amo Zabdiel, y no hay verdad más grande en mi vida. Te amo como nunca he amado, ni amaré a nadie más.

-Es usted bien correspondida, señorita Stone- sonrió con picardía, antes de volver a besarla.

Después de una larga jornada de besos e inocentes caricias, se despidieron con un largo abrazo. Isabella se quedó observando como el Jeque, se alejaba por el largo pasillo, para dirigirse a la otra ala, que lo llevaría a sus habitaciones. Dio un largo suspiro y entró a la habitación. Como había predicho Naiara, la esperaba sentada en un cómodo sofá en una de las esquinas de la habitación.

-La esperaba señorita- dejó a un lado el bordado y se puso en pie.

-Debiste haberte ido a descansar, Naiara. Yo puedo sola- le dedicó una hermosa sonrisa.

-Nada de eso- le devolvió el gesto- en un honor para mí poder servir a mi futura reina.

-Naiara. . . – la miró con ojos brillantes- espero ser una reina digna de este pueblo.

-Ya lo es- le aseguró- no podríamos tener reina más digna que usted, señorita Isabella Stone. Ahora, a prepararla para irse a la cama.

Isabella, se sentó sobre la cama y ayudó a Naiara, a despojarla de sus zapatos, luego se puso en pie mientras ella le buscaba algo en el amplio closet. Isabella retiró el cubrecama y las sabanas de la cama y movió alguna de las tantas almohadas, arrojándolas al suelo, preparando así el espacio de la cama dónde iba a descansar. De pronto se detuvo y casi sintió dejar respirar al escuchar la suave voz de Naiara.

-Por favor, no se mueva señorita- Isabella, se quedó en la misma posición en la que se encontraba, giró lentamente el rostro para ver a Naiara quién señalaba algo entre las almohadas, ella se veía realmente aterrada y sus ojos parecían querer abandonar sus orbitas.

Fue entonces cuando ella con suma lentitud volvió a girar el rostro buscando el motivo por el cual debía mantenerse inmóvil. Su corazón aparentemente dejó de latir cuando sus ojos se toparon con aquello. . . una cobra.

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