-Naiara. . . – dice sintiendo como su cuerpo comienza a temblar al ver aquella cobra armada dispuesta a atacar.
-No se mueva señorita, manténgase así como está, tendré que ir por Haimir, él sabe cómo deshacerse de ellas, las conoce.
-No. . . No me dejes sola- dice completamente aterrada. Con un mordisco estaría muy cerca de la muerte- te lo suplico Naiara, no me dejes sola- contrajo la mandíbula y se mordió el interior de la mejilla para no llorar, siempre había sido una mujer fuerte y la muerte le daba igual, tener que enfrentarse a ella a diario, era parte de la gran aventura que significaba su trabajo. Pero ahora era diferente, tenía a Zabdiel, y no tenía el menor interés en morir.
-No sé cómo tratar con esos animales señorita, les tengo muchísimo miedo, pero Haimir, sabrá que hacer sólo le pido que no se mueva.
-No lo haré- responde- pero te ruego, date prisa por favor.
Isabella, tiembla internamente sin quitar la vista de aquel animal que la amenaza, se siente completamente aterrada, solo rogando porque apareciera alguien que supiera deshacerse de ella, porque no tenía ninguna intención de morir en aquel momento.
Después de lo que pareció una eternidad, Haimir entró a la habitación con lo que parecía una larga vara y una bolsa de una intenso color azul.
-No se mueva señorita Stone, manténgase en la misma posición.
-Solo aleja a ese animal de mi, Haimir- le dice nerviosa pero con voz firme.
-Lo haré- Isabella, lo ve moverse con sutileza por la habitación, con mucho cuidado desvía la atención de la cobra hacia él, la observa fijamente y abre la bolsa en la cama, luego con la vara la acerca delicadamente hacia el animal, y en lo que parecen minutos, la cobra ya está dentro de la bolsa sellada y alejada del cuerpo de Haimir por si decide atacar.
-¿Qué está sucediendo?- pregunta Zabdiel y es evidente por su voz que está enfadado- ¡¿Una cobra?!, ¡¿Una cobra?!
-Si, Excelencia- responde Haimir- no sé cómo pudo haber ocurrido, pero hay una cobra en Palacio.
-¿Qué tipo de cobra es?- pregunta furioso.
-Una real, Excelencia.- le dice y Zabdiel, hace una mueca.
-Esas cobras por lo general no se acercan a los humanos y se mantienen en el desierto.
-Así es, Majestad- ratifica sus palabras.
-Es evidente lo que está sucediendo. Reúne a la familia, invitados y todo el servicio en el gran salón de inmediato. ¡Me van a escuchar!- ruge furioso.
-Como usted ordene, Majestad.
-Y asegúrate de alejar a ese animal de aquí- le ordenó.
-Si, Excelencia.
-Estaré en el salón principal en cinco minutos y todos deben estar allí- Haimir, asintió y se alejó con el pequeño saco en sus manos.
Zabdiel, observó a Isabella, quién parecía estar en shock. Temblaba y lo miraba con ojos enormes.
-Amada mía- le dijo a la vez que caminaba hasta ella y la tomaba entre sus brazos.
-Ha sido un susto terrible, mi amor- le dice ella, quien lo abraza aferrándose fuertemente a la cintura de él- pensé que me mordería.
-No, mi amor- le toma el rostro con ambas manos y la mira fijamente a esos hermosos ojos jade- no me lo perdonaría jamás- dicho aquello la besó en los labios con ternura- nada te ocurrirá, por suerte localizaron al animal antes de que te lastimara. Estas temblando, mi amor.
-Sí. . .he visto muchas cobras, pero nunca tan de cerca y en una actitud tan amenazante.
-Quién haya hecho esto me lo pagará Isabella, puedes estar segura de ello.
-Pero. . . ¿crees que alguien intentó matarme?- lo miró con ojos enormes.
-No tengo ninguna duda, mi amor. Esas serpientes son exclusivamente del desierto. Nunca antes una ha entrado a Palacio, y ahora que lo hace es precisamente en tu habitación, ¡en tu cama!. Alguien ha metido su mano en esto, y se la cortaré de ser necesario- dijo furioso.
-Pero, mi amor. . .
-Vamos al salón- dice serio.
-¿Qué haremos allá, Zabdiel?- le pregunta angustiada.
-Demostrarle a tu atacante que la futura Soberana está con vida y que si vuelve a intentarlo, le mataré con mis propias manos.
Zahra. . .
A estas alturas la cobra ya debe haber mordido a la infeliz de Isabella. Sonríe para sí misma, ya era hora de que esa rosita inglesa, frágil y con aires de bondad, dejase de ser una molestia. Pobre Zabdiel, quedará devastado al perder a su amor, pero allí estaré yo para apoyarlo, brindarle consuelo y ser su futura esposa.
Un llamado a la puerta me sobresalta y luego sonrío, debe ser la fatídica noticia de que hemos perdido a la señorita Stone.
-¿Quién es?- pregunto elevando el tono de voz.
-Soy Naiara, señorita Zahra, traigo noticias- me dice y sonrío
-Adelante- la jovencita entra y me mira angustiada.
-¿Qué sucede, Naiara?, ¿porque me molestas a estas horas?
-Por órdenes de su Excelencia, debemos estar todos en el salón principal de inmediato.
-Pero. . . – abro mis ojos enormes, aparentando sorpresa- ¿ocurre algo malo?
-Muy malo señorita- me dice nerviosa.
-¡Habla Naiara!- le exijo.
-Y no está sola- gruño Matt- no permitiremos que la lastimen.
-¡Debemos calmarnos!- intervino Zahra- esto debe tener una explicación.
-La única explicación que hay- dice molesto- es que alguien quiere deshacerse de la futura Reina, pero les he reunido para decirles que no estoy dispuesto a permitirlo, que quién se atreva a levantar su mano contra mi futura esposa, morirá de la peor manera, que no acepto a traidores bajo mi techo, ni comiendo de mi mesa, ¡NO LO TOLERARÉ!- grité provocando la exaltación en todos los presentes- me considero un Soberano justo y bondadoso, pero no consentiré ofensas en mi contra, ni en contra de los míos y no me temblará el pulso para castigar severamente a quién ose a lastimar a mi gente.
-Majestad, yo considero que. . .
-Que el personal de la guardia real no hacen bien su trabajo ¡mira que una cobra real en Palacio!, bien pudo estar en mi habitación, bien pudiese estar en este momento llorando mi deceso. Con ustedes ya me reuniré luego, pueden retirarse a sus habitaciones, consideren que serán vigilados con cuidado. Y pido perdón a nuestros invitados por tener que presenciar semejante noticia.
-No se preocupe por nosotros, Majestad- dijo Suseth.
-Quien nos preocupa realmente, es Isabella- agregó Matt.
-Nos aterra pensar que está en peligro, que alguien desea verla muerta, es nuestra amiga y nosotros. . . – Ivette, no pudo terminar ya que Isabella, la interrumpió.
-Nada me ocurrirá – gime Isabella- estaré bien, no deben preocuparse por mí.
-Por supuesto que nos preocupamos por ti, eres nuestra amiga- dijo Suseth.
-Y te amamos- añadió Ivette- no soportaríamos que algo malo te ocurriera.
-Y no le ocurrirá- dije- porque quien quiera hacerle daño, tendrá que colocar la cobra en mi habitación- declaré firme y todos los ojos se abrieron por la sorpresa. Evidentemente con esto me estaba saltando todas y cada una de las reglas y leyes. No podíamos dormir juntos hasta la noche de nuestra boda, no era bien visto que ella durmiera sobre mi lecho sin portar en su dedo el anillo que la certificaba como mi esposa, pero no estaba dispuesto a exponer la vida de la mujer que amo, aunque para eso tuviese que luchar en contra de todo Norusakistan.
-Mi amor. . . – Isabella me miró con ojos enormes.
-Excelencia- dijo mi madre, mirándome con preocupación, mientras que en el rostro de Zahir, se dibujaba una pícara sonrisa. Lo que no sabía mi hermano es que lo menos que estaba pensando yo era en desatar la pasión, solo quería protegerla y sabía que eso lo lograría solo teniéndola a mi lado, protegiéndola yo mismo, al menos hasta descubrir al traidor- según las leyes, usted y. . .
-Sí- la corté de inmediato- conozco las leyes del país que presido, madre, pero no estoy dispuesto a darle otra oportunidad a ese asesino, y si lo que desean es matar a Isabella, tendrán que asesinarme a mí también, porque no me alejaré de ella, desde hoy dormirá en mis aposentos, el lugar en dónde yo mismo podre cuidarle. . .
-Pero Majestad, la honra de la señorita Stone, se verá perjudicada- dijo Zahra.
-Por supuesto que no. No la tocaré mientras no sea mi esposa, lo juro por Alá. ¿Osa alguno a dudar de mi palabra?
-No. . No. . No. . No. . .- las negativas se hicieron presentes de inmediato.
-Isabella, será mi esposa en semana y media. Pero desde hoy dormirá a mi lado, ¿alguien tiene algún impedimento?- pregunté desafiándolos.
-No, Excelencia- se escucharon a coro.
-Pueden retirarse. Buenas noches.
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