(COMPLETO) EL CALOR DEL ORIENTE romance Capítulo 38

Había llegado la hora de compartir sus votos. En la elegante mesa, estaba un cojín con sus anillos entrelazados, una tarta, un pequeño plato con sólo dos dátiles y dos copas con leche líquida, además de una pequeña copa que contenía miel.

Zabdiel llegó hasta ella.

-Estás hermosa, mi amor.

-Tú estás impresionante- le susurró ella. él sonrió y tomó el pequeño cojín de donde extrajo una sortija, luego la tomó de ambas manos y la miró directamente a los ojos.

-Isabella. . . Desde que te conocí y me miré en esos hermosos ojos, sentí que mi vida cambiaría, y estoy inmensamente feliz de no haberme equivocado. Amarte me hace sentir inmensamente feliz, que me ames me hace sentir el más afortunado de todos los hombres. Pido a Alá, bendiga este amor eternamente, porque no hay nada que desee más que envejecer a tu lado, te amo más de lo que puedo explicarte, mujer. Te amo con el corazón, con la mente, con el alma y muy pronto con el cuerpo, no hay área de mí que no desee estar a tu lado. Prometo amarte, serte fiel y respetarte, jamás lastimarte y protegerte siempre con mi vida, prometo ser tu amigo, tu amor, tu confidente, tu amante, prometo estar siempre a tu lado, prometo amarte hasta mi último respiro. Te entrego este anillo como señal ante el mundo de que hay un hombre que vive por ti y para ti, con este anillo te hago acreedora de todo lo que soy y rechazo a todas las mujeres, solo para vivir para ti- después de aquellas hermosas palabras deslizó el anillo de oro en el delgado y elegante dedo de Isabella.

Ella sentía su corazón latir con fuerza, sus ojos amenazaban con dejar salir las lágrimas de dicha que le quemaban, aquellas hermosas palabras la habían conmovido en gran manera.

-Mi amor, Mi rey, Mi soberano, Mi Majestad, Mi Excelencia. . . Mío, así te he sentido, así sé que eres- él le sonrió- soy tan dichosa de ser merecedora de tú amor, y de ser escogidas entre muchas para ser la mujer que tiene el privilegio de ser tu esposa. No hay nada que desee más que amarte cada día, que tenerte junto a mi hasta que deje de respirar. Prometo ser una buena Soberana, prometo dedicar mi vida a Norusakistan y a amarte, prometo serte fiel, respetarte y amarte toda mi vida- una solitaria lágrima resbaló por su mejilla- prometo ser tu apoyo en la dificultad, tu paz en medio de la tormenta, tu abrigo en las noches frías, tu consuelo en los momentos de tristeza, tu alegría cada día. Te entrego mis labios para que te besen con devoción, mis ojos para que te reflejes en ellos eternamente, mis manos para llenarte de caricias, mi cuerpo para consumar nuestro amor, mi corazón para que lata siempre por ti y mi alma para amarte más allá de la eternidad, soy tuya. . . completamente tuya. Te entrego este anillo como señal de amor, como muestra de respeto y obediencia, como símbolo de nuestra unión perpetua- y dicho aquello deslizó el anillo en su dedo.

Se sonrieron mutuamente, con necesidad de besarse, pero aún sin poder hacerlo. Zabdiel, sintió como se estremecía ante aquellas profundas palabras, Isabella lo amaba con la misma pasión que él la amaba a ella, de eso no había ninguna duda.

Isabella, se giró a un lado de la mesa y sonrió. Hayffa le devolvió el gesto. Ivette, con su hermoso atuendo rojo le sonreía con los ojos llenos de lágrimas. Suseth, no podía estar más feliz de ver a su amiga tan llena de dicha y Zahra. . . pues Zahra, lloraba silenciosamente, muchos hubiesen interpretado que era de felicidad, pero lo cierto era todo lo contrario. 

No estaba para nada feliz, y a pesar de su hermoso moño y su lindo maquillaje, Isabella, pensó que era de muy mal gusto haber asistido a la boda con ese Caftan, de tonalidades oscuras, no conocía completamente las costumbres de Norusakistan, pero lo que si sabía es que de donde ella venía, a una boda no se asistía de negro.

Zabdiel, tomó un dátil y se lo entregó en la boca a Isabella, luego ella hizo lo mismo, con manos entrelazadas cortaron de la tarta y la compartieron, mientras se daban de comer el uno al otro.

Seguidamente de aquello Zabdiel, levantó la copa que contenía la miel y vertió un poco en cada copa con leche, señal de que su matrimonio traería dulzura no solo a ellos, sino también al pueblo. Al instante cada uno tomó una copa, y entrelazaron sus brazos para beber de ellas, dando un sorbo a la leche con miel.

Después de aquello, Isabella se acercó a él y como señala la tradición, le rodeó el cuello y elevó su rostro ofreciendo sus labios a su esposo, como el sello final de aquella ceremonia, como muestra final de la perpetuidad de su compromiso. Él no se hizo de rogar, le rodeó la cintura acercándola hacia él, y unió sus labios, aceptando la ofrenda que Isabella le ofrecía.

Mientras sus labios se juntaban en un beso lleno de ternura y pasión los presentes estallaron en aplausos.

Zahir. . .

Es un orgullo para mí ver como mi hermano contrae matrimonio y no solo un matrimonio por compromiso y conveniencia, sino un matrimonio que realmente lo hace feliz.

Siempre ha sido tan diferente a mí, tan correcto, tan comprometido, que lo menos que se merecía era a alguien que realmente lo amara. Veo como la víbora de Zahra, seca sus lágrimas y es evidente que está sufriendo, no es una buena mujer, a mí no puede engañarme, sin embargo sé que su amor por Zabdiel, es sincero. Desde niña se pegaba a él como una segunda piel y lo miraba con ojos cargados de adoración. Cuando mi padre expresó su deseo de un matrimonio entre ellos, Zahra no ocultó la inmensa felicidad que sintió. Aunque sin temor a equivocarme sé que la mujer adecuada para él es Isabella. Ella es buena, pura y será una excelente Soberana.

Zahra, fue quien puso aquella cobra en la habitación de Isabella, no lo dudo ni por un instante, aunque no tenga como probarlo, sé que fue ella. Además sospecho que tuvo mucho que ver con el secuestro de Isabella.

-¿En qué piensa el hombre más atractivo del lugar?- la dulce voz de Aisha, me saca de mis pensamientos. Aisha, vino para ser mi acompañante en la boda de mi hermano, aquello me habría echo feliz en otra circunstancia, pero no en esta, cuando tenía unos profundos ojos grises escudriñando mis movimientos y mirándome con reprobación.

-En la felicidad de mi hermano.

-Si. . . se ve realmente feliz. Isabella, es tan dulce, sin duda alguna tendrán ustedes una buena Reina- me sonríe.

-Así es,  ha hecho buena elección.

-¿Y usted Alteza?- me mira divertida- ¿ cuándo elegirá?.

-Nunca, de no ser estrictamente necesario. No soy ese tipo de hombres que se compromete, que nació para tener esposa e hijos. Yo soy libre Aisha, maravillosamente libre y mientras pueda no cambiaré eso.

Aisha, se va en busca de algo para beber, yo camino hasta dónde está Ivette, quien sonríe y aplaude alegre por la música. con ese  hermoso Caftan rojo, blanco y con detalles dorados, se  veía  realmente  increíble, si no fuese  por  la  blancura de su piel y de su cabello, podría  ser  la  Norusakistana más  hermosa  que  haya  visto nunca.

-Qué hermosa señorita Cooper- le digo en tono seductor. Ella se gira y me mira con sus ojos cargados de seriedad.

-Gracias, Alteza.

-¿Cuándo me llamarás por mi nombre?

-Nunca- dice cortante.

-A ver, Ivette. . . ¿qué te tiene tan molesta?

-No estoy molesta, Alteza. En estos momentos soy una de las mujeres más felices del mundo, mi amiga ha hecho una elección maravillosa y estoy segura que será feliz.

-Así será, se ha casado con mi hermano- digo en tono arrogante.

-Se cree usted mucho Alteza- me mira censurándome-  Pero El Jeque y usted, no se parecen en nada, son dos hombres totalmente distintos- me dice con voz dura- gracias a Dios.

-¿Me dirás lo que sucede?- le pregunto tomándola del antebrazo, frunciendo el ceño.

-Manténgase alejado de mí, Alteza, y le pido que no me obligue a repetírselo- se suelta de mi agarre, dando un fuerte tirón a su brazo, y se aleja con su flamante atuendo fucsia, mezclándose entre la multitud.

Después de la ceremonia, Zabdiel e Isabella, fueron acompañados a distintas recamaras, para que pudiesen cambiarse, en esta oportunidad lucirían trajes típicos del oriente, con la finalidad de honrar las raíces de Zabdiel.

Ella lucía un hermoso Caftan, azul rey, con blanco y detalles dorados. Era realmente hermoso, una pieza digna de una reina.

Él lucía un Caftan masculino, blanco con azul rey. Era realmente increíble para Isabella, como él podía verse maravillosamente bien con cualquier cosa que vistiese.

Se subieron a un elegante auto con hermosas decoraciones de rosas, y dieron un recorrido a la parte central de Norusakistan, saludando a todos a su paso, quienes también estaban de celebración por la unión, de Palacio salían bandejas con comida y bebida, que eran repartidas en auto a todas las personas que estaban en las calles celebrando el matrimonio.

De vuelta a Palacio, todos le esperaban y cuando hicieron su entrada, comenzaron a aplaudir a la feliz pareja. Caminaron tomados de la mano, por la pasarela, sonriendo a todos hasta llegar a donde estaban los dos tronos.

Zabdiel subió un peldaño y luego extendió su mano a Isabella para que se uniera a él, señal de su ascenso oficial al trono; la nueva Soberana de Norusakistan, se dieron un rápido beso y se sentaron a disfrutar de la celebración final.

Atractivos caballeros se encargan de repartir té y pastas a los presentes, y luego de aquello, una elegante cena para cerrar la celebración.

Todos los presente les dieron sus buenos deseos de prosperidad y fertilidad, lo cual hizo ruborizar a Isabella, sabía que todos esperaban un pronto heredero, pero era incomodo que todos supieran a lo que iban. 

La recámara nupcial estaba hermosamente decorada. Las rosas blancas y rojas abundaban en todo el lugar, las velas aromáticas eran exquisitas y llenaban el ambiente de un olor sensualmente erótico. Zabdiel la tomó entre sus brazos e ingresó a la habitación con ella cargada.

-Para honrar tus costumbres, mi señora- le dijo mirándola con adoración.

-Te amo tanto, mi Rey- le dice rozando sus labios.

-Y yo a usted, mi Reina. . .mi dueña- roza sus labios-mi señora. . . – la vuelve a besar y la sangre de Isabella, comienza a hervir- mi amor. . . –Isabella se estremece por sus palabras- ¿ estás nerviosa?

-Un poco- reconoce avergonzada- he esperado tanto este momento mi amor- lo mira a los ojos- y ahora que te tengo así, completamente mío. . . los nervios amenazan con apoderarse de mí.

-No sucederá tal cosa mi señora, yo me encargaré de que te relajes- camina hasta la cama y se sienta en el borde, con Isabella sentada en su regazo y ella rodeándole el cuello, perdida en la profundidad de sus ojos.

-Me parece un sueño que seas mío- le dice uniendo sus frentes.

-Completa, absoluta y legalmente suyo mi Reina. Puede ejercer sus derechos cuando quiera- le dice con una sonrisa pícara- Juro que no me negaré.

-Quizás comience ahora- le dice con una sonrisa.

-Sería perfecto, porque me muero de ganas de tenerte- susurra antes de besarla ligeramente. La abraza con fuerza, y luego se aleja un poco, deja un delicado beso en el lóbulo de su oreja, luego en el cuello, comienza a besar acercándose a su boca, luego baja en un descenso de besos hasta el borde del Caftan, justo donde se ve el tumulto de sus erguidos senos. Los acaricia por encima de la tela con el puente de la nariz, e Isabella se estremece y sin poder evitarlo un suave gemido escapa de sus labios.

Sin poder resistir la tentación se inclina y deja una hilera de besos en aquel colosal cuerpo, y se dedica a llenarlo de besos, lamidas, pequeños mordiscos que hacen encender la piel del Jeque.

Zabdiel, intenta controlar las sensanciones, pero siente que ya no puede evitarlo, la desea tanto, que si no la tiene en ese preciso instante se volverá loco. Así que ha llegado el momento de sentir como sus   cuerpos se funden en un solo ser La hace girar, ubicándose encima de ella, oprimiéndola contra el colchón y el peso de su hermoso cuerpo. Comienza a besarla con ardor y no se sorprende cuando Isabella responde con tanta pasión como la suya.

Sus hermosos ojos jades brillan con pasión su hermoso cabello rubio con destellos rojizos se extienden en las sábanas, sus boca hinchada por los besos y enrojecida por la pasión le da un aspecto erótico y ardiente.

El Jeque, le dedica fogosas caricias mientras que su cuerpo inexperto 

se retuerce ante las sensaciones desconocidas para ella. Se ubica 

entre sus piernas, abriéndolas para permitirle acceso.

-Seremos uno- le susurra con voz agitada.

-Nuestros cuerpo, nuestras almas ya son una mi amor.

Sin apartar la mirada de sus verdes ojos, Zabdiel oprime su masculinidad para abrirse paso en las profundidades del femenino ser, la siente tensarse y comprende que será un momento doloroso, pero el placer que van a experimentar juntos será mayor. Avanza un poco más y las manos de Isabella, se anclan en su espalda, comienza a besarla con ternura intentando desviar su atención, antes de avanzar otro poco. Intensifica el beso, justo segundos antes de empujar dentro de su ser. Isabella se abraza a él con fuerza, a la vez que un pequeño grito nace dentro de su ser, sube por su garganta y es ahogado por a boca del Jeque.

-Eres mía. . .- le susurra mirándola a los ojos.

-Siempre- responde ella acariciando su espalda.Él se mantiene inmóvil como dándole un poco de tiempo para que se acostumbre a tenerlo así, dentro de él, complementando su ser.

Pronto comienza a moverse, dándole pequeñas embestidas, sin poder evitarlo Isabella comienza a gemir de puro éxtasis, mientras suspiernas se aferran a las firmes caderas masculinas, sujetándolo a ella acercándolo más, para darle acceso a sus profundidades de mujer, eleva su pecho y roza los senos con su pecho haciéndolo gruñir de placer, El Jeque toma a los gemelos y mientras la embiste, los succiona con fuerza.

-¡Dios!- gime Isabella, comenzando a sentir el ascenso a la cima del placer, su corazón se agita con cada caricia que El Jeque le da a su cuerpo, con cada embestida llega a profundidades que eran inexploradas y crea en ella sensaciones insospechadas. No se puede experimentar tanto placer y seguir vivo.

Isabella sentía como sucorazón estaba a punto de explotar.

Sentirlo llenando las profundidades de su ser era mejor de lo que había soñado, sentir como se hacían un solo ser, como él la adoraba en cuerpo y alma. Entraba y salía de ella con tanto amor y pasión que era inevitable gemir descontrolada, esos extraños sonidos que escapaban de su boca sin poder ser reprimidos.

Siente como Zabdiel, arremete contra su cuerpo, con tanta pasión que los gemidos pronto se vuelven gritos de intenso placer, mientras lo escucha gemir extasiado y sabe que él lo está disfrutando tanto como ella. El sonido del choque de sus cuerpos, los gemidos, los gruñidos, el olor de las velas, los pétalos de rosas, todo uniéndose en un solo y perfecto momentoNo podría ser más perfecto.

Su cuerpo está perlado en sudor, su alma se eleva a las alturas y justo allí explota la pasión dentro de su ser. Se siente como expulsada a lo lejos con fuerza y para luego caer en un rápido descenso que le roba el aliento. 

El Jeque, gruñe alcanzando su propio placer y luego se desploma sobre ella. Isabella lo abraza, oprimiéndolo contra su pecho y así se quedan, dos corazones latiendo al unísono, dos almas fundidas, dos cuerpos que ahora son uno.

Él le pertenece y ella. . . ella es completamente suya. . . 

Una hora más tarde el Jeque tiene su cabeza sobre el vientre de Isabella, mientras reparte pequeños besos el esa área y ella ríe feliz con las cosquillas que le produce.

-¿Crees que esta misma noche podamos trabajar en nuestro heredero?

-Si se esfuerza Majestad, creo que si puede lograrse.

-Yo estoy dispuesto a esforzarme todo lo necesario. . . es más, creo que me esforzaré toda la noche. Tu piel es tan suave, tan blanca, tan hermosa y sensible, tan receptora de mis caricias, me encanta como te retuerces de placer Isabella- ella se estremeció ante sus palabras-Isabella. . . mía. . . mi dueña, mi amada, mi señora, mi reina, mi Soberana, mi esposa. . . sólo mía, única y perfectamente mía- su voz se vuelve ronca y sedosa.

-Tendremos heredero- le dice con una pícara sonrisa, mientras se ubica encima de ella.

-Sí. . . – susurra Isabella, rodeándole el cuello con sus brazos,atrayendo su boca hacia la de ella -Te amo Majestad- le dice con amor.

-Yo también la amo, Excelencia- responde con voz cargada de pasión, antes de apoderarse apasionadamente de su boca.

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