PERTENECER A OTRO (II)
Cuando subieron al departamento, Aylin fue por el botiquín de primeros auxilios. Mientras tanto, Sebastián esperaba paciente en el sofá. Incluso para él, que era un hombre, le pareció bastante duro la actitud de Aylin.
Ella regresó y se sentó a su lado y comenzó a limpiar la herida.
―¿Te duele? ―le pregunto con voz suave. Sus delicadas manos acunaron la cara del alfa ―Tenías razón, lo mejor era que me quedara contigo.
Sebastián apartó la mano y la sostuvo entre las suyas.
―Aylin, no es seguro que te quedes aquí, ya ves que te encontró y va a seguir molestándote. ―suspiro ―Si seguimos así nada bueno va a resultar de todo esto. Él sabe que Rowan es su hijo y lo más normal es que quiera estar cerca de él. ¿Por qué no intentas…?
―¡No! ―exclamo y se puso de pie ―No voy a dejarlo estar cerca de mi hijo. No lo merece.
―Estás siendo egoísta, Aylin. ―Sebastián también se puso de pie ―Y lo peor de todo es que es con tu propio hijo.
Ella evadió su mirada y se cruzó de brazos.
―Con el tiempo lo olvidará, apenas tiene cuatro años.
―¿Estás segura? ¿Tú has olvidado a tu padre?
La mención de su padre hizo que el dolor de la pérdida volviera. De hecho, no era una mentira, no había olvidado a su padre y tampoco a su madre. No había un día que no los extrañara, que los necesitara junto a ella. Sin embargo, su padre no era como Cassian, él era bueno, justo y leal.
El alfa caminó detrás de ella y la rodeó con sus brazos.
―¿Sabes que te quiero, verdad? ¿Qué lo único que deseo es tu felicidad?
―Lo sé.
―Entonces, ¿Por qué te niegas a aceptar la realidad? ―la giro y la hizo mirarlo ―No soy tonto, Aylin, lo vi en tus ojos.
―¿Qué viste? ―pregunto ella avergonzada.
―Que lo amas.
Más tarde, Aylin acompañó a Sebastián abajo, aunque tenían sus reservas, afortunadamente Cassian ya se había ido.
―¿Segura que no quieres que me quede?
―No. Estaré bien, ya se ha ido.
―Cierra bien la puerta ―ordeno ―Aunque eso no es problema para nosotros, pero por si las moscas.
Ella se echó a reír y le dio un beso en la mejilla.
―Gracias por apoyarme.
―Siempre lo haré Aylin, eres la mujer de mis sueños ―le dio una sonrisa sensual ―Lo malo es que te conocía muy tarde.
El alfa se dio la vuelta y subió a su auto, Aylin vio el auto alejarse lentamente. Miro alrededor sintiendo un poco de frío, la lluvia había cesado y la temperatura bajo. Dio unos cuantos pasos, cuando alguien tapó su boca y le rodeó la cintura.
―Hmm… ―forcejo tratando de soltarse. Pero por el aroma que invadió sus fosas nasales le dijo de quién se trataba.
Cassian no se había ido, llamó a su asistente para que viniera por el auto. No tenía intenciones de prolongar más la conversación. Así que espero pacientemente, aunque en algún momento creyó que el infeliz se quedaría a pasar la noche.
Mientras Aylin seguía forcejeando, él apretó más el agarre, bajó la cabeza y le susurro al oído.
―Es hora de que tú y yo tengamos una conversación.
Aylin alzó su tacón y le dio un fuerte pisotón en el pie. El alfa gimió un poco y aflojo el agarre, y ella aprovechó esto para soltarse y enfrentarlo.
―¿Ahora tienes por costumbre mirar entre las sombras? ¿Por qué aún estás aquí?
Cassian apretó los labios y respiró hondo.
Cassian asintió y trató de contener su emoción. Tal parece que apostar a la nobleza de su mujer había sido lo correcto. Justo cuando estaba a punto de caminar, el repartidor de la tienda llegó.
―¿Señora Fox?
―Sí, soy yo.
El chico le dio una sonrisa y Cassian le dio una mirada de deja de babear por ella. El pobre entendió, se puso serio y dijo.
―¿Puede firmar aquí?
―Si claro. ―firmo el papel y el chico le dio un asentimiento de cabeza.
Aylin sintió algo extraño, se giró y miró a Cassian, lo encontró mirando la luna.
―¿Te vas a quedar ahí parado?
―¿Por qué?
―¿Como que porque? Ayúdame a subir las cajas. Son dos, tú llevas una y yo la otra. ¿Puedes o tu brazo duele demasiado?
La verdad es que no le dolía, pero si eso servía para que ella se condoliera de él, no le importaba actuar un poco.
―No importa, soportaré el dolor. ¿Cuál es la caja más grande?
El chico trajo una caja pequeña y luego una el doble de grande. El alfa la sostuvo en sus manos.
Aylin caminó delante de él hacia el edificio y por mucho que tratara de comportarse, no pudo evitar que su mirada se quedara más tiempo de lo debido en su redondo trasero.
―Será mejor que dejes de mirarme el culo, Cassian. ―le advirtió ―O voy a pensar que no estás tan mal después de todo.
El alfa se aclaró la garganta y no le quedó más remedio que apartar la mirada.
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