VINCULOS QUE NO SE ROMPEN.
―¿No crees que es demasiado? ―pregunto Lorcan por tercera vez ese día. ―Tendrá que vivir dos vidas para que juegue con todo esto.
―No tienes hijos Lorcan, así que no puedes opinar.
El beta que cargaba tres autos deportivos, un carro de bomberos, y un muñeco de acción, le dio una mirada de reproche a su amigo.
―No los tengo todavía, pero planeo tenerlos. Solo espero que soluciones cuanto antes tu vida para poder tener mi propia familia.
El alfa se echó a reír y siguió viendo otros juguetes.
―Lo dice quien no ha salido con nadie en cuatro años, no… ―se giró para mirarlo ―… cinco años.
Lorcan apretó los dientes y en ese momento, deseó no ser su amigo. Sabía que estaba refiriéndose a su ruptura con Daphne. Y ese era un tema que él prefería no tocar, lo mejor era dejarlo en el pasado y hacer de cuenta que nunca sucedió.
Cassian vio el cambio en su amigo y suspiró.
―¿Cuándo vas a contarme? Sabes todo de mí, pero yo, no tengo idea de porque rechazaste de la noche a la mañana a tu compañera. Daphne y tú estaban comprometidos desde niños, ambos sabían que un día serían una pareja, ¿Qué pasó?
Lorcan simplemente guardó silencio.
―Cuando esté preparado te lo diré, mientras tanto sigamos haciendo las compras para el cachorro. ―dijo esto y pasó a su lado, dirigiéndose hacia la sección de peluches.
El alfa suspiro y negó levemente, él era complicado tenía que reconocerlo, pero Lorcan lo era aún más. Siguió a su amigo y pasó horas recorriendo las tiendas de juguetes, eligiendo cada uno cuidadosamente para su hijo. Cuando terminaron, las bolsas eran tantas, que no cabían en el auto.
―Sigo pensando que es demasiado.
―Nunca es demasiado si se trata de mi hijo.
Cassian no podía dejar de pensar en él desde que lo vio y tampoco podía dejar de sentir que se estaba perdiendo la etapa más importante. Por eso se despertó temprano y fue de compras, quería que su hijo tuviera algo dado por él, aunque comenzaba a sospechar que se había excedido un poco.
Lorcan miró las bolsas, cajas, los paquetes y luego le dio una mirada a su amigo.
―¿Cómo vamos a guardar esto? Tendremos que meter incluso en el asiento del pasajero.
―Bien, hazlo.
―¿Qué? ¿Y dónde iré yo?
―Vete en taxi.
El beta abrió y cerró los labios.
―¿Hablas en serio?
―Claro que sí, no cabes, puedes tomar un taxi e ir a casa. ―el alfa, sacó su billetera y después unos cuantos billetes, se los entregó a su amigo ―Y no me esperes, llegaré tarde.
Luego de acomodar todo dentro del auto, subió al asiento del conductor y se fue. Lorcan entrecerró los ojos y lo observó alejarse.
―¡Maldito autoritario!
Negó con la cabeza y se dispuso a parar un taxi.
[…]
Cuando Cassian detuvo el auto frente al edificio de Aylin, estaba un poco nervioso, no estaba seguro cómo iba a reaccionar ella, pero sabía que tenía que intentarlo. Tomó un bonito peluche en forma de conejo y agarró otras bolsas, con esto en mano, salió del auto.
Cassian acarició con cuidado la mejilla de su hijo. La cara rosada de Rowan era tierna y suave y sus hermosos ojos verdes, lo miraban con una mezcla de emoción y timidez. Ya lo había visto antes, pero esta vez fue diferente, tenía la total seguridad de que el pequeño en sus brazos era una parte de él.
―Sí, Rowan… soy tu padre.
Sin embargo, Aylin no pensaba lo mismo porque se acercó a ellos y trató de arrebatarle a Rowan de los brazos.
―Dámelo, Cassian.
El alfa le dio una mirada suplicante y lo apretó contra su pecho.
―Soy su padre Aylin… por favor, déjame estar con mi hijo.
―Te dije que me lo dieras ―repitió sin intenciones de cambiar de opinión. ―¡Dámelo ahora!
―Aylin…
―¡Que me lo des!
El grito solo logró que el pequeño se asustara y de repente comenzó a llorar, sus brazos rodearon el cuello de Cassian con fuerza.
―Papi… quiero a mi papi…
Aylin se congeló, nunca esperó que su hijo se aferrara de tal manera a alguien que apenas acababa de conocer. Por otro lado, Sebastián se acercó y apartó a Aylin, para luego tratar de razonar con ella.
―Tienes que calmarte ―murmuro ―Lo acabas de asustar, tú nunca gritas.
Pero ella ni siquiera le prestó atención, tenía los ojos llenos de lágrimas y su mirada no se apartaba de Cassian y su hijo. Sebastián también los miró y reconoció que simplemente la naturaleza seguía su curso, porque, por más que intentes, existen vínculos que no se rompen.
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