EL ENEMIGO ACECHA.
En la gran mansión de Sebastián, el pequeño Rowan corría por el jardín en compañía de Niko. El alfa de pie en la puerta lo observaba con una sonrisa en los labios.
―Me encanta ver jugar a Rowan ―sus ojos brillaban mientras hablaba, la mujer a su lado descansó la cabeza en su hombro.
―Algún día serás un gran padre, Sebastián.
La idea agitó el corazón del alfa. De repente, la niñera salió con algunas cosas y asintió al pasar a su lado. Sebastián la miró interesado.
―¿Qué eso?
―Son las cosas que necesitará el señorito, vamos al parque, señor.
El alfa frunció las cejas y negó con la cabeza.
―No, hasta que yo lo decida, Rowan no puede salir de casa.
Aunque la niñera estaba confundida, asintió con la cabeza.
―Sí, señor.
―Está bien, Marta. Puedes entretenerlo aquí en casa, sé que Rowan es demasiado inquieto, pero… es por su seguridad.
―No se preocupe, lo mantendré ocupado.
El alfa y la mujer, a su lado, le dieron una última mirada al cachorro y se fueron. La niñera estaba a punto de volver adentro, cuando Rowan se acercó corriendo y vio los artículos en sus manos.
―¡¿Es hora de ir al parque?!
―Lo siento, cariño. ―la niñera se agachó delante de él y tomó sus manitos ―No podemos ir por el momento ―dijo con suavidad y una sonrisa ―Pero jugaremos todo lo que quieras.
La cara del niño se entristeció. El parque era uno de sus lugares preferidos, lo primero era la diversidad de olores que inundaban su nariz y lo segundo era que podía jugar con otros niños, en la mansión se sentía solo.
―Pero… amo ir al parque. Allí puedo jugar con otros niños.
―Lo sé, lo sé, iremos pronto ―ella le dio una mirada complicada ―Pero no hoy.
La mujer se puso de pie y volvió a la casa. Rowan regresó junto a Niko y se tumbó a su lado. El cachorro comenzó a lamerle la carita.
―Extraño a mama… ―murmuro con voz melancólica ―Y también a papá. Estar en casa del tío Sebastián, es aburrido.
Rowan se levantó y miró en dirección a la glicina en el jardín.
―En el parque podría jugar con otros niños ―su manita, acarició, el suave pelaje del perro. ―Y en su cabecita comenzó a formarse un plan. Detrás de la glicina, había una puerta secreta y esta te llevaría fuera de la mansión. ― Solo iremos un momento, volveremos antes de la cena.
Mientras tanto, fuera de la mansión, un auto último modelo estaba aparcado del otro lado de la carretera. La persona dentro sonreía malvadamente y sus ojos estaban llenos de oscuridad.
[…]
Mientras en tanto…
Cassian llegó con su beta y mejor amigo, Lorcan, herido y sin conocimiento. A pesar de que estaba casi agotado, siguió caminando y llevó el cuerpo inerte hasta el árbol sanador. Dejó al Lorcan a un lado, miró alrededor, pero todo lo que vio fueron sorprendentes árboles verdes. Y frente a él, estaba el árbol más grande de todos, sus ramos eran gigantescos y su altura casi tocaba el cielo.
―¿Hola? ―dijo cauteloso ―¿Hombre árbol?
No hubo ningún movimiento. Bajo la mirada y el rostro pálido de Lorcan, lo puso más nervioso. De repente, extendió su mano y tocó el gran árbol.
―H… Hola… ―balbuceo.
Cuando tocó el árbol sagrado, las dríadas que lo cuidan aparecieron.
El alfa retrocedió sorprendido.
―¿Quiénes son ustedes? Nunca había visto criaturas como ustedes.
Las dríades eran ninfas de los árboles y habitaban en ellos. Tenían forma femenina, con unos rasgos muy delicados, parecidos a los de una doncella. Sus ojos eran violetas o verde oscuro y su cabello y piel, eran iguales al árbol que habitaban.
―Somos las dríadas, guardianas de este bosque sagrado. ¿Qué es lo que quieres?
Cassian, estaba estupefacto, cuando dijeron hombres árbol, creyó que serían seres masculinos y fuertes. Esto era todo lo contrario. Sin embargo, no había tiempo que perder, Lorcan necesitaba ayuda.
―Mi amigo está gravemente herido. Fue atacado por los elfos oscuros, fue atravesado por una flecha envenenada. Necesita ayuda, por favor.
La dríada miró a Lorcan, quien tenía los ojos cerrados, su piel estaba extremadamente pálida y los latidos de su corazón se hacían cada vez más lentos.
― Dado que has venido con respeto y amas a los seres del bosque, tú y tu manada, merecen ser salvados.
La ninfa, camino hacia el gran árbol sanador y lo tocó. Luego habló en un idioma que ellos no pudieron entender.
El árbol tembló ligeramente y una voz resonó en la mente de la líder de las dríades.
―Hija mía, ya sabes que siempre estoy dispuesto a ayudar a aquellos que respetan y protegen mi hogar. La cura que buscas está en la corteza de mi tronco. Raspa un poco y encontrarás lo que necesitas.
La líder de las dríades no dudó y sacó su daga de plata. Con cuidado, hizo un pequeño corte en el árbol y rasgó un trozo de corteza. En su interior, encontró una sustancia brillante y dorada que parecía pulsar con vida propia.
―Gracias, gran árbol. Prometo que usaremos esto con sabiduría y respeto ― dijo la líder de las dríades mientras tomaba la cura con cuidado. Luego, se dirigió hacia donde estaba Cassian, quien esperaba con ansias la cura que salvará a su gente.
La líder de las dríades se acercó a Cassian y le entregó la cura para el virus de la manada.
―Toma esto, alfa Cassian. Esta cura los salvará a ti y a tu manada ―dijo con voz suave pero firme.
Él tomó la cura con respeto y agradecimiento.
―Prometo que, a partir de ahora, la manada Cazadores de la Luna cuidará del bosque y todos los seres que lo habitan.
La líder de las dríades sonrió con satisfacción.
―Me alegra escuchar eso, alfa Cassian. También quiero ofrecerte otro camino para regresar a tu hogar sin tener que pasar por el Bosque Oscuro. ―dijo señalando un camino de flores de cerezo ― Sigue este camino y llegarás a un río sagrado. Cruza el río y encontrarás el camino hacia tu hogar.
Cassian asintió con gratitud.
―Gracias por tu ayuda y sabiduría, gran líder de las dríades. Siempre recordaré tu generosidad y protección.
La líder de las dríades asintió con respeto y luego desapareció entre los árboles. Cassian y Lorcan, tomaron la cura y siguieron el camino que les había sido indicado, prometiendo cuidar del bosque y honrar la alianza que habían forjado con las dríades.
Mientras caminaban, el beta, miró a su amigo con una sonrisa.
―No recuerdo qué pasó, no obstante, quiero darte las gracias.
El alfa continuó caminando mientras sonreía.
―No tienes que darlas, es algo que haría por mi hermano.
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