DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 16

—¡¡¡Ares!!! —Exclama Aurora, aterrada al verlo, y él la observa de pies a cabeza.

—¿Se puede saber por qué has llegado hasta ahora? —Le reclama Jazmine. —¿Y tú por qué no contestabas el maldito teléfono? —Le reclama a Josué que se disculpa de inmediato.

—Lo siento señora, un embotellamiento fue el culpable de nuestro retraso y por la premura de ayudar al señor Ares, olvidé cargar mi teléfono.

—Bueno, lo importante es que ya estoy aquí… —Dice Ares con una expresión indescifrable, para todos los presentes, centrado en la hermosa mujer que tiene al frente, peleando consigo mismo por estar tan asombrado de su belleza, pues era innegable que aunque no tenía nada de maquillaje, vestida de novia parecía la mismísima diosa Afrodita. Suelta a Aurora, de forma tosca, y de inmediato se arrepiente de haber pensado tantas tonterías. La joven no sabe qué hacer, y se queda inmóvil

Jazmine, se acerca y le quita el velo de la mano, para colocárselo nuevamente.

—No debemos perder más tiempo. Los invitados esperan… —Le dice e Isaías asiente. Ares la observa una última vez de reojo, y acompañado de su madre y Josué, entra por la puerta lateral de la iglesia, para ubicarse en el altar…

Apenas todos se dan cuenta de que el novio ha llegado, Jazmine da la orden de que todos tomen su lugar para iniciar la ceremonia, y las puertas de la iglesia se abren, dando paso a los pajes, las damas y los padrinos que fueron escogidos por Jazmine; Adriana y Daniel.

Adriana no podía evitar sentir que estaba entrando a su propia boda, con la pequeña excepción de que ella no era la novia. Daniel le ofrece su brazo para que caminen juntos hacia el altar, viendo su expresión de tristeza, y ella, que no entendía por qué lo hacía, simplemente acepta para no dejarlo con el brazo estirado mientras todos los ven.

Finalmente, la novia aparece, caminando de la mano de su padre al son de la marcha nupcial. Todos los presentes se muestran expectantes, pues fueron invitados con poca antelación y no tenían ni idea de que la hija de Isaías Hermswort había regresado para ser la esposa de Ares Walton.

Isaías, muy emocionado, lleva orgulloso a su hija de la mano, pero de la nada, y a mitad de camino Aurora se detiene. Todos murmuran, y Jazmine mira a Ares confundida. Los músicos siguen tocando, pero Aurora sabe que no puede casarse. No sabe de qué forma sería capaz Ares de lastimarla.

—Hija… ¿Estás bien? —Le pregunta su padre que intenta jalarla disimuladamente para que siga, pero es como si su hija se hubiera anclado al piso. —Aurora, ¿qué haces? ¿Por qué no caminas hija? —Le pregunta entre dientes y a baja voz para que los presentes no oigan nada, aunque ya muchos murmuran.

Adriana, que observa a su hermana, sabe que algo pasa. Intenta ir hacia ella, pero Ares la detiene, haciéndole un gesto con la mano, y se desplaza de forma tranquila y pausada hacia Aurora y su padre.

Eloise sonríe a los presentes, restándole importancia a la situación…

—¡No es nada! Son los nervios… —Comenta.

Aurora, al ver a través del velo que su prometido venía hacia ella, quiere huir, pero su padre se lo impide.

—¡Papá, por favor sácame de aquí!

—¿Qué?, ¿de qué hablas?

—¡Es que no puedo casarme!

—Pues eso lo hubieras dicho antes de haber llegado hasta aquí, ¿no te parece? ¿Acaso quieres poner a tu padre en vergüenza? ¿Eso es lo que quieres? —La chica derrama algunas lágrimas, al ver a su padre enojado con ella.

—¿Pasa algo? —Pregunta Ares que observa con cara de pocos amigos a Isaías…

—¡No es nada!, mi hija simplemente enredo el vestido en sus zapatos, pero ya lo arreglamos. —Ares, que sabe que no es cierto, y que tiene muy claro que seguramente Aurora se arrepintió a último momento, decide asegurarse de que no se le ocurra dejarlo plantado.

—¿Puedo? —Le pregunta a Isaías, mientras extiende su mano, para que este le entregue la mano de Aurora.

Isaías asiente, y le da un último abrazo a su hija…

—Papá… por favor… —Alcanza a decir Aurora, pero él está indignado del actuar de su hija. Si no quería casarse pudo decirlo antes. Estaba arruinado, pero no sería humillado frente a todos.

—Por favor cuida de ella. —Se gira hacia Ares y le dice, entregándole a Aurora, que se rehúsa por unos segundos, pero Ares, al percatarse, de inmediato la toma y deja que Isaías se retire, para terminar el recorrido hacia el altar con su futura esposa.

—Más te vale que no intentes nada, o te juro que te arrepentirás. —La amenaza y la chica no hace más que dejar de luchar…

Durante toda la ceremonia, Aurora estuvo nerviosa. A través del blanco velo, observaba a su futuro esposo que mantenía una expresión de seriedad y amargura.

De pronto lo escucha decir “SI, ACEPTO”, y el sacerdote la llama…

—Aurora Hermswort, ¿aceptas, por esposo, a Ares Walton, para amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, hasta que la muerte los separe?

Ante la pregunta que tanto temía, se rehúsa a contestar, guardando un silencio que preocupa nuevamente a los presentes…

Ares aprieta de forma discreta su mano, pero ella la aparta, y Justo cuando está por decir que “NO” frente a todos, Ares de la nada sube el velo de su rostro, y observa su cara de terror con una lágrima rodar por su mejilla.

—Parece que no escuchaste… ¡¡Querida!! —Lo dice en un tono tan sarcástico y frío que le eriza la piel, pero aún así con su mirada suplicante le pide que no la obligue. Ares entiende perfectamente lo que pasa por la cabeza de Aurora, pero entonces, mira a Adriana que no entiende por qué su hermana está tan extraña, luego mira a Eloise, que parece que en cualquier momento estallará de ira, indignada por la actitud de Aurora, que a su parecer los está poniendo en ridículo, y por último, mira a Isaías, que tiene una mirada de preocupación.

Toma a la chica de la mano, en la que sostiene su rosario, y la mira fijamente, mientras sutilmente le dice. —¿Ellos, o tú? —Aprieta con más fuerza la mano de la joven que no se queja, pero si suelta el rosario, y con otra lágrima rodando por su mejilla, al pensar nuevamente en el bienestar de su familia, entiende que aunque esté horrorizada, es inútil resistirse a luchar con Ares…

—Aurora, ¿está todo bien? —Le pregunta el sacerdote, algo confundido al ver que aún no contesta.

—Sí. ¡Lo siento! ¿Puede repetirme la pregunta?

—¡Por supuesto hija!… ¿Aceptas a Ares Walton como esposo, para amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte los separe?

—Si…—Libera un gran suspiro. —Acepto — Finalmente dice, y es como si esas palabras fueran su epitafio.

—Pues entonces, por el poder que me confiere la iglesia romana, católica y apostólica, los declaro marido y mujer. ¡Puede besar a la novia! —Le indica el padre a Ares que no hace más que darse la vuelta, listo para salir de allí.

—¡Vamos! —Le dice a Aurora y esta obedientemente lo sigue, siendo observada por los presentes que no se les hacía para nada raro la actitud del heredero Walton que era tan frío como el hielo. Sienten más curiosidad por la chica, ya que es gratamente hermosa, sobre todo a los ojos de Oliver, que al verla de inmediato llama su atención, mientras que a los ojos de Eva, no es más que una mujer que acaba de robarle su felicidad y siente que la odia profundamente.

Por otra parte, Jazmine, se deja felicitar por varios invitados, junto a Isaías y su esposa, indicándoles que darán una recepción en la casa Walton, para despedir a Ares y su nueva nuera hacia la luna de miel.

Jazmine y el matrimonio Hermswort por su parte, se dedican a atender a los invitados, con la excusa de que Ares y Aurora no pueden esperar para irse de luna de miel.

Adriana, quien aún no ha llegado a la casa Hermswort, se encuentra encargándose junto a Daniel de los invitados de la iglesia, mostrándose incómoda ante el hermanastro de Ares, que la observa de forma extraña.

—¿Pasa algo?, ¿acaso tengo payasos en la cara? —Le pregunta de mala gana.

Daniel, que de inmediato se avergüenza por la actitud de la chica que se ha dado cuenta de que la mira, omite su pregunta y se dirige hacia otros invitados, indicándoles donde será la recepción y agradeciéndoles por haberlos acompañado. Que sea ignorada pone a Adriana de muy mal genio.

—¡Ja!, No lleva el apellido Walton, pero vaya que actúa como uno de ellos… ¡Maldito engreído! —Refunfuña para ella misma, y se centra en los demás invitados.

Ares toma tranquilamente un vaso de Whisky para calmar el torbellino de sensaciones que tiene, cuando alguien irrumpe en el estudio sin tomarse la molestia de tocar. Es Eva.

—¿Qué haces aquí? —Le pregunta…

—¡No te ves feliz! —Dice ella omitiendo darle una respuesta —¿Por qué te casaste si se nota que no la amas?

—Es un matrimonio arreglado. Todo el mundo lo sabe.

—Aún así, ¿no debiste por lo menos casarte con alguien que conocieras?, alguien que esté interesada en ti. Que tenga la capacidad de amarte y atenderte como te mereces —Ares se levanta de la silla y se acerca a la mujer que está dolida por su reciente matrimonio.

—¿Y quién sería ese alguien? ¿Tú? —Ares se ríe con sarcasmo y se termina de beber el whisky de un sorbo…

—¡Yo siempre te he amado! Desde niños he soñado contigo, con cuidarte, con entregarte todo de mí. No es justo que ahora te cases con la primera aparecida… —La mujer se arroja a sus brazos, abrazándolo con fuerza, aferrada a él con anhelo, con desespero. Ares, bastante irritado, quiere quitarla, pero antes de poder hacerlo, se abren las puertas y es Aurora acompañada de la empleada.

—¡Lo siento señor! No quería molestarlo. Me avisaron que estaba aquí, y quise acompañar a su esposa para que sepa que ya todo está listo. —Le dice la mujer que no entiende cómo el señor no lleva ni una hora de haberse casado y ya le era infiel a su esposa, y Aurora sentía de cierta manera lo mismo, no era que estuviera celosa, pero había algo en esa escena que le causaba inconformidad. Tan poco le importaba y no lo disimulaba. Ni siquiera el recuerdo de Vanesa evitaba que estuviera con otra mujer.

—¡Me disculpo, vuelvo más tarde! —Comenta Aurora que tenía un vestido bastante horrible y Eva la observaba con desprecio, mirándola tan poca cosa, aún aferrada a Ares.

Ares, con un movimiento brusco, la aparta, y le pide a ella y a la empleada que se vayan.

—¡Largo! —Aurora también intenta salir, pero él no se lo permite. —¡Tú, no! —La chica se detiene de espaldas a él, sin saber qué pasará. —¡Cierra la puerta! —Le ordena, y se acerca a ella.

—¿Te gusta está casa? —Le pregunta y la chica no entiende muy bien por qué lo hace. —Aquí viviremos por un tiempo, luego de la luna de miel…

—¿Luna de miel? —Se asusta de inmediato la joven, que se erizaba de miedo, al pensar que estaría todo el tiempo sola con Ares.

—Si… Luna de miel, aunque para ti será de hiel… al igual que esta casa. Josué me contó que mi madre planea regalarnos una casa, ya que no considera que mi apartamento sea apto para unos recién casados, es por eso que quiere que vivamos aquí con ella mientras la casa que piensa regalarnos está lista. —Esa información tranquiliza un poco a Aurora, que piensa que estando secar de Jazmine quizás no la pasará tan mal. —Sin embargo, aquí o en otro lugar… —Sigue hablando Ares, acercándose cada vez más, aspirando su aroma, que por alguna razón no le disgustaba, por el contrario. —Te haré vivir un infierno. Esta casa será tu cárcel, y nuestra habitación tu mazmorra… Yo mismo me encargaré de que anheles cada día huir de mí, a sabiendas de que jamás podrás hacerlo. Tú y todo tu asqueroso ser, pagarán haber matado a mi hijo —Sale del estudio y la miedosa Aurora sabe que debe seguirlo. Ya estaba casada, y aunque no sabía qué le haría, era cierto que ya no podía escapar, quizás era hora de aceptar su destino, y pagar por la muerte de ese bebé, después de todo, ella se consideraba totalmente responsable.

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