Ares se echa a la cama boca arriba, confundido por sus acciones. Pues él suele ser muy frío y calculador. Jamás actúa en caliente, pero últimamente es preso de su ira, «¿Realmente es tanto el odio que tengo por esa joven?» —Piensa, mientras llama a Lina, quién no le contesta el teléfono ni una sola vez.
—¡Es extraño!, ¿habrá pasado algo? —Piensa de inmediato, ya que Lina siempre tenía el teléfono a la mano, y nunca, en 2 años de trabajar con él, le había dejado de contestar.
Toma un suéter y una pantaloneta, y decide bajar a la cocina por algo de comer, pero apenas observa restos de la comida que él mismo tiró al suelo, un sentimiento de arrepentimiento lo invade.
—¡Se lo merece!, no tengo por qué sentirme mal... —Se repite en voz alta un par de veces.
Baja a la cocina y busca en el refrigerador algo que le provoque, sin embargo, pierde el apetito, apenas escucha un llanto desconsolado, viniendo de la habitación, continúa. Se acerca a la puerta, y escucha claramente como Aurora entre sollozos, pide a Dios por él.
—Dios, te pido por el señor Ares, que cada humillación hacia mí, sirva para aplacar su corazón. En el fondo no creo que sea una persona mala, solo es un ser humano, dolido por la pérdida de su hijo…
Se aleja de la puerta, confundido por las oraciones de Aurora. No entiende cómo puede orar por él, después de lo que la ha hecho pasar, y eso lo hace sentirse como un monstruo insensible…
¿Realmente esa mujer que estaba allí dentro, orando por él, había sido capaz de empujar a Vanesa por las escaleras?, ¿y si realmente fue un accidente, como alguna vez lo mencionó Adriana?
—Ahora que lo pienso, es demasiado extraño que el video de las cámaras de seguridad justo en ese momento se cortará por falta de mantenimiento. Si examino todo detenidamente, hay muchas cosas que no encajan... ¿Y si estoy cometiendo un error con esta chica?… ¡No!… Ella misma confesó... ¿Entonces por qué siento que estoy obrando mal?
Se acerca nuevamente, estirando la mano, dispuesto a entrar, para preguntarle su versión de la historia, pero de inmediato se arrepiente de girar la manilla y abrir la puerta…
—¿Pero qué me pasa? Es obvio que no está orando por mí, más bien lo hace por ella, si se aplaca mi ira, ella dejará de sufrir.
Se marcha convenciéndose a sí mismo de que Aurora era culpable, pero sin dejar de sentirse como un miserable. Por ahora no quería verla, y menos volverla a escuchar llorar de esa manera, pues si bien es cierto, cada vez que la castigaba ella parecía aterrada y derramaba un par de lágrimas, jamás la había oído tan desconsolada, y era por sus acciones, pero ¿de qué manera podía hacer que Aurora pagara sin sentirse como una escoria? Era obvio que a pesar de su fría expresión, y carácter fuerte, antes jamás habría pensado en hacerle daño a alguien por voluntad propia.
...
Caminando por la playa, intentaba respirar la brisa marina que, de alguna manera, calmaba todas sus dudas.«¿Y si la denunció con la policía? —Por un momento pensó. —Y que ellos sean quienes sean los encargados de impartir justicia.» —Defiende su idea, que de inmediato descarta.
—No, no puedo hacer eso. Eso significaría involucrar al apellido Walton en un escándalo, y mi madre me mataría. Tal vez habría sido lo correcto si no me hubiera casado. ¡Pero qué estúpido! ¿Cómo se me ocurrió casarme con la asesina de mi hijo? ¿En qué diablos estaba pensando?...
Después de sentir la arena en sus pies, por un par de horas, empieza a caminar en dirección a la casa, mientras sigue debatiéndose sobre lo que debe hacer, y observa en la puerta principal, a Aurora mirando la hermosa vista. La chica parece disfrutar la brisa y el sonido de las olas del mar, con los ojos cerrados, y su larga melena suelta, que es movida hacía un lado, por los fuertes vientos del medio día, lo que le da un aire angelical que es innegable dejar de admirar.
A medida que se acerca a la joven, detalla cada parte de su rostro, blanco y terso, que por unos segundos sintió ganas de acariciar…
De pronto, Aurora abre los ojos, que se ven bastante hinchados de tanto llorar, observando el rostro de Ares frente a ella, lo que la asusta y cambia su expresión apacible por una de miedo que devuelve a la realidad al hombre que por alguna razón perdía inexplicablemente la paciencia delante de la joven.
—¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha dado permiso de salir?
—No he salido de la casa, señor, solo he abierto la puerta … —Sin darse cuenta inocentemente refuta Aurora, y mira a los lados demostrando su punto. Ares se avergüenza al darse cuenta de que tiene razón, y de que fue un tonto, pero no piensa demostrarlo.
—¿Ahora osas responderme? ¿Crees que tienes siquiera el derecho de hablar sin mi permiso? —La joven, que no pretende hacerlo enojar, se disculpa.
—Lo siento señor. De inmediato regresaré a mi habitación. —Se gira para irse, pero no ha cruzado la puerta, cuando se detiene en seco y se gira para decir una última cosa. —He preparado algo de comer. Está en la cocina. Si tiene hambre, puede servirse si gusta. —La chica se gira con rapidez, sin esperar a que le den una respuesta.
Ares, después de asegurarse de que la chica entrara a su habitación, con cuidado, se dirige a la cocina, y el olor de varias preparaciones, lo incitan a comer con desenfreno. Pues ya hace varios días no había probado un bocado decente, debido a que había estado ahogándose en alcohol, antes de casarse.
La comida echa por Aurora, es una delicia que no puede dejar de comer... Jamás había probado algo tan delicioso, quizás lo sentía así por qué tenía días de no comer. Aurora, que sale por un vaso de agua, encuentra a su esposo comiendo tan a gusto y de forma tan glotona, que le hace un poco de gracia verlo tan tranquilo, disfrutando de algo... Quién pensaría que ese mismo hombre con esa expresión cálida la humillaba y maltratada de forma déspota.
De pronto, Ares toma un gran trozo de carne, metiéndolo a su boca, omitiendo la presencia de la joven, que estaba encantada de verlo disfrutar su comida, pues a pesar de todo no le guardaba ningún rencor. Si algo había aprendido de la madre superiora, es que siempre era mejor ver el lado bueno de las personas.
—¡Parece que le ha gustado la comida, señor! —Comenta Aurora, que de cierta manera solo quería agradar a Ares. No solo por qué ya no quería ser humillada, aunque creyera que era responsable de la muerte de su bebé, sino también por qué era su deseo. Desde que lo vio por primera vez, quiso agradarle, solo que ella era muy inocente aún para entenderlo.
—¿Qué rayos haces aquí? —Se atraganta Ares con la comida en su boca, tosiendo sin parar...
—¿Está bien? —Le pregunta y se acerca a él para tocarle la espalda, pero no lo permite, mientras toma un poco de agua.
—¡Aléjate! No me toques con esas sucias manos, que fueron capaz de lastimar a mi hijo... —Lo dice con tanto odio, que hiere nuevamente a Aurora, haciéndola sentir como una verdadera asesina.
—Lo siento, yo solo quería ayudarlo...
Jazmine cuelga sin despedirse de su hijo, que está furioso por la forma en que su madre quiere seguir controlándolo.
...
Durante un par de semanas, en Aruba, Aurora no hizo más que tomar el papel de empleada doméstica en la casa de playa. Casi nunca se topaba con Ares, que parecía no querer verla, pues salía muy temprano a diario y volvía muy tarde la mayoría de las veces borracho, pero si le prohibía rotundamente salir de la casa.
Por suerte, no se sentía sola, pues se comunicaba a diario con su padre y su hermana, gracias al teléfono que le había comprado su esposo, y les hacía creer que estaba tan feliz que no deseaba volver. Por lo menos eran pocas las veces en que Ares, la gritaba o humillaba, y con eso le bastaba.
***
Cansado de llamar a diario a Lina, sin obtener noticias, y sin poder con el sentimiento de culpa, cada vez que veía a Aurora, Ares prefería evitar a su esposa, a la que deseaba castigar de alguna manera, sin sentirse mal... Verla lo hacía enojar, pero también lo hacía sentirse miserable... Salía todos los días de casa, dispuesto, a ahogar las penas de su vida tan vacía y sin sentido. Era un cuerpo deambulando en el mundo sin saber qué hacer... Así se sentía. No tenía un propósito, ni a quien amar, lo único que deseaba era regresar pronto, para encontrar a Vanesa y saber por qué le mintió.
Mientras, está en un bar que frecuentaba a diario y de noche, pide un Whisky, y justo cuando va a darle el primer sorbo, suena su teléfono, mostrando el nombre de alguien de quien esperaba recibir noticias hace mucho: Lina.
—¿Pero quién carajos te crees, Lina? Juro que te despediré apenas vuelva.
—Lo siento, señor, pero no podía hablar con usted. Su madre me lo prohibió...
—¿Cómo que mi madre te lo prohibió? ¿Por qué haría una cosa así?
—Porque se dio cuenta de que usted mandó a recolectar información sobre la señorita Vanesa Ramírez, y el mismo día que recibí dicha información, me quitó el sobre con toda la investigación, y me amenazó con echarme si le contaba.
—¿¡Qué, qué!? —Pregunta y la chica, muy nerviosa afirma que le contará con más detalle cuando regrese. Cuelga el teléfono, dispuesto a salir en el primer vuelo que encuentre de regreso a casa, pero apenas pisa la villa de la playa, observa la silueta de una mujer en la entrada que asume es su esposa desobedeciendolo.
—¿Qué carajos creés que estás haciendo? —La toma fuertemente del brazo, y la mujer se gira, dejando oler su empalagoso perfume de lavanda.
—¡¡¡Mi amor!!! —Exclama la chica que deja petrificado a Ares...
—V-Vanesa...
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