Esa mañana Ares, de muy mala gana, se prepara para irse al trabajo. Vanesa, que sigue enojada con él, ni siquiera se despide, y omite verlo mostrándole indiferencia, pero no es algo que a Ares le preocupe demasiado. Va saliendo de la habitación, cuando ve el rosario de Aurora en la caneca de la basura. Asume que Vanesa lo tiró anoche, así que instintivamente lo recoge y lo guarda para sí, recordando lo que pasó y lo miserable que fue Oliver. Apenas sale de la habitación lo aborda Eva.
—Ares, sé que quizás no tengas mucho tiempo, pero ¿podemos hablar un momento?
—Si es sobre tu hermano, te advierto que no hay nada que hablar. No quiero ni siquiera tener que escuchar su nombre nuevamente, en lo que me resta de vida.
—Sé que lo que hizo es inaceptable, pero no puedes juzgarlo sin escucharlo, estoy segura de que esa mujercita Aurora, lo provocó. Seguramente se le insinuó y luego... —No termina de hablar cuando Ares furioso la toma del brazo fuertemente.
—Ni siquiera te atrevas a terminar de hablar, por qué te juro que no respondo de mí. Lo que hizo tu hermano no tiene perdón.
Eva, asustada, guarda silencio, muy confundida por la actitud de Ares, que pensó odiaba a su esposa, pues antes de anoche, él jamás mostró ningún tipo de interés por la joven que dejaba fuera maltratada por su amante Vanesa.
Ares la suelta, y antes de marcharse se dirige a Eva una última vez.
—Dile a tu hermano, que se esconda muy bien, por qué no pienso denunciarlo, solamente para tener el placer de que si lo vuelvo a ver, yo mismo me encargaré de partirle la cara como no pude hacerlo anoche.
Eva, aterrada, puede sentir el odio de Ares en sus ojos, sabe que no puede interceder por su hermano, pero tampoco puede quedarse en la calle. ¿Si se enemistaba con los Walton por los errores de Oliver, que sería de ella?
—Tienes razón, mi hermano no tiene perdón. Me disculpo por querer justificar lo injustificable. Me dejé llevar por el amor que le tengo, pero sus acciones fueron repudiables.
Ares que no dice nada. Espera que la joven termine de hablar y se marcha.
...
Al llegar a la empresa esa mañana, Lina lo espera dentro de su oficina, para firmar algunos contratos de ventas.
—Buenos días, señor. Espero se encuentre bien. Lamento abordarlo tan temprano, pero es que el señor Oliver no ha llegado, y estos contratos de ventas necesitan firmarse urgente.
—Buenos días, Lina. Ya veo... —Toma un bolígrafo y firma. —¿Cómo se llama la secretaria de Ventas?
—Magdalena, señor...
—¿Es la rubia, que ingresó hace poco?
—Sí...
—Bien... Dile que de ahora en adelante todos los contratos de venta los firmaré yo, por lo menos hasta que se encuentre un nuevo gerente de ventas...
—¿Y qué pasó con el señor Oliver?
—Renunció. Le quedó grande el puesto.
Lina observa la rabia y la ironía en la voz de su jefe, así que prefiere no preguntar más y pasarle su mensaje a Magdalena.
—¡Ah!, por cierto... Señor, casi lo olvido. —Le dice Lina, poniendo sobre el escritorio de Ares el anillo de diamantes rosa en forma de flor que le había regalado a Aurora.
Ares toma la joya sorprendido.
—Lo encontré ayer, por accidente, debajo del archivador. Sé que es una joya muy valiosa, me alegra haberla encontrado. —Lina sonríe a su jefe que está concentrado mirando la joya, y sale de la oficina dispuesta a seguir con sus labores.
Ares observa el precioso anillo en sus manos, recordando el día en que lo compró.
—¡Ja!, el anillo de la discordia... —Dice en voz alta, recordando que también con ese anillo fue que Aurora quiso darle celos a Vanesa para luego lanzarla por las escaleras y matar a su hijo.
***
Luego de pagar la cuenta, Jazmine le pide a Josué que se quede cuidando a Isaías, pues hay algunas cosas que debe hacer con su nuera, y planea tener el apoyo de Daniel y Adriana.
—¿A dónde iremos, señora? —Le pregunta tímidamente Aurora, mientras van en el auto de Daniel.
Jazmine le dedica una amplia sonrisa
—Hoy iremos a darte lo que por derecho te pertenece.
—¿Eh? —La mira confundida la joven, que observa a su hermana, quién tampoco entiende a qué se refiere.
—Daniel, llévanos al banco por favor. —Le pide Jazmine a su hijo, y entonces las hermanas creen tener una idea de lo que planea la señora Walton, pero resulta ser algo mucho más grande de lo que ellas creen.
Al llegar la banco, Jazmine abre un par de cuentas bancarias a nombre de Aurora, dónde deposita varios millones, y aunque la joven inicialmente se rehúsa a aceptar, termina haciendo lo que su suegra le dice, ya que no es alguien que acepte un "No" por respuesta. También le entrega un par de tarjetas de crédito, y las escrituras de la casa de su padre, y las de su nueva casa. Una mansión que ella misma mando a construir como regalo de bodas para su hijo, la cual ya estaba terminada y quería que fuera habitada por Aurora.
—Señora, ¿está segura? ¿Y si Ares reclama la casa o decide vivir en ella con Vanesa?
—La mitad de esa casa es tuya, por lo tanto, tú tienes derechos y puedes tomar decisiones. Es lógico que Ares tenga tanto derecho como tú, pero es tu responsabilidad si dejas que esa mujer pise tu casa.
—Es que yo... —Agacha la cabeza la joven, algo confundida por todo lo que quiere hacer Jazmine.
—¿Qué? ¿Acaso dudas? ¿No estás segura? ¿Tienes miedo?
—Sí... —Afirma con mucha seguridad.
—Entonces vete, y deja que te sigan ultrajando...
—Cómo lo hizo su sobrino... —Responde llena de ira Aurora.
Jazmine al ver la mirada de dolor de la chica, la abraza y consuela.
—Yo misma me encargaré de que ese canalla no vuelva a aparecer en nuestras vidas. —Varias personas las observan. —Tal vez deberíamos hablar en otro lugar. —Le sugiere a Aurora que asiente y sale del banco junto con su suegra, encontrándose en el auto con Daniel y Adriana, que los esperaban afuera.
—Hijo, ¿puedes llevarnos a un lugar donde podamos hablar tranquilamente?
—¡Claro que sí, mamá!
Daniel lleva a las mujeres a un restaurante muy lujoso en una azotea, que estaba casi vacío.
—Tienes que ver y mucho. Tu padre sufrió un infarto por culpa de Vanesa, que tengo entendido, te trató muy mal mientras yo no estaba y Ares no hacía nada para evitarlo.
—¿Hacer nada?... Perdóneme que la corrija, pero su hijo me lastimó mucho, incluso desde antes de casarnos.
—Con más razón, ¿no quisieras devolverle un poco todo lo que te hizo?
Aurora, que está llena de ira, se lo piensa.
—Si, me gustaría, pero no estoy segura si puedo hacerlo... Lo siento.
—¡Hazlo!, ¡yo te ayudaré! —Afirma Adriana que parece muy decidida.
—¡¡¡Adriana!!!
—Muchas personas nos han humillado, ignorado y hasta ofendido, pero a ti te han ultrajado, maltratado y pordebajeado, sin hacer nada más que el bien a los demás. Nunca has esperado más que cosas buenas por qué eso es lo que das, por eso no te importa asumir la culpa, o resistir malos tratos. Pero, es hora de que pongas un alto. Ya no estás en el convento. Ya no eres una monja. Por lo tanto, ya no tienes que orar ni ver el lado bueno de todos. Eres un ser humano, no una roca que todos pueden pisar. Es hora de que te reveles, y de que les demuestres a todos, empezando por tu esposo y terminando por mi madre, lo que vales. Si la señora Walton, te está dando esa posibilidad, ¿por qué no hacerlo?
Daniel, puede sentir el dolor que siente Adriana por su hermana, y Jazmine que antes la miraba con algo de desprecio por no ser más que la hijastra de Isaías Hermswort, ahora veía que esa jovencita tenía más agallas y orgullo que cualquier otro de apellido noble.
—Deberías escuchar a tu hermana. —Comenta Jazmine.
—Además, debes cobrarte lo que esa mujer le hizo a nuestro padre. —Termina de decir Adriana, está vez con furia y es como si hubiera inyectado una dosis de seguridad en Aurora, que creyó cada palabra de su hermana.
—Muy bien. ¡Lo haré! ¿Qué debo hacer?
—Debes llamar la atención de tu esposo.
—¿Y cómo haré eso?
—Eres la esposa de Ares Walton. El día de tu boda, todos estaban tan maravillados con tu belleza que la prensa no hizo más que compararte con la diosa Afrodita. —Dice Jazmine, muy emocionada.
—¿Y eso significa?
—Significa que debes convertirte en una verdadera diosa para que ni siquiera el gran Ares Walton te ignore. —Dice Adriana que entiende lo que quiere Jazmine, pero su hermana aún no sabe a qué se refieren.
—¿Podrían ser más concisas? —Pregunta la joven, y Daniel suelta una pequeña risa al sentirse aliviado de que no es el único que tampoco entiende nada...
—¡Ayyy hermana! Te haremos un cambio de imagen...
—Explotaremos tu belleza. Es hora de que tu apellido y tu dinero, se vean reflejados en tu aspecto. —Jazmine afirma
—Está bien, haré lo que sea necesario. Aún no tengo muy claro en que ayudara eso, pero si ustedes lo consideran necesario...
—Muy bien, entonces yo me llevaré a Aurora, y ustedes regresarán a la empresa. Es ideal que todo parezca lo más normal posible. —Le dice Jazmine a Adriana y a Daniel, quienes asienten y se van juntos, mientras que Jazmine se prepara para usar toda la artillería pesada con Aurora, los mejores estilistas, los mejores diseñadores, las mejores joyas y perfumes, y todo aquello a lo que debería acceder la esposa de Ares Walton.
Por suerte, no fue nada difícil convertir a Aurora de una tímida y retraída monja, a una glamurosa y estilizada dama de sociedad, pues su cuerpo era casi de medidas perfectas y todo lo que Jazmine escogía le quedaba muy bien. Tampoco fue necesario usar demasiado maquillaje, pues su rostro era de por sí hermoso, y con algo muy sutil sus facciones fueron perfectamente resaltadas, exaltando su belleza descomunal. Sus ojos azules parecían más vibrantes y sus labios más carnosos. Su cabello no dejó que fuera cortado, salvo las puntas, pero si dejó que fuera hidratado con algunas mascarillas que le dieron brillo y luminosidad. No sabía usar tacones, pero ya habría tiempo para que lo aprendiera, y también habría tiempo para que cambiara su personalidad a una más vivaz y empoderada. Era el primer día, y Jazmine notaba un gran avance, estaba segura de que Vanesa sería derrocada con lo que había preparado en su viaje, y lograría que su hijo se enamorara de su esposa y se centrara en la empresa. Está vez, ella sería la vencedora y no dejaría que nada se saliera de sus manos.
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