Ares, que había tenido unas duras semanas en la empresa, con su madre prácticamente ausente, no podía evitar reconocer que Adriana, quien no estaba en la mejor actitud con él, junto a Daniel, fueron de gran ayuda. Algo que no podía decir de Vanesa, que en la casa, sin importar lo cansado que estuviera, se la pasaba quejándose por todo, lo que lo tenía realmente harto. De vez en cuando veía a Eva, que parecía un fantasma rondando por la casa desde que Oliver se fue. Y de Aurora, quién atormentaba sus pensamientos involuntariamente, no sabía nada, salvo un par de veces en las que escuchó a Adriana, hablando por celular en la empresa, preguntándole cómo estaba su padre. Resignado a limitarse a esperar que transcurrieran los 5 años de matrimonio, para finalmente separarse de ella, a pesar de que Vanesa insistiera a diario en hacerla pagar la muerte de su hijo. Y aunque una parte de él, quisiera lo mismo, otra simplemente prefería mantenerla lejos, y evitar la sensación de miserableza que le causaba hacerle algo a la jóven.
...
Esa mañana, Ares, se había despertado por la hermosa voz de Vanesa, que cantaba a todo pulmón el cumpleaños, con un desayuno en las manos.
Con los ojos aún entrecerrados, intentaba ver a la chica que se veía hermosa con una linda bata de seda, y su cabello suelto, imaginando por un momento que era Aurora, lo que lo hizo despertarse más rápido, frotándose los ojos y reaccionando de su alucinación.
«¿Pero qué me pasa?» —Piensa, y Vanesa pone la bandeja con el desayuno a un lado, sobre una de las mesitas de noche, y le da un beso enorme, lleno de pasión, para luego apartarse y dedicarle a su amado un sensual baile.
—¿Qué haces? —Le pregunta Ares con una leve sonrisa en los labios...
—Darte tu regalo de cumpleaños... —Le dice la mujer, que se quita prenda por prenda, hasta quedar completamente desnuda, lo que le causa algo de gracia a Ares, que se recuesta imponente sobre el cabecero de la cama, esperando a la chica que bailaba, pues solo en la intimidad era cuando menos peleaban, y últimamente pocas eran las veces en que estaban juntos, y no sabía si era monotonía o cansancio, pero ya no le provocaba estar con ella; sin embargo, intentaba de vez en cuando cumplirle, pues jamás dejaría en entre dicho su hombría. La quería, y le parecía una mujer muy sexi, aun así, últimamente, nada fluía con esa mujer por la que antes hubiera dado su vida, si se lo pedía.
Vanesa, que finalmente se acerca después de su sensual baile, se sienta a horcajadas sobre Ares sintiendo su gran miembro aún no erecto a través de las sábanas, lo que la desconcierta un poco, por qué últimamente le costaba mucho excitar a Ares, sin embargo, ella aparentaba que nada le molestaba, segura de que volvería a ser el mismo, una vez la carga laboral de estos días minorara.
Lo besa con pasión, y él responde el beso, intentando concentrarse en tener sexo con Vanesa, pero son interrumpidos por varios toques en la puerta.
—¿Quién rayos es? —Pregunta Vanesa de mala gana.
—Lamento molestarlos, pero es que la señora me pidió que le dijera al señor Ares que bajara a desayunar, han llegado varias personas que quieren felicitarlo.
—¿Tan temprano? —Le pregunta a Ares, que sabe que para su madre la fecha de su cumpleaños es una gran oportunidad para mostrarse en sociedad como la familia perfecta. ¡Iremos en un momento! —Dice Vanesa que planea iniciar antes una faena, pero Ares no está en la misma tónica.
—Lo siento señorita, pero la señora fue muy específica, solo el señor Ares. —Dice la empleada a través de la puerta y se marcha dejando a Vanesa, echa una furia, que toma su bata y sale para regañar a la empleada que ya no está.
—¿Tu madre no se cansa de humillarme? —Comenta furiosa.
—Tranquila. No le hagas caso. Lo importante es que hoy te llevaré como mi acompañante a la gala de esta noche. Así que no te enojes y toma algo de dinero, y ponte aún más hermosa. —Le dice Ares que entra al baño para tomar una ducha.
—¿Y tú qué harás? —Le pregunta Vanesa desde afuera.
—Seguramente estaré muy ocupado, así que no me esperes en todo el día. —Abre la ducha, y Vanesa decide tomarle la palabra, al fin de cuentas hace mucho que no sale de esa casa por estar escondiéndose de Joseph, de quien hace varios días no tiene noticias, ya que ella misma anónimamente lo había denunciado con la policía, entregándoles evidencia de todos sus delitos y lo último que sabía es que sería trasladado a una prisión de máxima seguridad muy pronto. Hoy era el día para lucir hermosa, pues de seguro todos los ojos estarían sobre ella cuando la vieran llegar de la mano del gran Ares Walton.
Ese día, efectivamente, Ares estuvo muy ocupado, con los abogados y Jazmine, haciendo el traspaso de las acciones que según el acuerdo prenupcial, una vez fueran traspasadas el matrimonio compartiría el 50% de todo, pero Aurora era ahora inexistente en la vida de Ares, y su madre había dejado de mostrar interés en ella, por lo que no era algo que le preocupara, aunque no se confiaba, para él, de esa asesina cualquier cosa se podía esperar.
...
Cuando por fin cae la noche, y es hora de la gran fiesta en su honor, Ares vestido muy elegante, de traje negro hecho a la medida, llevando en el bolsillo de su chaqueta un pañuelo rojo que le da vida a su atuendo, un regalo de su madre, espera a Vanesa y a Eva, que también está invitada para ir a la recepción.
Eva, que se veía muy bonita con un vestido dorado, corto por encima de las rodillas, de mangas largas y escote pronunciado, no le hacía competencia a la belleza de Vanesa, que llevaba un vestido verde oliva, largo hasta la rodilla con una abertura muy pronunciada en la pierna, de un solo hombro, haciendo sentir a Ares muy orgulloso, pues era la primera vez que Vanesa realmente parecía una dama de la alta sociedad. Estaba seguro de que no habría mujer más hermosa que ella, y a pesar de estar casado con Aurora, de seguro no solo avivaría las habladurías que molestarían a su madre, sino también la envidia de muchos.
Vanesa, no muy contenta de tener que ir con Eva, permanece en silencio durante todo el recorrido, pero fue un favor que Jazmine le pidió a Ares, y no podía negarse.
Al llegar al lugar, los fotógrafos acapararon toda su visibilidad, tomando fotos de Ares y las mujeres que lo acompañaban, muchos preguntándole por su esposa.
Luego de una larga sesión de fotos, y varios saludos de parte de muchos conocidos, empresarios invitados, miembros de la junta y su familia, e inclusive empleados de la empresa, como Adriana, que lo observaba con furia, sin poder entender lo descarado que era al presentarse con su amante, y la hermana del agresor de su esposa, quién al igual que Vanesa, colgaba de su brazo, como si estuvieran en una guerra por llamar su atención.
—¡Puaj! ¡No entiendo cómo pude estar tanto tiempo enamorada de ese canalla! —Comenta y Daniel que la escucha, interviene.
Ares que es el único que no se gira para verla, se mantiene erguido mirando a su madre, lleno de ira, mientras que Vanesa y Eva no pueden creer que esa es Aurora. Pues se sienten tan intimidadas e inferiores que de inmediato les aflora la envidia.
Vanesa, no pudiendo controlar su naturaleza agresiva, y sus costumbres populares intenta abandonar la mesa e ir hacia ella.
—Se va a arrepentir de haber venido. —Dice, pero Ares que sigue mirando a su madre, mientras esta le sonríe con malicia, la detiene tomándola por el brazo.
—No te atrevas a dar un solo paso más. Es mi noche, no pienso dejar que nadie me ridiculice. Además, esto es entre mi madre y yo, pero si cree que me va a intimidar con esa chiquilla, no me conoce. —Dice furioso, pero Vanesa no está tan segura, pues ella que siempre había sido segura de si misma, y hoy se sentía especialmente bella, realmente estaba intimidada por esa chica que no solo estaba acaparando toda la atención, si no que también era la esposa de Ares, y seguramente sería tratada como tal, dejándola a ella de lado.
Ares que se toma la copa de vino de un solo sorbo, respira profundo al sentir el taconeo de su esposa cada vez más cerca. La caminata más larga de su vida, pues aunque simulara no importarle la realidad era que se moría por ver a su joven esposa, pues desde que se había marchado, no podía sacar de su cabeza su rostro, que a diferencia de Vanesa transmitía paz.
De pronto, la hermosura de la joven que se para frente a él, y toma el micrófono de las manos de su madre, es abrumadora.
No podía dejar de observar cada parte del cuerpo de su esposa, deseando de forma inexplicable, ser besado por esos labios rojos que se veían tan provocativos, ser mirado por esos ojos azules que eran tan hipnotizadores, acariciar esa piel tan tersa y suave de su rostro; sentir el deseo de ver que había debajo de ese vestido rojo que le quedaba tan bien, acentuando lo que el ya había visto una vez, pero qué se rehusó a tocar, y ahora se arrepentía de eso. Verla con su cabello suelto, lo transportó a ese día en la playa, cuando ella tranquilamente disfrutaba de la brisa marina. Parecía tenerlo más corto y eso por alguna razón le molestaba, aunque no dejaba de verse deslumbrante. ¿Realmente esa era su esposa? —Se preguntaba internamente, al verse realmente impresionado por el cambio de la tímida chica que empieza a hablar y ya no parece ser tan tímida como antes.
—¡Buenas noches! Gracias por estar aquí. Hoy, es un día muy especial, pues mi esposo, mi amado esposo, un ser ejemplar, exitoso, el más inteligente de todos, aquel al que nada se le escapa, hoy está de cumpleaños. —Ares, que intenta recomponerse de su asombro, nota la ironía y la burla en las palabras de Aurora, que parece estar muy cómoda hablando en público, nada que ver con la chica que hace apenas tres semanas se fue de su lado. —Es por eso que pido un gran aplauso para el hombre de mi vida, aquel que me ha hecho vivir los días más maravillosos de mi existencia. No tengo cómo pagarle tanto amor de su parte. Cada acción, cada palabra de aliento, cada detalle que tuvo conmigo, hasta ahora; espero devolverlos con creces durante lo que me reste de vida. No merece más, él y todas las personas que han sido sus cómplices... En hacerme tan feliz. —Sonríe ampliamente a todos para luego centrarse en Ares, mirándolo por primera vez desde que está hablando, con altivez y arrogancia.
—Hoy, en tu día... Quiero jurarte, aquí, delante de todos, que de ahora en adelante, de mi parte recibirás lo que mereces, pues lo único que deseo es retribuir de alguna manera todo lo que has hecho por mí. Feliz cumpleaños, amor... —Toma una de las copas, que están llenas de la mesa de Ares, y mirándolo frente a frente, se toma la copa de un solo sorbo, dándole a entender a su esposo de que ya no le tiene miedo.
—Salud, y que disfruten la fiesta. —Dice mientras levanta la copa ya vacía, para luego dejarla sobre la mesa, recibiendo los aplausos de la gente, mientras Jazmine, Daniel y Adriana la miran complacidos, sobre todo Adriana que después de escucharla, le da un voto de confianza a su hermana que ya no le parece tan débil y sensible.
Aurora deja el micrófono sobre la mesa, y le dedica una mirada de odio a Vanesa y a Eva, para luego darse la vuelta e irse, pues no cree soportar más estar junto a esas mujeres, pero apenas sale del lugar, Ares que la seguía sin que ella se diera cuenta la toma del brazo.
—¿A dónde crees que vas? Después de lo que acabas de hacer, es obvio que tú y yo tenemos que hablar.
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