Jazmine muy pensativa, de regreso a casa con un sin sabor. Se encierra en su estudio a pensar en su mejor opción, y lo único que deduce es que lo mejor es volver a su plan inicial. No dejar que Aurora se separe de Ares, por lo menos hasta que pasen los 5 años y ella reciba la herencia. Qué se enamore de Ares y firme una sucesión de bienes, pero... y, ¿si no lo firma? ¿O resulta embarazada de su hijo?...
—Son muchas cosas que tengo que evitar en tan poco tiempo... Y pensar que esa estúpida de Vanesa no me resultó nada útil. ¿Qué haré para que Ares recupere todo lo que nos pertenece? —Se desespera pensando en un plan Jazmine, que no está conforme con haber conseguido la mitad de la fortuna con el matrimonio y el contrato prenupcial, y lo que más le molesta es que no tiene tiempo, es como si Octavio se estuviera vengando desde el más allá por hacer lo que tenía que hacer. De pronto se le ocurre que tal vez Isaías pueda influir... Después de todo, Aurora lo venera como si fuera el mejor de los padres. Sin perder más tiempo, le pide a Josué que la lleve al hospital.
Al llegar, encuentra al hombre dormido, acompañado solamente por una enfermera a la que le pide que salga.
Verlo tan tranquilo, le hace pensar en el hombre tan inútil que fue y que sigue siendo. En el pasado no fue capaz de controlar a su esposa, tampoco fue capaz de mantener su fortuna, y ahora espera que por lo menos sea capaz de controlar a quien durante todo este tiempo ha creído que es su hija.
El hombre abre lentamente los ojos, dándose cuenta de que Jazmine Walton está allí.
—¡Jazmine… has venido! —Le sonríe con amabilidad
—Sí. Me enteré de que despertaste, peor no había podido venir a visitarte, por mis fundaciones. He estado trabajando duro en ellas.
—Sí. Aurora y Adriana me contaron que las has estado ayudando. No sé cómo pagarte todo lo que has hecho por mis hijas…
—Yo si…
—¿Eh?
—Quiero ser muy directa. No solo he venido a visitarte. También he venido a pedirte un favor.
—¿Un favor?
—Si…
—Pues si está en mis manos, lo haré con gusto.
—Pues espero que lo hagas, tal vez no con gusto, pero que lo hagas…
Isaías la observa confundido por sus palabras.
—Quiero que convenzas a Aurora de que firme un documento.
—¿Un documento? ¿Qué clase de documento?
—Nada del otro mundo. Uno de sucesión de todos sus bienes.
—Espera, ¿qué? ¿Por qué quieres que haga eso? Aurora solo tiene lo que tú misma le ofreciste. Discúlpame pero no entiendo.
—Sí, y créeme que ella estará bien durante los 5 años que dure casada con mi hijo, pero no puedo irme de este mundo, pensando que tal vez el bichito de la avaricia se apodere de tu hija y cuando sea la hora de separarse quiera quitarle todo a Ares.
—Aurora no es así... Y ¿cómo que irte de este mundo?
—Sí, yo sé que Aurora es una niña buena... —Dice Jazmine cada día más cansada de fingir que le tiene aprecio a la bastarda de su marido. —Pero, entiende la preocupación de una madre, que sabe que morirá y se preocupa por su hijo...
—No te estoy entendiendo Jazmine...
—¿Qué no entiendes? Moriré, estoy desahuciada. ¿En qué idioma tengo que decirlo?
—Lo siento mucho Jazmine.
—No necesito tu compasión Isaías, solo necesito que convenzas a tu hija de que firme. Josué más tarde te traerá los documentos.
—¿Y por qué no se lo pides tú?, en tu situación de seguro de no se negará.
—Nadie se puede enterar de que estoy enferma, además, es tu hija, creo que sería mejor que tú hablaras con ella, no quiero arriesgarme a que pueda contarle algo a mi hijo. —Se justifica Jazmine que después de hablar con Aurora la última vez, e intentar convencerla de que enamore a Ares, nota que la jovencita no es tan tonta como ella creía.
—¡No lo sé... Jazmine! Siento mucho tu situación, en verdad... Pero pienso que eso es algo que debería tratar tu hijo y ella, si así lo consideran. Nosotros no tenemos la potestad para decidir por ellos o intervenir en sus vidas.
—¡Jajaja! ¡Hipócrita! Cuando aceptaste casarla con mi hijo, bien que interviniste...
—Jazmine, tú me amenazaste...
—¡Ay!... Ya, ya, ya... siempre dándotelas de buen samaritano Isaías, pero mírate, tu vida no es más que un acúmulo de error tras error. Esa falta de carácter es la que te ha llevado a vivir engañado toda tu vida. Te jactas de que tu hija, es la persona a la que más amas y ni siquiera has sido capaz de defenderla de su madrastra... Te llenas la boca hablando de tu difunta esposa, que no hizo más que verte la cara de estúpido todo el tiempo...
—Jazmine creo que es hora de que te vayas... Sé que estás enojada, pero no te permito que me faltes al respeto y menos que hables de mi esposa quien te recuerdo, ya está muerta y era tu mejor amiga...
—Daniel... Cariño, perdóname… Yo no quise decir eso... Estaba alterada... yo... —De pronto tanto estrés le pasa factura, causando que se desmaye, y Daniel al escuchar la caída, se gira para ver a su madre tendida en el piso, y corre a socorrerla sin dudarlo.
—¡Ayuda! —Grita y varias empleadas y Josué aparecen. —Josué debemos llamar a una ambulancia, o llevarla a la clínica está muy pálida. —Le pide el joven preocupado.
—No joven... Usted sabe que a su madre no le gustan las clínicas, lo mejor es que la dejemos aquí, y llamemos a un doctor para venga a revisarla.
—Pero es que... —Una de las empleadas trae algodón con alcohol y Josué lo usa para despertar a su jefa.
—Pero es que más joven. Ella va a estar bien. No quería decirles nada, pero últimamente ha estado muy estresada y el médico le mando reposo, ya que este no es el primer desmayo que sufre…
—¿¡Qué!? Pero, ¿ella está bien? ¿Tiene alguna enfermedad? ¿Es normal que se desmaye?
—Tranquilo, todo está bien, solo es estrés, se lo aseguro, yo mismo la obligué a que fuera al médico. —Comenta inocentemente el empeñado que tampoco tenía ni idea de que Jazmine pronto moriría.
Jazmine empieza a recuperar la conciencia, y es llevada a su habitación, dónde Daniel llama a Ares.
—Aló... Ares. Soy Daniel, ¿dónde estás?
—Aun en la oficina. ¿Por qué me llamas? —Le responde tajante, quién aún sentía rabia por su hermanastro.
—¡Es mamá! Se desmayó, y creí que debías saberlo.
—¿Qué!? ¿Dónde está?
—En casa. Estamos esperando que venga el doctor a revisarla.
—¿Pero qué le pasó? Por qué se desmayó...
—Yo tuve la culpa... Le reclamé sobre el dinero que le exige Eloise y ella se alteró...
—¿¡Qué!? Daniel, ya voy para allá. Cuida de mamá y no te muevas, tú y yo tenemos que hablar.
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