Valeria, que ve marchar a la pareja, no duda en reclamarle a Simón por su actitud con Aurora.
—¿Acaso Estás loco? ¿Sabes el ridículo que me acabas de hacer pasar? ¡No puedo creer que aún sigas interesado en ella!
Simón, que se recupera del shock que acaba de sufrir después de ver Aurora Mira a Valeria bastante enojada y se disculpa con ella.
—Lo siento, no sé qué me pasó Me bloqueé. No fue mi intención hacerte quedar en ridículo. Simplemente no lo sé... Actúe impulsivamente. No me esperaba verla de nuevo.
—¿O sea que te comportarás así cada vez que la veas? —Niega con la cabeza y gira los ojos en señal de desaprobación. —Mira, sé que nuestro compromiso es porque mi papá nos obligó, pero recuerda que quedamos en que haríamos qué esto funcionara y créeme mi idea de que funcione, no es que me dejes por tu ex, la que no has superado.
—Valeria tampoco te hagas la mustia, vi perfectamente cómo mirabas a ese pedante de Ares Walton. No imagino lo loca qué te volviste cuando lo conociste.
—Si es verdad. ¿Y sabes qué?, si antes me encantaba, ahora me fascina. No te confundas amorcito. Que yo te exija respeto, no significa que no puedas tener un romance clandestino con tu ex... Después de todo, que entretengas a esa chica, me dejaría el camino libre con Ares.
—Pues lamento despertarte de tu sueño... Amorcitoooo... Pero, por si no te diste cuenta, Aurora no parece querer tener ningún tipo de relación conmigo, y su esposo parece bastante celoso.
—¿Y qué? ¿Te rindes tan fácilmente? ¿Acaso no has escuchado que a veces si quieres algo, debes ir por ello? —Afirma segura la mujer, qué quedó demasiado impresionada por Ares.
***
Ares, que le pide a Lina qué se encargue de pagar la multa qué le impusieron los agentes por volarse un semáforo en rojo, y que se quede Para que espere a la aseguradora y se asegure de que todo esté en orden con el auto, toma un taxi y se va con Aurora de vuelta a la empresa. En el trayecto, Ares, muy curioso de saber quién era él tal, Simón, le pregunta a Aurora:
—¿Estás bien? Parece como si hubieras visto un fantasma. —Afirma, y la mujer que aún estaba perdida en sus pensamientos, Recuerda que su esposo acaba de sufrir un accidente.
—Yo estoy bien, ¿pero tú lo estás? ¿Cómo es que te estrellaste? ¿Te sientes bien? ¿Algo te duele? ¿Te lastimaste muy fuerte? —Pregunta la mujer muy asustada de que algo grave hubiera podido pasarle, tocando su frente manchada de sangre, y observando su camisa qué también estaba manchada.
—Yo estoy bien... Físicamente, no me pasó nada grave.
—Pues a mí me parece que si... —Afirma con una genuina preocupación. —Señor, puede cambiar de ruta, iremos a los barrios del norte. —Le pide Aurora al taxista.
—¿Y tus cosas? —Le pregunta Ares, al darse cuenta de que desea ir a casa.
—Le pediré el favor a Magdalena qué me las envié o me las lleve a casa.
—Ok… ¿Y de lo otro?
—¿Lo otro?
—Sí... El hombre de hace un rato, parecías algo nerviosa cuando lo viste...
—No estaba nerviosa, más bien incómoda. No esperaba encontrármelo.
—Así que le conoces de tiempo atrás.
—Sí, pero no quiero hablar de ello.
—¿Por qué no?
—Porque no es una persona grata de recordar. —Se centra en el taxista. —Señor, puede ir un poco más rápido.
—¡Vaya! Parece que fue alguien importante en tu vida... —Comenta Ares y eso molesta a Aurora, qué libera un suspiro de frustración.
—Puedes parar ya con el tema...
—No hasta que me digas quien es...
—Muy bien, te diré quien es, pero solo si me cuentas qué te pasó...
—¿De qué hablas?
—¡Ay por favor, Ares! Sé que te gusta la velocidad, pero las pocas veces que me he montado en tu auto, siempre eres muy prudente en calles tan transitables, así que qué te volaras un semáforo en rojo es algo difícil de creer.
—Pues ya vez... Lo hice, y para la mala suerte de muchos salí ileso.
—Es por tu madre, ¿verdad? ¿Es por su enfermedad que te sientes así? —Le pregunta Aurora qué siente pena por todo lo que está pasando.
Ares, qué baja la mirada, no sabe qué decirle. Tantas veces la humilló creyéndose poderoso qué enterarse de que realmente no era nadie, le daba vergüenza. ¿Qué pensaría su esposa de alguien que no era más que un marginado social que Jazmine acogió, despreciado por sus verdaderos padres?
—Ares... Ares...—Lo llama varias veces Aurora.
—¿Eh?
—Ya llegamos. — y señala la puerta del auto para que se baje, él asiente y apenas el taxi se va, ven un auto llegar. De inmediato lo reconocen. Es uno de los autos de Jazmine.
—¿Le contaste algo? —Le pregunta a su esposa que lo mira igual de sorprendida, negando con la cabeza.
—Hijo, ¿estás bien? —Grita la mujer apenas se baja del auto y corre al encuentro con Ares.
—¡Si mamá, lo estoy! ¿Por qué lo preguntas?
—Me enteré de tu accidente y creí que había sido algo grave. —Intenta tocar su hombro qué tiene una gran mancha de sangre en su camisa, pero él se aparta.
—¡Wao! Parece que las noticias vuelan en este país. —Dice Ares, que no entiende cómo se enteró Jazmine.
—Ehhh... Si… —Se desvía de la conversación y saluda a Aurora, quien la mira con lástima por su enfermedad, y eso disgusta a Jazmine.
—Deberíamos entrar. —Sugiere Aurora, pero Jazmine se niega.
—No, solo quería saber cómo está mi hijo, ya debo irme, tengo cosas que resolver.
—Blanca, tráeme por favor el botiquín de primeros auxilios, mi esposo está herido. —Le dice a la empleada qué siente pena por su jefe y obedece a Aurora, quien se acerca a su esposo que a pesar de escucharla, siente vergüenza de verla a los ojos.
—Hay que quitarte qué esa camisa, está manchada de sangre y debo revisarte la herida del hombro. —Comenta Aurora qué se sienta junto a su esposo, sin atreverse a consolarlo o a hablar del tema. Ares, qué finalmente levanta su cabeza, mira hacia la puerta, evitando el rostro de la mujer.
—¿Por qué finges qué no escuchaste lo que le dije a Jazmine?
—No finjo, simplemente es no quiero ahondar en la herida. No sé por qué, pero no me gusta verte así...—Confiesa la joven y Ares la mira sorprendido, mientras ella se pone frente a él, y quita sus brazos de sus rodillas, para desabotonar su camisa, a lo que él no se opone.
Vanesa, qué logra colarse en la casa, como un empleado más, pasa por la biblioteca, observando la escena, sintiendo ganas de matarlos a los dos, pero es interrumpida por Blanca, que aparece con el botiquín, quien asume qué el empleado se perdió en la enorme casa, y le indica donde queda la habitación de la señora, qué es donde debe trabajar.
Blanca deja el botiquín en silencio al lado de su jefa, qué parece muy apenada, y sale, cerrando la habitación para que nadie más husmee.
—¿Verme cómo? —Le pregunta el hombre que siente unas ganas inmensas de aferrarse a su esposa.
—Verte triste... Eso me rompe el corazón. —Afirma y lo mira después de tomar un poco de alcohol pata limpiar la herida que está nuevamente abierta.
—¿Puede tu corazón romperse por un hombre como yo, después de todo lo que te ha hecho? —Pregunta y se queja levemente por el ardor del alcohol en su cuerpo, sintiendo el tacto de Aurora qué, involuntariamente, acaricia su pecho a medida que revisa y cura la herida.
—Si puede, aunque no debería...
—¿Por qué no? Incluso un miserable como yo, merece redención... —Pone sus manos sobre su cadera, y la acerca hacia él.
—Tal vez, pero no soy una persona que perdone tan fácilmente... —Se acerca más a ella, que aún tiene las manos sobre su torso desnudo, causando que su corazón se acelere.
—¿Y quién dijo que yo quiero ganarme tu perdón fácilmente? —Esta vez su mano sube a su cuello, tocando con su dedo pulgar el borde de su boca, qué parece agitar su respiración, dejando su boca entreabierta, demostrándole al hombre que al igual que él, se siente deseosa de que algo pase. Avanza y ve que ella no se aparta, lo que le da la valentía para inclinarse hacia ella, y besarla con suavidad, Aurora, involuntariamente jadeo perpleja, y una media sonrisa se dibujó en el rostro de Ares de satisfacción. La volvió a besar, esta vez con más seguridad, y Aurora cerró los ojos y se dejó llevar, sintiendo una explosión de sensaciones en su pecho que jamás había sentido. Ares la besaba con ternura, acariciando suavemente sus labios con ellos de él, saboreando cada rincón de su boca, disfrutando la sensación que le producía su calidez. Sentía cómo la muchacha apoyaba fuertemente sus manos temblorosas contra su pecho, haciéndole sentir ligeros escalofríos, qué aumentaban su deseo, mordió sutilmente su labio inferior, para luego succionar nuevamente su boca, como si no pudiera saciarse de ella. Cuando se separó de Aurora, la mujer se sentía tan débil qué agradecía estar arrodillada en el suelo para no venirse abajo.
—¿Hoy también me dirás que no sabes por qué lo hiciste? —Le pregunta Aurora pasadamente mientras recupera el aliento.
—No... Si sé... Siempre lo supe, solo tenía miedo de admitirlo...
—¿A qué te refieres?
—A que te quiero... —La chica asustada, se levanta al escuchar esas palabras. —¿Qué pasa? ¿Dije algo malo? —Se muestra desconcertado el hombre.
—No me vuelvas a besar, no quiero malos entendidos entre nosotros.
—¿Eh?
—Esto fue un error y no puede volver a pasar.
—¿Puedes al menos decirme por qué?
—No es obvio. Nadie en su sano juicio se interesaría sentimentalmente en su verdugo.
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