DE MONJA A ESPOSA romance Capítulo 9

Muy pensativa está Vanesa, caminando de un lado a otro, viendo sobre el lavamanos la caja con la prueba de embarazo, que acaba de comprar al darse cuenta de que aún no ha llegado su periodo, y la cual no está muy segura de hacerse, pues si confirma sus sospechas, ¿de quién es ese bebé?

Por fin se arma de valor, y se realiza la prueba en orina, que sin demora, muestra dos líneas rojas, confirmando un embarazo, que termina por no sorprenderla tanto como ella esperaba, pues un retraso de más de 20 días, no era algo que le pasara muy seguido.

Asustada, intentaba recordar cuál era la fecha de su última menstruación, y así deducir cuál era el padre del niño que llevaba en su vientre. Sin embargo, sus cuentas no eran seguras, así que decidió hacerse una ecografía vaginal, que pudiera darle las semanas exactas de embarazo.

Luego de salir del ginecólogo, se sintió, aún más asustada, tenía apenas 9 semanas, y con esos datos la certeza de que ese niño podía ser de cualquiera de los dos. ¿Qué haría? ¿Deshacerse de él? Sería lo más sensato, pues si ese niño resultaba ser de Ares, y Joseph se enteraba de que lo había estado engañando, sin dudarlo, la mataría. Ares era poderoso, y podía protegerla, pero no la perdonaría si se enteraba de su engaño. No había tiempo para dejarse llevar por el miedo, tenía que ser inteligente, y aunque no le emocionaba la idea de ser madre, podía, por ahora, usarlo a su favor.

Tal vez no podía enfrentar a ninguno de los dos hombres, pero si escapar de ellos, y para eso necesitaba dinero, y el que Ares le había dado, ya se lo había gastado. Quedaba el anillo de compromiso, pero no podía usarlo, ese era su plan de emergencia en caso de que algo saliera mal. No podía decirle a Joseph de su embarazo, pero sí a Ares, pues lo usaría como excusa para sacarle todo el dinero posible. Si no podía acceder a ser la dueña y señora de la fortuna Walton, por lo menos con una buena cantidad, se quedaría.

Decidida a llevar a cabo su plan, le pide a Ares que se vean al día siguiente muy temprano en su apartamento. Sin embargo, sus planes se retrasan.

—¿A dónde crees que vas tan temprano mujer? —La observa Joseph intentando salir muy temprano de la casa, sin hacer ruido.

Vanesa salta del susto.

—¡Carajo!, ¿por qué haces eso?, casi me matas del susto. ¿Cuándo llegaste?

—No me cambies el tema. ¿A dónde vas tan temprano? —Va por una cerveza a la cocina.

—¡Eehhh!… Voy al bar. Hoy quedamos en ensayar más temprano.

—¡Mmmmm!, pues llama y avisa que llegarás tarde. Tengo hambre y necesito que me cocines.

—En la nevera hay comida de anoche. Puedes calentarla.

Joseph se acerca sigilosamente a Vanesa, a quien quiere más que a su propia vida, aunque de una forma muy tóxica.

—Hoy quiero probar la comida de mi mujer. —Le da un beso con sabor a cerveza, que casi hace que se vomite.

—¡Está bien! ¿Qué quieres comer?

—Me gustarían unos huevos fritos, y algo de tocino. —Le da una nalgada, apenas la ve de espaldas caminando, lo que la hace desearla, así que la sigue hasta la cocina, arrinconándola contra el mesón.

—¿Qué haces?

—¿No es obvio? Quiero estar con mi mujer.

—¿No dijiste que querías desayunar?

—Sí, y pensándolo bien, no hay mejor desayuno que tú.

Sin poder resistirse, Vanesa deja que su esposo la tome allí mismo, aunque por dentro imaginaba como otras tantas veces, que lo mataba y por fin era libre, para estar con Ares.

Luego de liberarse de Joseph, finge irse al bar a ensayar. Pero la realidad es que va a ver a Ares.

Segura de que Ares velaría por ella y su hijo, sin escatimar en gastos. Parte a la empresa del posible padre de su hijo, dispuesta a no perder tiempo, teniendo claro que antes de que ese embarazo pueda notarse, haría dos cosas, deshacerse de ese bebé y escapar con las manos llenas de dinero. Tal vez en un futuro, si contaba con suerte se reencontraría con quien fuera el hombre de su vida, Ares.

***

Se abren las puertas del ascensor, y la única reacción de Aurora es salir de allí, mientras Ares está asimilando la noticia.

—¿Estás segura? —Le pregunta, intentando controlar sus emociones. Aunque incluso Vanesa, se sorprende de verlo tan feliz, pues no era algo habitual en él.

Saca de su bolso la ecografía, y se la muestra.

—Tengo 9 semanas. Efectivamente seremos papás.

Ares estaba en shock. Ver ese pequeño ser en blanco y negro, apenas formándose, y pensar que era su hijo, le hizo tomar una abrupta decisión.

—Vamos…

—¿A dónde?

—A hablar con mi mamá.

—¿¡Que!? —Reacciona bastante sorprendida Vanesa. —¿Por qué?

—Tendrá un nieto. Debe saberlo.

—¡Sí, claro!, pero ¿no te parece muy pronto?

—¡No! —La toma de la mano, y sale del ascensor, caminando rápidamente, mientras Aurora, que aún sigue cerca, los observa, sin saber si debería irse o quedarse.

—A ver… porque no nos calmamos. —Vanesa deja de caminar, haciendo que él se detenga. —No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué?

—Porque tu madre me odia. Y no quiero que por eso rechace a mi hijo. Yo estaba pensando que, quizás, era hora de dejar el bar, y convertirme en una mujer digna de Ares Walton. Alguien a quien tu madre acepte.

Ares la mira confuso, sin entender, permitiendo que Vanesa siga hablando.

—Siempre he sentido que si tuviera más dinero, podría convertirme en una mujer más elegante, que pudiera agradar a tu madre.

—¡No sabía que pensabas eso!

—Jamás te lo dije.

—¿Y por qué no lo hiciste?, si eso es lo que querías, yo te habría complacido. El dinero no es un problema. Aunque no creo que vestirte elegante, logre que mi madre te quiera. —Expresa amargamente

—Tal vez no. Pero, ya no me sentiría tan inferior a ella. Y si no te dije, es por qué ya me has ayudado lo suficiente, y creí que con mi trabajo en el bar, podría ahorrar y comprarme lo que quisiera, pero la verdad es que tengo muchas deudas, y no quería decirte para no preocuparte.

—Eso no es problema. Dime cuánto necesitas y te lo daré. Sin embargo, hablaremos con mi mamá, ella necesita saber que no me casaré con nadie más que no seas tú, pues mi prioridad ahora eres tú y mi hijo.

Vanesa se rehúsa, pues sabe que no puede casarse con Ares, y Jazmine no es una persona fácil de manejar, si se entera de su embarazo le hará mil preguntas y no está segura de poderlas contestar. Pero ve a Ares tan decidido, que no le queda más remedio que fingir un desmayo.

—¡Ares, no tan rápido! —Le pide, pero sigue caminando y de repente, Ares siente como su brazo es jalado hacia abajo, apenas se gira, ve a Vanesa tirada en el suelo, y a Aurora que corre para ayudarla.

—Vanesa, ¿qué te ha pasado mi amor?, por favor respóndeme! —Pide Ares desesperado, mientras varios empleados, sorprendidos de su actuar, se acercan para ayudar.

Aurora revisa su pulso, y disimuladamente mira que Vanesa no tenga ninguna mancha de sangre en la ropa que pueda indicar aborto. Se acerca para observar su respiración y nota que no parece tener ningún indicio de que algo esté mal.

—Todo parece estar bien. Quizás es solo estrés por el embarazo. Con un poco de alcohol podríamos despertarla —Comenta inocentemente Aurora que solo quiere ayudar.

—¿Alcohol?, ¿ahora te crees doctora?, ¿no ves que se acaba de desmayar? —Le responde Ares tomándola por inepta.

—Debido a su estado, los desmayos son algo normal. Y no, no soy doctora, señor, pero en el convento me enseñaron primeros auxilios, y mientras llaman a un doctor o a una ambulancia, no deberíamos dejarla así. —Responde tímidamente sin verle el rostro.

—No sabía que eras una monja sabelotodo! —Le dice y todos se dan cuenta cómo trata a la pobre chica, incluida Adriana, que se acerca para ver que pasa.

—¿Dónde está el maldito equipo de enfermería que hay en esta empresa?, ¿acaso tienen una respuesta tan lenta? —Grita Ares muy enojado, asustando a todos, y Aurora se levanta, temerosa de que se ensañe con ella.

Adriana de inmediato abraza a su hermana, consolándola por cómo ha sido tratada. Segundos después, por fin llega el personal de la salud y apenas empiezan a atender a Vanesa, que intenta no reírse por el cosquilleo que siente al ser auscultada, una voz resuena en todo el pasillo, haciendo que todos los presentes queden petrificados.

—¿Qué está pasando aquí? —Es Jazmine, que pregunta al ver la reunión de personas en su empresa.

Todos abren paso y ella de inmediato observa a Vanesa que está tirada. Con su habitual mirada fría y rostro inexpresivo, le pregunta a su hijo.

—¿Qué hace ella aquí?

—Vino a buscarme madre. —Responde Ares de muy mala gana.

—¿Y qué le paso?

—Se desmayó, ¿no ves?

—Si, lo veo, pero ¿por qué? —Pregunta y Ares guarda silencio, centrándose de nuevo en Vanesa, que aún no reacciona.

—¿De verdad mamá?

Jazmine asiente a regañadientes y Ares parece complacido.

—¿Escuchaste, cariño?, por fin podremos casarnos. —Abraza a Vanesa, que aún no termina de procesar las palabras de Jazmine.

—Señora… ¿A qué se refiere con confirmar que es hijo de Ares?

—¿No es obvio? Hay que hacer una prueba de paternidad.

Casi se desmaya de verdad, al escuchar esas palabras. Los planes de Vanesa no estaban saliendo como ella esperaba, y no sabía qué hacer. Estaba arrinconada. La bruja de su suegra quería destruirla, y si no pensaba en algo pronto, ella y todos sus planes se irían al carajo.

Ese mismo día fueron a confirmar que Vanesa realmente estaba embarazada, y para su suerte, no pudieron hacer la prueba de paternidad debido a que había que esperar que tuviera como mínimo 10 semanas de gestación. Intento convencer a Ares de que era humillante para ella someterse a ese examen, pero a él le pareció que era lo mejor, para que su madre los dejara en paz, de una buena vez.

Vanesa ni siquiera pudo cantar bien esa noche. Ares la llamaba todo el tiempo, muy preocupado por su salud, exigiéndole que dejara ese trabajo y se fuera a vivir con él, mientras que Joseph la observaba de cerca, obsesionado con pasar más tiempo con ella, antes de irse un par de semanas a otra ciudad, a encargarse de ciertos negocios ilegales.

Tenía una semana, antes de la prueba, y en esa semana debía encontrar la manera de liberarse de semejante lío. Sabía que no podía casarse, si lo hacía podría ser arrestada por poligamia, y para eso debía seguir su plan inicial de abortar. Sin niño, no habría boda, y sin boda, no se descubriría su engaño. Tampoco habría dinero, pero aún tenía el anillo de compromiso, y eso era mejor que nada.

Al día siguiente, se niega a ver a Ares, y pasa tiempo con Joseph, para no levantar sospechas. En internet, consigue un lugar para realizarse el aborto, y apenas Joseph viaja, unos días después, no duda en ir a practicárselo. Fue un procedimiento doloroso y traumático. Sin embargo, su cara de enferma, era Justo lo que necesitaba para darle la excusa a Ares de que en los últimos días había estado muy mal, y no quería preocuparlo.

A un par de días de la cita con el laboratorio de genética, Vanesa va a la empresa y busca a Ares. Planea contarle que se siente muy mal y que ha estado sangrado, cosa que es cierta, pero le hará creer que no sabe que perdió al bebé, y que fue por causas espontáneas.

Al llegar a la oficina de Ares, se siente muy enojada al encontrar a Aurora de pie en el pasillo esperándolo.

—Y tú… ¿Qué haces aquí?

—Señorita, buenas tardes. Estoy esperando al señor, Ares. —Le responde tímidamente la joven, que después de pensarlo mucho, ha decidido renovar su noviciado, y es por eso que ha venido a devolver el anillo de compromiso que Ares le compro. Convencida de que no habrá boda, y de que, lo que menos quiere, es verse involucrada en otro triángulo amoroso. Pues ya suficiente era sentir que le había arrebatado el novio a su hermana. Un novio que solamente tenía ojos para esa mujer que le daría un hijo, lo que la entristecía un poco, pero intentaba no pensar mucho en ello.

—¿Y a que se supone que viniste a buscarlo?

—Solo quiero devolverle algo. —Le muestra la caja inocentemente, despertando los celos de Vanesa, al ver el nombre de la joyería en la caja.

—¿Eso qué es?

—Un anillo. —contesta vagamente Aurora, que piensa que lo mejor sería irse al ver la molestia de Vanesa —Parece que el señor se va a demorar. Creo que lo mejor será venir otro día. —Se despide y empieza a caminar hacia los ascensores, donde Vanesa la alcanza.

—¡Muéstramelo! —Exige, poniéndose delante de Aurora.

—¿Eh?

—El anillo, muéstramelo.

Aurora, sin ningún tipo de reparo, abre la caja, dejando ver el precioso anillo, que despierta de inmediato la furia de Vanesa, al ver que es un anillo de compromiso, mucho más lujoso y ostentoso que el que ella tiene.

—No tienes que regresar después. Yo se lo daré por ti. Entrégamelo.

—No creo que sea prudente señorita. Es un anillo bastante costoso, y me gustaría entregárselo personalmente. No quiero que el señor Ares piense que soy una irresponsable. —Cierra la caja, y la sostiene con fuerza en su mano.

—¡Que me lo des! —Le exige Vanesa, intentando quitárselo, pero Aurora logra esquivar su mano, y se dirige hacia las escaleras.

—¿A dónde crees que vas?, ¿acaso estás sorda?, te dije que me lo dieras…

Adriana, que se había dado cuenta de que su hermana estaba charlando con la tal Vanesa, sale de su oficina, para asegurarse de que todo esté bien.

Aurora intenta bajar las escaleras, pero Vanesa la detiene de un jalón.

—Que me des esa m*****a caja. —Empieza a forcejear Vanesa con Aurora, por el simple hecho de intentar demostrarle de que ella es quien manda.

Adriana de inmediato corre hacia su hermana, al ver que Vanesa la abofetea con tal de quitarle la caja con el anillo, y aunque lo logra, Adriana, en un intento desesperado por proteger a su hermana, la empuja.

—No vuelvas a golpear a mi hermana! —Exclama llena de ira, mientras le da otro empujón, que sin intención la envía cuesta abajo rodando por las escaleras. Dejando a las dos hermanas petrificadas sin saber qué hacer.

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