EL EROR PERFECTO romance Capítulo 10

Él caminó hasta la cama, y se metió en ella sin importar las palabras anteriores. La agarró del brazo y se abrazó a su cuerpo desde atrás.

—Ian por favor. Así no podré dormir —se removió un poco y su voz era tímida.

—Quiero pensar que son las hormonas del embarazo las que te tienen así —se volteó y colocó sus manos detrás de la cabeza mirando el blanco techo. Suspiró—. Recuerdo que fueron muchas las noches que dormimos juntos. Tú con la cabeza sobre mi pecho en el sofá de tu habitación viendo películas.

—Eso era cuando estábamos en la universidad, y por lo general era cuando algún estúpido me pedía una cita para luego dejarme plantada.

Ian sonrió, recordando cada uno de esos episodios. Era hora de contarle la verdad.

—Nunca te dejaron plantada, Diana. —negó con la cabeza. Ella quedó sorprendida girándose para verlo y él enfrentó su mirada—. La verdad es que siempre fui yo, el motivo de que esos tontos lo hicieran.

Volvió a reírse como un niño recordando una travesura.

—Yo les esperaba en la puerta del edificio en donde vivías, para decirles que los habías mandado a la mierda, esperaba un rato y luego tocaba la puerta de tu apartamento para oportunamente consolarte. Pude deshacerme de todos, menos de Andrew —rechinó los dientes.

Ella parpadeó varias veces tratando de asimilar la información, le entró una furia totalmente femenina y comenzó a golpearlo.

—Tuuu grandísimo imbécil…arrogante...patán —los golpes de ella hacían que él se riera más fuerte.

Hasta que la giró y ella quedó debajo de él y la besó, la pasión entre ellos se había despertado de nuevo. La besaba con pura dominación masculina, quería que se cediera a su lujuria, como aquella noche.

Diana rompió el beso. Trayéndolos a la realidad.

—No, Ian —suplicó. —Lo mejor es que no. Las cosas no están del todo claras entre nosotros.

—Está bien. No voy a insistir. Al parecer no quieres nada conmigo, y realmente estoy muy cansado para continuar discutiendo, espero que duermas bien, Diana.

Se quitó de encima de ella y se acomodó en el lado de su cama, dándole ahora la espalda. Ella apagó de nuevo la luz, y se puso en posición fetal para pensar en lo que le había dicho minutos antes. Todas sus citas frustradas, fue él. Sonrió ante tal situación. Así que la atracción era mutua desde la universidad, pero todavía así ella pensaba que para él solo era un calentón que había traído consecuencias, acarició su vientre. Cerró los ojos, y fue vencida por el sueño.

A la mañana siguiente Diana se removía inquieta en la cama cuando la voz de Ian la estaba llamando.

—Diana… —estaba realmente molesto— ¡Levántate!

Cuando ella abrió los ojos lo primero que vio fue el gran cuerpo de Ian vestido para irse a trabajar. Enseguida que ella estaba totalmente despierta, las náuseas matutinas por el embarazo le dieron los buenos días, sin importarle lo que él tenía para decirle salió corriendo hacía el cuarto de baño y comenzó a vomitar.

Se encontró con que Ian, la miraba desde el marco de la puerta con ojos preocupados.

—¿Te encuentras bien?

—Sí. Lo estoy —contestó lavando su rostro para refrescarse.

—¿Necesitas algo?

—No te preocupes, ya está pasando.

—¿Eso te ocurre todos los días?

—No. Sólo desde que tu hijo está aquí —acarició su vientre—. El doctor y las mujeres mayores, dicen que solo son los primeros meses del embarazo —suspiró—. Espero que así sea, porque es muy desagradable estos malestares temprano en las mañanas. Ahora si necesito algo. Galletas saladas por favor.

—Ya las traigo —salió a la cocina en su búsqueda.

Ella aprovechó el momento para darse una ducha rápida. Ya se sentía humana de nuevo, pero su estómago estaba salvaje tenía tanta hambre que rugía.

Al llegar Ian a la habitación. Ella estaba sentada a la orilla de la cama, solo con una toalla envuelta a su alrededor. Él venía con una bandeja con jugo de naranja y las galletas saladas.

—¿Es esto lo que generalmente comes en las mañanas?

Ella sonrió con ternura, al notar su preocupación.

—No. Es solo para el malestar, gracias, luego de esto podré desayunar normalmente —aclaró tomando un trago de jugo de naranja, y metiéndose un trozo de galleta en la boca.

Ian asintió.

—Ayer llegué muy tarde y perdí el norte cuando te vi en mi cama, y lo que menos pensé fue en la oficina —la miraba detalladamente—. Sé que fue un día muy duro para ti.

Diana tomando otro trago de jugo de naranja y otra galleta caminó hasta el vestidor.

—No sé de qué me hablas. Todo fue normal —se movió un poco dándole la espalda.

Él dio un resoplido.

—Sabes perfectamente de qué hablo.

Ella tomó su maleta sacó un vestido y ropa interior a juego.

—Debes decirme Diana —la detuvo tomando el brazo que tenía el moretón— ¿Fue el imbécil de Andrew quién te hizo esto? —acarició el lugar donde estaba el golpe.

—No tiene importancia —se soltó de su agarre.

—¿Cómo no tiene importancia, Diana? Yo lo escuché gritarte y ofenderte; por lo visto pasó algo más.

—No te preocupes por eso, puedo controlarlo.

Caminó de un lado a otro colocando su mano sobre la cintura.

—No me pidas que no preocupe. Estás viviendo conmigo, eres la madre de mi hijo. Eres mi responsabilidad.

Ella era solo eso, se recordó amargamente.

—No va a pasarle nada a tu hijo, Ian. Si es lo que tanto te preocupa —dijo con sarcasmo.

—No lo tomes por ahí, Diana.

—Aunque no lo creas Ian, lo tengo muy claro. ¿Sabes? Me quedaré contigo hasta que el bebé nazca y luego será todo igual que antes.

—¿A qué te refieres cuando dices igual que antes? —peguntó cauteloso.

—Me entendiste perfectamente. Tú, por tu lado y yo por el mío.

—No los será y lo sabes muy bien.

—Las cosas no serán como las estás pensando.

—Lo único que pasa por mi cabeza es las maneras en que voy a golpear el maldito rostro de Andrew.

—No puedes hacer eso —dijo asustada y le tomó del brazo tratando de calmarlo. —Es el hijo de tu socio.

—Parece que aún tienes sentimientos por él. Después de todo lo que te hizo —su mirada fue fría. —Te esperaré abajo para desayunar.

Ian salió de la habitación. Pocos minutos después, Diana terminó de arreglarse y bajo para encontrarlo en la cocina leyendo el periódico, pero cuando se dio cuenta de que ella estaba ahí dejó de hacerlo.

—Debes comer bien —comentó acercando su silla más cerca a la de él.

—Eso ya lo sé —entornó los ojos.

—Hoy es la reunión con el personal —le dijo mirándola detenidamente.

—Sí. A primera hora de la mañana —agregó ella.

Tomando un poco de jugo de naranja, un poco de tostadas con mermelada de fresa y un trozo de queso.

—Debemos apresurarnos, estamos sobre la hora.

—Entonces lo mejor es que te vayas ya.

—Estoy esperando por ti —la miró con el ceño fruncido.

—Creo que eso es un total y completo error, Ian.

—¿Por qué lo dices? —en su pregunta podía notarse que seguía molesto

—¿Quieres que todo el mundo nos vea llegar juntos? —golpeó con un puño la mesa.

Ian se encogió de hombros.

—Realmente no me importa lo que los empleados piensen, Diana.

—No estoy de acuerdo contigo —dijo negando con la cabeza.

—Últimamente no estás de acuerdo en nada de lo que te digo.

—¿Será porque no propones? Si no que dispones y ordenas esperando que todo se haga según tu voluntad —musitó arqueando una ceja.

—Sabes que en el fondo lo hago porque es lo más conveniente.

—Sí. Conveniente solo para ti.

—Quiero que todos sepan que estás bajo mi protección. Sobre todo, el idiota de Andrew que no se atreva de nuevo a molestarte.

—De acuerdo —lo miró molesta. —Es lo que siempre te gusta que te diga.

Ian se levantó de la mesa para dirigirse al automóvil. Cuando pasó al lado de ella se inclinó hasta llegar a su oído.

—Sí. Me gusta mucho cuando estás de acuerdo conmigo y sobre todo dispuesta y dócil debajo de mí.

Con esas palabras abandonó el lugar. La noche había sido muy larga para ella. Ahora temía que el día iba a ser mucho más largo que el anterior.

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