EL EROR PERFECTO romance Capítulo 13

Diana iba en el automóvil con Mark.

—No se preocupe, señora. Ian saldrá bien de todo esto —el guardaespaldas de Ian estaba tratando de confortarla.

Ella suspiró, lo menos que quería que él tuviese un lío legal por su culpa. Colocó las manos en su vientre.

—Gracias, Mark —dijo—. Volvamos a la empresa.

El chófer negó con la cabeza.

—Lamentablemente no puede ir allá, señorita. Ian me dio orden específica de llevarla directamente al ático.

Diana no estaba de acuerdo con lo que había dicho. Iba a contestarle cuando sonó su teléfono celular en su bolso, frunció el ceño al contestar.

—¿Estás bien? —Esa voz la conocía muy bien.

—¿Cómo conseguiste mi número telefónico? —Diana al salir de Miami, lo primero que hizo fue cambiarlo.

—Eso no importa, querida.

—¿Qué demonios quieres Andrew?

—Lo único que quiero saber es si estás bien.

—Con un golpe en el rostro y magulladuras en el cuerpo hechas por ti, por lo demás estoy genial.

—Escucha… de verdad lo siento. No fue esa mi intención. Estaba molesto y entonces apareció el imbécil de Ian y todo se complicó—.

—Si. Me imagino que fue por eso que has denunciado a tu amigo por agresión.

Al otro lado de la línea hubo un completo silencio.

—Ese bastardo, sigue siendo mi amigo. Pero debe aprender a no interferir en mis asuntos.

—Lo que has hecho no tiene ningún tipo de excusas, pero hagamos algo… ¿Qué tal si voy en este momento a la policía y hago una denuncia en tu contra, justamente por agresión a una mujer embaraza? ¿Crees que no anularía la tuya en contra de Ian?

—No serias capaz.

—¿Quieres probar?

—Siempre me he preguntado si esa actitud de ustedes tan posesiva del uno por el otro es simplemente amistad ó es que realmente hay algo más.

—No me importa las preguntas que te hagas o que demonios te está pasando en este preciso instante por la cabeza. Quiero a Ian fuera de la cárcel dentro de los próximos cinco minutos, si no ya sabes.

—¡Joder Diana! Siempre ustedes están protegiéndose. Todo eso porque es tu amigo, ¿verdad?

—Cinco minutos Andrew.

Colgó la llamada. Al alzar la vista se encontró con la mirada de aprobación de Mark a través del espejo retrovisor quien asintió con una sonrisa. Luego tomó su celular y marcó un número telefónico que conocía de memoria, pero que usaba solo en casos de emergencia. Tal vez debía de agregarlo a su lista de contactos. Al primer repique la llamada.

—Hola. Soy yo. Disculpa que te moleste para estas cosas. Pero le di a tu hijo cinco minutos para quite la denuncia por agresión en contra de Ian Cooper ó si no, así mismo como estoy lo meteré en la cárcel.

—Ya lo soluciono, Diana no tienes que llegar a eso.

—Tu hijo me tiene cansada con sus acciones. Lo nuestro ya pasó. Se terminó. Todo por culpa de él. Yo pasé la página, tendré un hijo con otro hombre y aunque no fuese así, jamás volvería con él.

—Lo sé. Estás en todo tu derecho, hija.

—Daren... no quiero ser grosera... pero si Andrew no me deja en paz... tomaré acciones legales.

—De acuerdo. Me encargaré.

Colgó la llamada.

—Mark… —dijo— sabemos que has escuchado todo y quiero pensar que estás de acuerdo conmigo.

—Totalmente, señorita.

—¡Oh Dios! Ahora tengo hambre. Siento que me voy a desmayar. Quiero comer pollo frito. ¿Me llevas?

—Con gusto. —contestó mientras sonreía

Ella se recostó totalmente en el asiento de atrás. —Llévame en donde los vendan más crujientes y con las papas fritas más grasientas.

—Creo que eso no está bien para su dieta.

—Bueno es lo que me provoca —se encogió de hombros.

—No tuve la oportunidad de felicitarla por el hijo que está esperando, señorita.

—¡Muchas gracias! —Sonrió porque sabía que sus felicitaciones, eran sinceras.

Cuando llegaron al lugar Diana casi se lanza del automóvil sin haberse estacionado.

—Creo que es mejor que no se baje en este lugar.

—¿Por qué? —preguntó extrañada.

—Recuerde su rostro y que viene saliendo de urgencias —se encogió de hombros—. Tampoco quiero problemas con Ian —sonrió. —Ya sabe qué con lo sucedido con usted, lo tiene un poco nervioso.

—Entiendo y creo que realmente tienes razón.

—Dígame qué es lo que quiere y se lo traeré.

—Para empezar que me digas Diana.

Mark la miró un poco desconcertado.

—De acuerdo, pero cuando estemos en lugares que lo amerite le llamaré de manera formal.

—No tengo problema. ¡Oh por favor! Agrega al pedido un helado de chocolate con fresas.

Mark la miraba divertido. Llegaron al ático una hora después. Ella llevaba una bolsa con las papas fritas y su chófer el resto. Le estaba prometiendo que iba a controlarse con la comida pero que también eso era lo mejor de estar embarazada.

Venían conversado acerca de frutas cuando abrió la puerta y se encontró con Ian. Estaba guapo, con un simple pantalón de chándal negro que lo hacía ver más alto y una camiseta del mismo color que se aferraba a sus brazos, con el pelo suelto húmedo y los pies descalzos.

Dios... eso sí sería una buena comida, pensó. Ella caminó hacía él de manera despacio y cautelosa como si el hombre que estaba en frente de ella fuese un espejismo. Ian acortó la distancia tomándola del brazo y encerrando el cuerpo femenino en sus fuertes brazos.

—Me alegra que estés en casa —la voz de Diana era de alegría.

—Yo también.

Ella colocó la cabeza en su pecho. Se sentía tan bien. Cómoda. Segura. Como si nadie pudiera pasar mientras estaba ahí en sus brazos. Él soltó un poco el agarre para rozar sus labios con los suyos.

—Creo que ya es hora de que todos se enteren de lo que pasa entre nosotros.

Diana se tensó en sus brazos —Aún creo que es muy pronto.

—No puedo permitir que Andrew te haga daño.

—Me da miedo Ian. —Salió de su abrazó— ¿Qué le diré a mi madre? ¿Qué pensaran los demás?

—¿Seguirás ocultando que soy el padre tu hijo? ¿Serias capaz de negarme?

—No es eso —estaba aún dudosa—, no me gustaría que mi bebé fuese juzgado por un error que cometimos.

—No fue un error —hablo de manera suave para que ella pudiese entender—. Era algo que tarde o temprano pasaría entre nosotros.

El estómago de Diana escogió ese momento para gruñir. Ian sonrió.

—Vamos a alimentarte —la agarró de la mano y la llevó hasta la cocina.

La señora Vera había arreglado la mesa con las cosas que Mark y ella habían traído.

—Disculpe, señorita. En lo único que no le podré complacer es en beber la coca-cola.

Ella se echó a reír.

—No se preocupe. Lo entiendo perfectamente —agarró un pedazo de pollo y se lo metió a la boca—. En lo único que no estaré de acuerdo es en que me eliminen el chocolate.

—¡Traes hambre... eh! —exclamó Ian robando una papa frita, y ella le dio un manotazo.

—No. Ian... —le reprendió con la mirada seria—. Nunca debes meterte con la comida de una mujer embarazada.

—De acuerdo —le dio una sonrisa ladeada, se llevó otra papa a la boca y se acercó para besar encima de su cabeza. —Estaré en el estudio. ¿De acuerdo?

—No hay problema.

Ian fue a su despacho y ella continuó comiendo tranquilamente. Hasta que se escuchó el sonido del intercomunicador. Mark contestó:

—Entiendo. Hablaré con el señor Cooper para saber si está de acuerdo en recibirlo.

—No se preocupe, se lo haré saber enseguida.

Con esas palabras terminó la conversación.

—¿Quién era Mark?

—Llaman del hall de entrada.

—¿Qué querían?

Mark se puso algo incómodo.

—El señor Andrew Thomas, está ahí abajo solicitando hablar con Ian.

El rostro de Diana se palideció.

—No te preocupes Diana —aclaró Mark alarmado al verla de esa forma—. Ian no permitirá que se acerque a ti.

—No es eso. Él no puede saber que estoy aquí.

En ese momento se escuchó la puerta.

—Ve a abrir, Vera —indicó Mark—, quédate aquí no salgas.

Mark terminó diciendo a Diana —salió disparado en busca de Ian.

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