Ella no sabía cómo actuar. La oficina estaba siendo destrozada por ellos. Así que no se le ocurrió otra cosa que meterse entre ambos hombres para tratar de dejar que siguieran peleando. Diana no lo vio venir, tampoco Ian tuvo tiempo de hacer algo. Cuando Andrew le estampó un puño en el rostro de ella que la desmayó.
—¡Diana! —gritó Ian— ¡Maldita sea! —miró a Andrew—. Ahora sí que la jodiste. ¡Cabrón!.
Se volvió hasta el hombre y le propinó una golpiza que lo dejó inconsciente. Se acercó a Diana que aún estaba desmayada. Fue entonces cuando observó que Daren estaba en la puerta.
—¿Qué ha sucedido aquí? —preguntó un poco alarmado cuando vio a Diana y Andrew desmayados en el suelo.
—El cabrón de tu hijo —acusó, —la golpeó. — Mientras tomaba a Diana en los brazos.
Una fuerte maldición se escuchó de los labios del padre de Andrew que se acercaba a su hijo. Miró a Diana.
—Hay que llevarla rápido a urgencias.
—Eso haré. —Se dirigía a la puerta con Diana en brazos—. Ocúpate del infeliz de tu hijo. Esto que ha pasado no puede quedarse así.
Todo el personal miraba aquella escena sorprendido de los acontecimientos. Siempre se había sabido que Ian Cooper era conocido por estar siempre controlado en las situaciones más extremas, pero al parecer lo que había hecho Andrew Thomas está vez había roto todo el autocontrol por el cual era admirado.
Salió del edificio con Diana en los brazos aún inconsciente cosa que le preocupaba enormemente. Subiendo a su vehículo y dando instrucciones a su chófer de que se dirigiera al hospital más cercano.
—¡Vamos, Diana! —acariciaba suavemente su cabello. —Cariño, despierta.
En pocos minutos después serpenteando el tráfico llegaron a urgencias. Ian habló con todo el que fue necesario y utilizando sus influencias para que ella fuese atendida de una vez. Ella se removió en los brazos de Ian cuando iba a ser trasladada a la camilla. Abrió lentamente los ojos. No sabía por qué le dolía mucho la cabeza.
—Ian... —su voz era apenas audible— el bebé...
—Todo estará bien, cariño. No le ha pasado nada —habló suavemente para calmarla.
Ella puso las manos en su vientre y una lágrima rodó por su mejilla.
—Tú y el bebé estarán bien. Te lo prometo.
En ese momento iba llegando la doctora. —Bonito maquillaje, pero no es Halloween —dijo mirando a Diana y luego a Ian.
No le gustó el sarcasmo en la voz de la recién llegada, por muy profesional de la salud que fuera. —Usted ha hablado en tono irónico. ¿Acaso usted está insinuando que yo le he hecho esto... a mi mujer?
—Yo no estoy insinuando nada y haga el favor de bajar el tono de voz que usted no está en su casa.
—¡Basta! —exclamó Diana mirando a ambos—. No quiero más discusiones. Lo único que quiero es saber si mi bebé está bien — culminó con voz quebrada.
—Eso ya lo veremos —le dijo amablemente la doctora, mientras preparaba las cosas para hacerle una ecosonografía.
—Aún no entiendo, Ian. ¿Por qué tenías que atacar de esa manera a Andrew?
Ian la miró como si se hubiese estuviera mal de la cabeza —Tú definitivamente estás loca si crees que iba a permitir que él te siguiera maltratando.
—Si continúan con esas discusiones. El personal de la empresa se va a enterar.
—¿Crees que me importa una mierda lo que los demás piensen si se enteran que eres mi mujer?
—¿Has visitado a algún médico? —interrumpió la doctora tratando de que cambiara el ambiente en aquel consultorio.
—Sí. Hace unas semanas atrás.
—Me parece bien, pero debo hacerte un chequeo de todos modos. ¿De acuerdo?
Diana asintió con la cabeza. Ian se movía de un lado a otro. La doctora miró a Ian con confusión cuando vio los moretones que tenía Diana en su cuerpo.
—Cómo puede usted ver —habló señalando a Diana—, ella pretende que no haga nada cuando ese bastardo la este maltratando.
—Ya veo —dijo la doctora— ¿Es usted su marido?
—Sí —contestó inmediatamente y Diana soltó un jadeo que hizo que la doctora los mirara a ambos.
—¿Él es el padre de tu hijo?
—Sí —contestaron ambos en unísono.
—Todo saldrá bien, cariño —le dio otro beso, pero esta vez en la frente—. Solo tienes que confiar en mí.
Ella asintió. En ese momento estaba relajada en los brazos del hombre que siempre había estado enamorada. Iban saliendo animados del hospital. Según la política debía salir en sillas de ruedas. Su chófer Mark estaba a su lado. Estaban relajados y divertidos cuando se acercaron dos oficiales de la policía.
—Señor Ian Cooper —uno de los oficiales habló, no preguntó. Afirmó.
—Debe usted acompañarnos.
Ian miró al oficial de policía que le había hablado con total confusión.
—Es una rutina debemos hacerle unas preguntas en cuanto al estado físico de Andrew Thomas —intervino el otro oficial.
Ian apretó fuerte la mandíbula. —¿Debo ir a la estación o me hará las preguntas aquí mismo?
—Como dijo antes mi compañero, debe acompañarnos a la estación, solo por rutina. —Se excusó el oficial.
Él asintió —No tengo problema alguno en ir con ustedes —miró a Diana y Mark—. Solo me gustaría que me dieran un momento para darle algunas indicaciones a mi chófer antes de que lleve a mi mujer hasta nuestra casa.
Los oficiales miraron confundidos.
—La señorita Diana Miller es su...
Uno de los oficiales no pudo terminar la oración.
—Sí. Es mi mujer y está esperando un hijo mío.
—Con más razón debe acompañarnos. —Le dijo uno de los oficiales—. Porque el señor Thomas afirma que usted se interpuso en una discusión con su prometida. —El oficial confundido miró a Diana.
Esta vez fue ella quien habló, levantándose de la silla de ruedas. —¿Acaso se ha vuelto loco ese idiota bastardo? —dijo— Yo no soy nada de ese animal, por su culpa estoy aquí en este hospital.
—Está bien cariño. —La abrazó y la besó por encima de la cabeza—. Iré a ver qué es lo que está sucediendo. Mientras tu ve al ático y descansa —la miró serio—, ya sabes lo que a dicho la doctora.
—Como digas —suspiró—, me iré a casa, pero debes mantenerme informada.
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