El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 30

Capítulo veintinueve

El doctor piensa que estoy invalida o algo así porque ahora tengo que usar una silla de ruedas para moverme y lo peor es que ni siquiera fue Amir quien me dejo así.

No podré tener sexo por un buen tiempo.

Mi condición ahorita mismo es normal, pero con un ligero estado de riesgo debido a que mis bebés son un tanto distintos a mí. En resumen, son más fuertes y por ende necesito estar totalmente saludable y con alimentos y pastillas en la boca todo el día prácticamente. La chica de servicio gordita me empuja como si cargará una tonelada de peso y su mirada se pierde a cada momento en las paredes de esta inmensa casa.

Muerdo mi labio inferior, ¿Estará bien si hablo con ella?

Sacudo mi mente—¿Te pasa algo? —digo repentinamente.

Niega—No, futura luna.

—Dime Irina, eso de que todo el mundo me diga futura luna es algo tedioso—toco el botón del elevador y este abre sus puertas—entonces, ¿me dirás el por qué de tu estado de ánimo? —insisto.

Bajamos en silencio y llegamos hasta la cocina, sus pasos son lentos, pero seguros, camina hasta la isla y me deja a un lado, saca toda las cosas de la nevera para hacerme un sándwich y las coloca en la mesa, gira para tomar el cuchillo y regresa nuevamente a las cosas, con cuidado coloca el tomate sobre la tabla de picar y cuando da el primer corte agacha su cabeza y deja salir unas cuantas lágrimas—Me rechazo, él dice que no quiere saber nada de mí y mucho menos de esta manada—con que era eso.

Extiendo mis brazos y ella se acerca, tira su cuerpo en el suelo y acopla su cabeza en mi falda—No llores, todo estará bien, ya verás—sus lágrimas mojan mi amplio pantalón y acaricio su cabello— él no te merecía—doy un beso en su cabeza.

—¿Usted cree? —levanta la mirada.

Asiento—Ya veras que encontrarás otro y ese te va dar el amor que él no te dio.

Limpia sus lágrimas—Que pena, disculpe luna. Yo aquí contándole mis cosas y usted con hambre, ya resuelvo eso—sonríe y se levanta.

—Por la comida no te preocupes, es mejor escuchar a los demás, lo vale.

—¿Qué estás haciendo, Rene? —una chica un poco alta y delgada aparece por la puerta, sus ojos se enfocan en mi y baja la mirada—futura luna—junto mis cejas.

—Llámame solo Irina—hago una mueca y sigo viendo la preparación de mi sándwich.

—¿Cómo está nuestra tía y las niñas?

La chica llega hasta el otro extremo de la isla—Bien, de hecho, dijo que venía más ahora para ver a su nueva nieta—me observa de reojo y mi corazón da un brinco.

¿La abuela de ojos azules viene a verme?

—Limpia cada rincón con polvo o mal acomodado que veas. Recuerda que ella no le gusta ver nada sucio.

—Voy—corre fuera y un silencio abrumador azota la cocina.

—No te asustes, solo es mi tía y ya—sonríe.

Alzo una ceja—Pero tú no eres hermana del señor Dhall—la observo fijamente—¿o sí?

Niega—Mi tía es o era la nana del Alpha y él la considera como una madre, es una relación mutua con algo de todo un poco—encoge sus hombros.

—¿No hay peligro? Cierto.

—Realmente no, futura luna—termina mi sándwich y me lo entrega—aquí está, ya le traigo su jugo, si quiere puede ir subiendo mientras acomodo esto un poco, dentro de cinco minutos estoy con usted.

Asiento y volteo para ir directo al ascensor. Me empujo con fuerza y toco el botón de bajada, en un segundo tengo las puertas abiertas y subo en él—vamos al tercer piso—estas se cierran y el elevador asciende, las puertas de la mansión son abiertas por una señora con dos pequeñas bolitas de cabello.

¿Ella es la madre del señor Wade Dhall?

Detrás de las niñas se posiciona un chico con buenas condiciones físicas y las alza por los aires—Ten cuidado, EDERSON—grita la esbelta dama y corre hacia él.

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