El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 4

Capítulo tres

Tengo miedo.

Sus ojos están totalmente rojos, sus manos están en puños a sus costados, su respiración es rápida y su cuerpo está rígido.

Me doy la vuelta y me agacho para recoger mi toalla, me enrollo a ella rápidamente, pero mi cuerpo es estrellado contra la pared.

Sus brazos me alzan y mis piernas van directamente a su cintura, mis brazos descansan en su cuello y sus manos van a mis nalgas.

¿Qué estoy haciendo?

Trato de separarme, pero su agarre se intensifica y me aprieta más contra la pared, siento como su tonificado cuerpo se apega a mí.

Lleva su cabeza a mi cuello y aspira fuerte —Eres tan deliciosa, hermosa y apetecible que el verte con ese estúpido de un lado para otro y ver que lo defiendes me dan unos celos enormes—besa mi cuello y por mi espalda pasa una ráfaga de calor hasta mi intimidad, fija su vista en mí y sonríe de lado para dejarme caer un poco hasta su entrepierna.

Mi cara debe estar de mil colores.

¿Pero este quién se cree?

Mi boca va a su cuello y lo muerdo tan duro como puedo, alzo mi cabeza y lo encuentro sonriendo.

¿Espera, qué... eso no lo hará soltarme?

—Es... Eso debería haberte dolido, ¿cómo es que...? —tartamudeo.

—Mi reina, mi princesa, mi amor—suspira—soy cosas que tú no entiendes, por eso no duele, pero me ha gustado que lo hicieses porque has tratado de marcarme—sus ojos cambian a su color natural — creo que hasta aquí puedo enseñarte—abro mi boca tratando de replicar y coloca una de sus manos en ella —silencio —si claro.

Silencio y estoy casi desnuda en sus brazos, ¿qué le pasa?

Muerdo su mano y me remuevo, él me deja caer al piso y sigue mis movimientos —¡Estás loco o qué! —grito.

—Ponte ropa —junto mis cejas—rápido—aplasto mis labios y cuando estoy por echarlo se escucha un estruendo fuera del lugar, sus ojos viajan a mí con miedo —¡APÚRATE, MALDITA SEA! — acato su orden y saco las cosas de mi bolsa.

Me giro hacia él con cautela—¿No vas a mirar cierto? —niega y se queda atento a la entrada, trago grueso y me volteo para tomar el nudo de la toalla.

—¿Qué más me falta por ver cuando ya te he visto completamente desnuda y encima de mí?

Madre mía. Que directo.

Dejo caer el pedazo de tela que tengo a mi al rededor y me coloco la ropa lo más rápido que puedo, agarro la toalla y la dejo a un costado mío en los bancos de piedra, saco mis zapatos, pero él me toma de la mano y me levanta de golpe —¿Qué... ¿Qué haces?

—Cierra los ojos—observo sus ojos azules con curiosidad y es lo último que veo antes de cerrar mis párpados.

¿Por qué sigo tan sumisa? ¿Por qué no lo he echado del baño? ¿Por qué he dejado que me toque? ¿Por qué no me da miedo? ¿Por qué su tacto, su cuerpo se siente tan bien?

—Ábrelos—acato su orden y me quedo admirada de lo que hay a mi alrededor.

Cosas finas y caras por todos lados, todo es tan delicado y refinado. Sus brazos me bajan y mis pies tocan la baldosa crema brillante. Giro para enfrentarlo—¿Quién eres tú? ¿Por qué estamos aquí de un momento a otro si estábamos en el baño del instituto? ¿Por qué es que no te burlas de mí? ¿Cómo es que soy tan sumisa a ti? ¿Cómo puedes cargarme? Yo peso mucho ¿Cómo es que...? —a mi mente llegan recuerdos de sus ojos en el baño y retrocedo instintivamente —¿Acaso eres un tipo de brujo o cosa mala? ¿Por qué tus ojos eran rojos? ¿Qué era esa cosa que escuché? ¿Piensas matarme? —mi espalda topa con la pared y él camina hacia mí tan tranquilo y con elegancia. Sus manos viajan a mi cara y pega su cuerpo al mío —¿Qué haces ahora? —susurro.

—Algo que he querido hacer desde que te vi —susurra.

Y lo que jamás creí que pasaría, paso.

Mis pies están de puntitas dando el beso de mi vida, sus labios se mueven con los míos aun que no conozca mucho como hacerlo, una de sus manos acaricia mi mejilla mientras que la otra me aprisiona totalmente contra él.

Me dejo llevar por la agradable sensación y conduzco mis manos a su cuello, alguien toca la puerta y él muerde mi labio, se separa poco a poco de mí y suelta un gruñido —Pase—dice en voz alta y me coloca detrás de él.

—Alpha el instituto ya está seguro, las brujas ya no están rondando y atrapamos a la gran mayoría —¿Brujas? ¿Alpha? ¿Atraparon?

—Bien Kevin, sal de aquí que necesito privacidad, ahora yo bajo y reviso como está todo—me asomo por un costado de ojos azules y logro ver a un chico alto de cabello castaño claro.

Cierra la puerta detrás de él y nuevamente tengo toda la atención de ojos azules —¿Quién era ese? ¿Por qué menciona cosas raras?

Sonríe —Contestaré todas tus preguntas, pero primero —baja sus pantalones. Abro mis ojos tanto como puedo y me doy media vuelta—iré a bañarme, ¿segura que no quieres venir conmigo?

—De lo único que estoy segura es que eres un psicópata de mierda.

Siento sus manos en mi cintura y da un beso en mi cuello—Ya vengo —se aleja y escucho una puerta abrirse.

Giro lentamente y encuentro la habitación vacía, dejo respirar mi cuerpo y toco mis labios recordando aquel beso. Creo que esto es un sueño, si eso creo, porque todo lo que he pasado no puede ser verdad.

Espera.

Si esto es un sueño puedo salir de aquí.

Corro a la puerta y la abro, me fijo en el pasillo vacío y sigo mi escape, llego a unas escaleras gigantes y empiezo a bajar lo más rápido que puedo, mis pies se enredan al llegar a la mitad y caigo de boca, rodando hasta abajo.

Debería haber supuesto que esto pasaría. Es típico de mí gracias a que no tengo puente en los pies.

Mi cabeza duele a horrores y mi cuerpo se siente más pesado de lo normal.

—Amir, ¿qué estás haciendo? —la misma señora que vi hoy por la mañana sale por una puerta mirando sus manos juntadas de puré de papas, examina el lugar y sus ojos topan con los míos, corre hacia mí y examina mi adolorido cuerpo —¡Nana corre! —de la misma puerta por donde apareció la señora bonita sale una señora como de cuarenta y algo de años, al verme se gira y desaparece por la puerta. Veo sus ojos azules y recuerdo los de él inmediatamente —AMIRRRRRRRR, VEN AQUÍ AHORA MISMO O TE JURO QUE TE ESTRANGULARÉ—grita fuerte.

¿Quién es Amir?

—Ya madre, ¿Por qué tanto alboroto? —escucho la voz del niño que me trajo aquí y trago grueso—Irina, bebé, tranquila—se coloca a mi lado y examina mi cuerpo de arriba a bajo.

—Llamaré a Alonso—la señora que al parecer es madre de ojos bonitos se levanta y desaparece de mi campo de visión.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: El Hijo Del Millonario ©