El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 5

Capítulo cuatro

El corazón se me quiere salir del pecho.

No grites, no lo hagas, yo no soy real, soy producto de tu imaginación.]

—¿Cómo es que yo puedo crear una silueta de un hombre sin rostro?

Dímelo a mí que siempre me pregunto por qué jamás me has puesto cara.]

—Aún así, si no fueras real no podrías haberme tapado la boca, ¿cómo es que yo no grité?

Tú misma te quedaste callada cuando te traté de poner mis manos en tu boquita, y si quieres trata de tocarme, verás que soy un espíritu producto de tu imaginación.

Se coloca en frente mío y extiende sus brazos de par en par.

Trata de tocarme y vas a ver que no puedes.]

¿Será?

Doy un paso hacia adelante y alzo mi brazo, con cuidado lo extiendo y cuando creí tocar su pecho mi mano traspasa su cuerpo.

Vez, ¡te lo dije!]

—¿Eso cómo es posible? —trago grueso y entro a mi cuarto, espero su respuesta y solo el silencio abrumador llena mis oídos —Ahora no hablas, verdad—volteo y ya no está, desapareció.

Camino hacia la cama y me asiento.

¡Qué día tan loco!

Lo mejor será dormir.

Acomodo mi almohada y saco las sábanas para arroparme, cierro mis ojos y me dejo llevar por la suavidad de la cama hasta quedarme completamente dormida.

Escucho los gritos de mi madre desde abajo en la cocina, junto mis cejas y me acomodo mejor en la cama, tiro mi mano a un lado y toco un brazo grande y duro, abro los ojos abruptamente y un espléndido olor a lilas y manzanilla inunda mis fosas nasales.

—Irina, mija, ya levántate que se te hará tarde —mi madre entra a mi cuarto y se detiene cuando me ve despierta —parece que el cambio de horario te favoreció —sonríe y desaparece otra vez.

Bajo las escaleras luego de realizar mi aseo personal y llego a la cocina donde mi madre le sirve una taza de té a mi padre quien lee el periódico animado.

—Hola familia —me asiento en la mesa y tomo mi delicioso jugo de naranja.

Amo ese jugo.

—Irina Warren, señorita bájese de la mesa ahora mismo —mi papá baja el periódico y me observa con una ceja alzada.

Alzo mis manos y bajo a la silla —Vale y, ¿Qué hora es? —mi madre coloca una bolsa al frente mío y mi mochila.

Me señala la puerta—No hace falta ni preguntar porque el autobús estará aquí en tres... Dos... Uno... —el transporte escolar pasa de largo y miro a mi madre quien no se mueve en su sitio.

Agarro el cartucho y mi bolsa tan rápido como puedo, abro la puerta para salir corriendo y me detengo al ver a un hombre de más de dos metros al frente mío.

—Buenos días señorita Irina Warren, estoy esperando para llevarla a su instituto, mi nombre es Alonso Salazar y soy su chofer.

¿Chofer?

—¿Chofer?

—¿Chofer? Creo que se ha equivocado de casa—mi padre me coloca detrás de él y mira hacia arriba.

—Sí, chofer. ¿Usted es el señor Ernesto Warren no es así? La compañía ofrece un trasporte exclusivo para su familia sin tener que pagar o que se le descuente de su salario, ahora—se hace a un lado el tal señor Alonso—la señorita Warren llegará tarde al instituto si no salimos en este preciso instante —mi padre duda por un segundo, pero finalmente baja su brazo y me indica con la cabeza.

—Ve —doy un beso en su mejilla y salgo de la casa con sus miradas recorriendo cada paso que doy hasta una enorme camioneta negra.

Es una prado.]

Y aquí vamos otra vez con la voz en la cabeza.

Me voy a suicidar.

Si te suicidas yo muero, así que no lo hagas porque de una forma u otra antes de que lo hagas yo te rescataré y aparte de eso te daré unas buenas nalgadas por portarte mal.

Pero que...]

Sacudo mi cabeza y entro a la camioneta, el señor Alonso cierra la puerta y observo con lujos y detalles cada espacio del auto.

—Señorita, abróchese el cinturón—hago caso y abro la bolsa para ver que mi madre me tiro de desayuno.

Y ahí están, las torrejas de maíz.

Alzo la mirada para corroborar que Alonso siga en lo suyo antes de darle un mordisco a mi torrejita. La saco cuidadosamente y vuelvo a mirarlo, su rostro está concentrado en la carretera y eso es más que suficiente para mí.

Vuelvo a la torreja y antes de pegar el mordisco de mi vida escucho su voz —Buen provecho, señorita— a mi cara sube una calor inmensa y bajo mi torreja.

No me critiquen. No me gusta que me vean comiendo.

Desvío mi rostro y asiento —gracias — empiezo a comer y cuando doy el último bocado a nuestro lado se instala un auto lujoso super hermoso, es negro total y su diseño es sumamente refinado.

Ojalá algún día pueda montarme a uno de esos carros tan bonitos.

Créeme cielo, que te llevaré a pasear en uno de estos.]

Junto mis cejas, esa extraña voz otra vez.

—¡Dios! Por qué solo no puedo dejar de escuchar esa maldita voz —digo en voz alta y agarro mi cabello en frustración.

—¿Señorita le pasa algo? —abro mis ojos. Olvide completamente a Alonso.

—No, para nada —suelto mi cabello y doy una gran sonrisa llena de nervios.

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