El Hijo Del Millonario © romance Capítulo 41

Capítulo cuarenta

Había una vez una adolescente bajita, gordita, calladita, estudiosita, que no se metía con nadie y creía que tenía problemas de esquizofrenia. Esa era yo y joder que mi vida era perfecta así.

No me quejo del ahora, porque todo pasa por algo, pero que me pongan dos inyecciones en mi trasero con una especie de agua rara que una bruja recomendó por una semana, eso no es lo mejor del mundo.

Y se preguntarán, pero ¿qué ha pasado?

Bueno…

Flashback

Escucho las voces de los demás y trato de levantarme, pero mi cuerpo no reacciona a mis impulsos, abro los ojos poco a poco acostumbrándome a la luz y lo veo tendido sobre la cama a mi lado.

Miro el panorama y observo al mismo doctor que me atendió cuando él me había marcado, con un objeto punzante pincha ciertas partes de su cuerpo y niega hacia la señora Sara quien yace a un costado de Amir.

¿Qué? ¿Qué pasa con él?

Cierro mis ojos y me dejo caer en un sueño profundo.

—Tiene que ponerle esto a los dos en una inyección, es la única forma de que despierten, ya que su hijo está batallando contra la maldición. Es cierto que él no las rechazó, pero al matarlas el vínculo desapareció por ende el veneno en su cuerpo no sabe que hacer e irán muriendo lentamente los dos, y digo los dos porque él la está arrastrando a ella, la parte híbrida de la futura luna es una conexión que tiene con el señor Amir.

Escucho la voz del señor Wade—¿Cómo es esto posible? Hace siglos que nadie experimenta algo así.

—No había vuelto a ver un caso así de extraño, pero es lo que ellos dos tienen y si no le colocan este veneno morirán.

Despierto de golpe gracias a un pinchazo en mi trasero y llevo mis manos a este —Auch, eso duele —abro mis ojos de par en par y siento unos brazos rodearme.

—¡Oh por Dios! Despertaste.

—¿Y Amir? —digo al sentir la cama vacía a mi lado. Ella me suelta y giro en la cama, tomo asiento como puedo al borde de esta y me señala detrás de mí, asiento y abro mis ojos como platos al acordarme de mis bebés —¿los niños?, ¿dónde están? —me levanto y corro hacia la puerta.

—En tu habitación —escucho el grito de la señora Sara y reconozco rápidamente el lugar donde estoy, corro por el pasillo y bajo las escaleras, me apresuro a llegar y abro las puertas de par en par.

Mis ojos viajan a Tina quien duerme plácidamente en el piso con ellos. Me acerco lentamente con cuidado de no despertarlos y observo fijamente a mis hijos.

Y pensar que estuve a punto de morir por ellos.

Sonrío y mi vista se va a Tin, definitivamente ella será la niñera oficial.

Está decidido.

Salgo y cierro la puerta detrás de mí, en el pasillo siento un extraño frío envolverme y recuerdo los sucesos pasados antes de irme de aquí. Me abrazo a mi misma y camino hacia las escaleras, las bajo con paso cuidadoso y voy directo a la cocina, me asiento en un taburete y paso mis manos por la cara.

¿Ahora que hago con mi vida?

—¿Ya te has visto en un espejo?

Ruedo mis ojos —¿Eso es un insulto?

—No, sabes que a mi me encantas como sea—me tira su móvil por la isla y lo agarro —solo digo que deberías mirar tu aspecto —saca un galón de agua de la nevera y toma directamente.

Veo mi aspecto y me sorprendo al observar todos los moretones, llevo mis manos a mi rostro y examino mi ojo derecho más caído que el izquierdo, mi labio tiene una pequeña brecha y mi nariz está super morada al igual que mis ojeras —Estoy fatal.

Me quita el teléfono y lo deja a un lado, sus manos tocan mis mejillas y esos ojos azules me escanean de arriba abajo —Ya, pero yo te sigo viendo guapísima.

Alzo una ceja —Amir —advierto.

—Ya no me puedes decir nada, no están las brujas.

—Pero esperaste hasta ahora para poder venir donde mí, sabes que eso te hace ver como un patán.

—Un patán que quieres. Ven, hablemos.

Niego—No estoy de humor.

—De qué hablas, yo nunca te he tocado.

—No, no, no, eso es lo que tu crees. Dime, ¿tocar lo que es mío no es malo? —junto mis cejas.

—Ah, eres un imbécil.

—Lo dices porque no sabes que decir.

—No.

—Y te enojas ya que en tu interior te gusta que sea así, pero en tu loca mente piensas otras cosas y terminas en este estado.

Me suelto de su agarre y sonríe —Me voy, es todo lo que diré —salgo corriendo del cuarto sintiendo como mi sangre recorre mi espalda y se instala en mi cara.

¿Por qué simplemente los recuerdos vergonzosos no se borran?

Bajo a la sala y llamo la atención de todos —Nos vamos —digo y abro la puerta principal, la brisa me pega de lleno, busco las camionetas con la mirada y camino a ellas.

—Irina, ¿nos vamos ya? —Tin llega a mi lado.

—Al auto —abre su boca para replicar y abro la puerta trasera —ahora —sube e inmediatamente las chicas entran con los niños.

—Irina, Irina, ¿qué pasó? —Kurt sacude mis hombros —estás toda histérica.

—Y no es para más con lo que recordó —se cruza de brazos y camina a mi dirección —Niño, sube de copiloto —abre la puerta y jala a Kurt, lo mete al carro, toca el capo y este da marcha. Retrocedo y mi vago intento de huida se ve afectado por sus brazos —No, hoy si no te me escapas —mi cuerpo vuela por los aires y doy un grito ahogado —tenemos que hablar de una buena vez por todas —me lanza de lleno contra el asiento de copiloto de su auto y me coloca el cinturón.

—Amir… Amir… Déjame bajar, ¿a dónde me llevas?

Sube y prende el carro, —¿No es obvio? —su mirada intensa hace que mi corazón lata rápidamente —¿Crees que te voy a dejar sola en esa casa después de lo que pasó? Aquí me tienes y me vas a tener que aguantar.

—Estás loco.

—De remate por ti.

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