Capítulo cuarenta y uno
El silencio no es una de nuestras características, pero en este momento es mejor no hablar con la regañada que nos están dando.
—¿Son tontos o no piensan? Cómo se van los dos sin decir nada sabiendo que deben tener sus inyecciones al día, ¿Acaso quieren morir?
Alzo mi mano —En mi defensa, Amir tiene la culpa.
—Parte de la culpa también es tuya, Irina. Sabes perfectamente que Amir hace lo que tu dices o haces. Prácticamente saliste corriendo de la casa a saber por que, era obvio que él te iba a perseguir.
—Bueno ya, madre. No somos niños pequeños para que nos andes regañando a tu antojo —lo observo de reojo —además, tenía planeado llamarte. Todo estaba controlado.
—¿Todo estaba controlado dices?
Señalo la puerta —yo mejor me voy, este es un tema de madre e hijo.
—¡Tú te quedas! —dicen al unísono y ruedo mis ojos, me levanto de golpe y camino a la puerta.
—Los aprecio mucho, pero ya me están volviendo loca. Vine a esta casa para estar lejos de los ruidos y los ruidos vienen a mí —me encojo de hombros.
Salgo del cuarto y bajo las escaleras, escucho gritos provenientes de afuera y señalo la puerta al ver a Tin —¿Quién?
—Kurt y su mate.
Abro la puerta ligeramente y veo a un pelirrojo pegándole con todas sus fuerzas al hermano de Omar.
Con que eres tú, eh.
Me recuesto de la puerta y caigo de lleno al suelo, me levanto tan rápido como puedo y doy una apenada sonrisa ante sus miradas, los ojos grises del chico se cristalizan—¿es ella? — sale corriendo del lugar.
—TIENES UNA IDEA EQUIVOCADA —grito y corro tras él —ESPERA —vuelvo a gritar y apresura más sus pasos.
¡Ay! Como desearía tener unas piernas largas en este momento.
Siento mi corazón bombear sangre por todo mi cuerpo y mis piernas empiezan a debilitarse, Kurt pasa a mi lado con una velocidad impresionante y pongo mis manos sobre mis rodillas.
No puedo más, es mejor dejarle esto a él.
—Hasta caminando rápido te alcance —tomo bocanadas de aire y le doy una mala mirada —ven, te llevaré.
Enderezo mi espalda —Yo puedo sola —recorro con la vista toda la distancia entre Kurt y el chico —Pensándolo bien... —siento su mano chocar con mi trasero y grito —Eres un tonto, joder. Estoy mancada con las inyecciones y tu vas y me pegas. Sabes que, ya no quiero nada.
Me levanta en brazos —Tranquila, lobita —niego y me cruzo de brazos —Enojada te vez tan sexy —junto mis cejas y dejo que mi rostro se prenda de color. Sonríe —Esa era la cara que quería.
—Ya cállate y apresura el paso —cuelgo mis brazos de su cuello —vamos, ahre caballo.
Me pega a su cuerpo y puedo sentir sus manos apretándome —sabes que puedo serlo perfectamente en cualquier momento, lugar y donde tu quieras —susurra en mi oído y mi cara nuevamente parece un tomate, desvío la mirada y me baja al llegar.
Kurt voltea al chico con sus brazos y esos ojos grises, rojos de tanto botar lágrimas, me enfocan. Aplasto sus mejillas —Ese tonto detrás tuyo es hermano de mi mejor amigo, por lo tanto, es mi amigo. No sé qué pensaste, pero por tu reacción fue algo malo.
—¿Ah sí? ¿Y quién es tu mejor amigo? ¿Quién es el hermano de Kurt?
Abro y cierro mi boca.
No le puedo decir que Omar es su hermano y que es un rey demonio porque no me creería.
Piensa Irina, piensa.
La mano de Amir se desliza por mi espalda y me hago a un lado —Él es el hermano de Kurt y mi mejor amigo, te presento a Amir —sus ojos escanean a ojos azules con detalle y este me observa serio.
Si me escuchas, te prometo que luego te recompensaré.
Muerdo mis labios y él hace una seña desinteresado —¿Qué tal? Soy Amir Dha... Gettiov —le tiende su mano.
—Aparte de guapo, también tiene una voz gruesa y sexy —sacude su cabeza —¿dije eso en voz alta?
—Sí —sonrío.
El pelinegro gruñe al sentir la total atención de su chico hacia Amir y este alza una ceja —Ahora ya sabes lo que se siente —cruza sus brazos —tuviste suerte de que Irina te protegiera, porque te juro que te hubiese molido a golpes.
—No estoy entendiendo nada, ya hasta se me olvido de que estaba hablando con Getti —Amir reprime su risa y le doy un codazo —¿Quieren ir al cine conmigo?
Golpeo la mano de Kurt y este suelta al chico —Claro, yo iré, por cierto ¿cómo te llamas?
—Leonard.
Lo sujeto de su cintura por encima de su abrigo —Bueno Leonard, yo soy Irina.
—Sí, sí, ya te presentaste ahora déjame hablar con él —Kurt lo jala y lo aparta de mí.
Pero, ¿Por qué no quieres hablar con él?*
Porque es mi momento de diversión, Orain.
Pero si tu no sabes jugar, caes en sus redes tan fácilmente.*
Nadie te pregunto.
Entro al cuarto y tomo la nota que hay en la cama.
“Tengo que hacer algunas cosas, deje las inyecciones en la mesita de noche. Que no se les olvide ponérselas o ambos caerán desmayados otra vez.
La próxima es casi a media noche.
SaraP/”
Mis ojos van a la mesita a un costado de la cama y veo mi sufrimiento, suelto la nota y entro al baño, tomo una ducha rápida y salgo, camino al armario y tomo un suéter negro y un pantalón del mismo color, jalo las botas y aliso mi cabello.
—Irina, estamos listos —abre la puerta y observo de pie a cabeza su vestimenta a través del espejo.
Pareciera que ambos estuvimos de acuerdo en ponernos de negro.
—Voy—sus brazos capturan los míos y me tiende mi teléfono.
—Cárgalo siempre por cualquier cosa.
Asiento y salgo del armario, señalo la nota —tu madre dejó las inyecciones, dice que debemos colocarlas antes de media noche —muerdo mis labios y él mete sus manos a los bolsillos de su pantalón —nos esperan —rompo el incómodo silencio y salgo del cuarto, llego a las escaleras y su mano cálida toma la mía.
Bajo con él y todos los ojos en la casa se posan sobre nosotros —Parecen una pareja de esas que salen en internet.
Suelto mis dedos de los suyos y los pego en su abdomen —Como crees, Leonard. Somos los mejores amigos del mundo solo que decidimos vestirnos igual, ¿verdad mastodonte?
—¿Mastodonte? —le hago señas con la mirada y el lleva su vista al pelirrojo —sí —dice sin más.
Bajo completamente y sujeto sus manos —además, aquí entre nos —me inclino hacia su oído —a mi me gustan los chicos con el cabello blanco —lo suelto —pero esa es otra historia, ¿nos vamos? —Kurt lleva a Leonard fuera de la casa y hecho un vistazo a los demás —luego les explico—salgo y espero al dueño de la camioneta en la puerta.
—¿Así que te gustan los hombres con cabello blanco? —sus ojos escanean los míos buscando un indicio de mentira.
Me encojo de hombros —Eso es algo que nunca sabrás —camino a su auto —¿vienes?
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