El hombre que estaba en su frente alzó la taza de café hacia él, mientras terminó de acentuar una sonrisa que provocó náuseas en el cuerpo de Andrew. Por supuesto, había demostrado cierto interés por Natali, tratando de defenderla de algo que desconocía totalmente y ese hombre quiso tomarle una ventaja con sus palabras.
«Fred era un imbécil», y lo más seguro es que ahora persiguiera a esa tonta a donde fuera después de su reacción.
«¿Por qué carajos se estaba inmiscuyendo en esos asuntos?».
En silencio Andrew divisó como el médico tomó asiento revisando su celular y no olvidó que alguien lo esperaba afuera. Caminó tan rápido como pudo y al salir la encontró mirando sus zapatos mientras mordía su labio inferior.
—¿Por qué siempre estás metida en problemas? Pareces no acabar con ellos —por un momento vio algo parecido al resentimiento, pero al instante el rostro de Natali se transformó en algo natural demostrándole que sus palabras no le afectaron.
—Solo quería un café. Tú lo viste con tus propios ojos…
Andrew asintió y luego llevó sus manos a su bata.
—Ten cuidado aquí, hay gente que…
—La tendré, gracias —la sonrisa de aquella mujer le cortó las palabras, allí estaba ella de nuevo mirándolo como si todo fuese una fiesta, y de cierta forma eso le desconcertaba.
—¿Por qué motivo estás riendo ahora?, ¿te causo gracia? —ella borró su gesto para llevar una mirada seria y asustadiza.
—Lo siento, no sabía que te incomodara…
Un resoplido salió de la boca del hombre para llevar los dedos a su frente.
—Parece que debo soportarte este día… ¿Dónde está tu amigo?
Nat giró hacia todas partes alzando los hombros.
—No lo sé, imagino que en los próximos cinco minutos aparecerá, ya que se acaba nuestro descanso.
Andrew miró la hora en su reloj, le quedaba unas dos horas para terminar su turno, y luego se iría de aquí de inmediato. Necesitaba un móvil, urgentemente, y no ver a esta mujer al menos por lo que quedaba de día.
—Hay algunos pacientes que requieren unas placas y debo dar la orden, me acompañarás a todo, —comenzando a caminar se giró de nuevo hacia ella—. Y no hables…
Natali sonrió ampliamente y luego selló su boca con el dedo haciendo una especie de cerrojo.
—No hablaré querido doctor, haré lo que usted ordene.
Andrew torció los ojos para caminar rápidamente y no pasó un segundo cuando volvió a escuchar:
—Estaré detrás de usted, todo el tiempo…
Al final de unos minutos, Peter había aparecido en las revisiones que Andrew estaba haciendo junto a Natali, conociendo el lugar de los rayos x y donde se hacían las tomografías.
Ambos chicos estaban en silencio observando todos los procedimientos que el doctor White realizaba, las órdenes médicas y de cómo trataba con el paciente.
Allí Nat descubrió que Andrew era neurocirujano, y parecía que uno muy respetable en el hospital por la forma en como sus iguales y todo el personal lo trataba. También supo que dirigía el comité del hospital, y que era parte de su directiva.
Sin embargo, lo que más le sorprendió a la chica es que a pesar de que ese hombre era un amargado de mierda, tenía muy buena relación con sus pacientes. A ella le parecía que era otra persona cuando entraba en su ámbito.
—Este paciente debe ser remitido a cirugía… la programaré y pasaré todo a revisión —ella escuchó que Andrew le informó a la enfermera y después lo vio firmar encima de una tableta.
Natali se puso lo más firme que pudo cuando lo vio venir hacia ellos, prácticamente estaban terminando su jornada.
—Aquí terminamos… —él informó dando una mirada rápida hacia Peter, pero sin mirarla a ella.
—Gracias… —ambos estudiantes respondieron por lo bajo y Andrew se giró para irse.
Pero, en cuanto estaba dando los pasos para alejarse escuchó como aquel chico le sugirió a Natali.
—¿Qué te parece si te invito a almorzar y luego repasamos todo para hacer el informe que debemos enviarle a Garesche?
—¿Quieres que llamemos a Lana?
—¡Na…!
Sus pies se detuvieron, su excusa fue recordar que, ella estaba tratando de no hacerle daño a esa tal amiga, y eso fue suficiente para que Andrew se diera la vuelta.
—Natali —«¿Qué carajos estaba pasando con él? ¿Por qué le hablaba con tanta familiaridad? Ella no era nadie, al menos no para él».
Los ojos de Nat se abrieron un tanto impresionados observando en cómo Andrew la llamaba y la estaba mirando en estos instantes. En unos pasos más, él se acercó entre la duda y la confusión en qué decir.
—Lo siento… creo que no puedes irte aun…
Peter arrugó su gesto, ahora mismo estaba cayéndole ese médico como una patada en el trasero, parecía que quisiera sabotearlos todo el tiempo, y solo se relajó porque les hubiese tocado de primero en la semana.
—Doctor White… —Nat pronunció un tanto profesional.
—Garesche… —Andrew dudó pensando rápido e interrumpiéndola—. Dijo… dijo que te entregara las listas a ti…
Los chicos se miraron el uno al otro sin entender su punto, pero algo dentro de Nat le dijo que Andrew de cierta forma estaba interviniendo por lo que le había contado.
—¡Sí! —ella se exaltó haciendo que recordaba algo—. También me dijo que al finalizar fuese a su lugar para las listas… ¡Lo olvidé por completo!
Ella también ganaba, tanto para sacarse de su salida a solas con Peter, que le daría como resultado otro problema con Lana, y para pasar la mayor parte del tiempo con Andrew, su trabajo número uno.
Por un momento muy minúsculo pudo detallar una sonrisa muy pequeña casi imperceptible en el rostro de Andrew, pero de inmediato lo vio carraspear para asentir. Ninguno de los dos se movió, y a Peter no le quedó de otra que intervenir.
—Bueno… entonces —Peter se giró hacia Natali—. ¿Puedes llamarme en cuanto salgas?
—Sí, por supuesto… yo llamaré a Lana en cuanto salga y nos llegamos a tu casa.
Peter se rascó la frente.
—Lana ha estado… un poco extraña —susurró por la presencia de Andrew—. Quisiera hablar contigo de un asunto sobre el tema.
—De acuerdo —respondió Nat un poco apagada bajando los hombros.
Peter dio un paso más, tomó sus mejillas, dio un beso pequeño para despedirse de ella, y envió una mirada que dejó perpleja a Natali.
En cuanto ella lo vio desaparecer del pasillo, reprimió sus ojos y su rostro se tornó en angustia.
Andrew no supo por qué, pero sentía una satisfacción increíble en el momento, y dejándose llevar por su estupidez, puso la mano en la espalda de Natali.
—Vamos… —tanto Angie como Fred se quedaron de piedra ante su actitud, si algo no era Andrew, era atento, y jamás había dado muestras de cariño, o toques a alguna mujer dentro del hospital.
Angie siempre estuvo interesada en él, incluso salieron un par de veces, pero para ella era una regla de que jamás hablaran de relaciones personales en el trabajo ni hubiese un cruce de intensiones íntimas entre ellos. NO al menos en su área de trabajo que era tan sagrada para Andrew.
Natali asintió para caminar delante de Andrew, y juntos caminaron por el pasillo en silencio, dejando a ambos colegas observándolos hasta que desaparecieron de su vista.
En cuanto llegaron al salón privado de los médicos, que ahora estaba vacío, Nat pudo ver como Andrew recogió sus cosas mientras pensó que aquella doctora, seguro, era otra mujer de la lista de ese hombre.
—Creo que tendré más problemas aquí —informó ella en tono casual caminando por el salón, dándole tiempo a que el hombre terminara de recoger.
—No es algo raro…
—Bueno, este problema será por tu culpa…
Vio como él se detuvo para mirarla. Ya se estaba acostumbrando a esas cejas fruncidas y a esa mirada aniquiladora.
—Quiero saber…
—Bueno, esa doctora será como una piedra para mí de ahora en adelante, parece que le estoy robando a su amor platónico.
Ella vio de nuevo la sonrisa de Andrew y su pecho golpeó contra su piel. Andrew era demasiado apuesto, y no pudo evitar reprimir sus pensamientos tomando el aire.
—Creo que prefiero que no sonrías —susurró para ella misma.
—¿Qué?
—Ammm, nada, creo que debes tener cuidado, ella parece una loba hambrienta.
Andrew tomó sus cosas divertido, y luego caminó en dirección de la chica que estaba de espaldas, acercándose tanto que pudo tocar su cabello con la nariz.
—¿Por qué crees que voy a huir de una loba hambrienta, Natali?
Ella se giró de inmediato, pero Andrew no se movió de su lugar, estaba tan cerca que su olor comenzó a meterse en su piel, así que tembló completamente haciendo que su diversión se esfumara.
—Yo… no lo sé… pareces el tipo de hombre que no le gusta que lo cacen…
Andrew bufó.
—Tú debes tener cuidado, porque veo un montón de lobos hambrientos a tu alrededor… y créeme quieren devorarte también.
Ella no supo por qué, nada tenía sentido, ni tampoco era parte del plan, pero le urgía escucharlo y necesitaba saberlo…
—¿Eres… eres tú, uno de ellos? —preguntó entre tanto los ojos de Andrew cambiaron de color, incluso se oscurecieron bajando la mirada a su boca.
—No lo sé, Nat, dime tú, ¿Acaso quieres que lo sea?…
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