—Entonces doctora, Simmons, ¿Qué ve en la placa?
Nat se giró sonriendo mientras Andrew colocaba el rayo X dentro de la caja de luz, y la encendía.
«¿Estaba jodida?», no tenía duda sobre eso, pero «¿Qué podía hacer ahora cuando tenía para ella esa hermosa mirada que seguía intensa y posesiva, pero que la desarmaba completamente?»
Ya había pasado tres días de esa descontrolarle situación en el que pelearon hasta el cansancio. Tres días que para ellas habían sido un giro a su mundo completo, y en el que Andrew literalmente se había convertido en “Su nueva relación”.
Su única relación en su jodida vida.
“Bien… habrá una relación aquí… pero atente a las consecuencias… porque exigiré mucho de esto…”
Esas palabras las tenía grabadas en el alma, en la piel y en su mente… además de presenciar como ese hombre se había convertido de un maldito idiota, en un novio posesivo y controlador de su tiempo.
¿Quién lo iba a pensar?, ni siquiera había podido responder a las llamadas insistentes de Jarol, y a sus mensajes un poco oscuros.
«¡Debía hablar con Andrew!, pero ¿por dónde comenzaría? ¿Me pagaron por salir contigo?, ¿tu padre es una completa mierda al pensar que debe pagarle a alguien por salir contigo?»
Incluso le temblaba el pulso y le dolía el estómago solo de pensarlo.
—¿Nat? —le escuchó llamar mientras sacudió la cabeza para mirarlo—. ¿Qué ocurre?
Ella negó mientras se acercó a él.
—No es nada…
—No mientas… sabes que lo odio.
La sonrisa de la chica se borró entre tanto pasó un trago.
—Le escribí a mi amiga Lana… —no estaba mintiendo, había intentado comunicarse con Lana, porque hace unos días la llamó en la universidad y ella pasó de largo como si no la hubiese escuchado—. Parece que no quiere hablarme en serio.
Andrew arrugó el ceño y luego posó la mirada en su boca.
—Ella se lo pierde.
Nat asintió y luego posicionó su mirada en el rayo X mientras achicó sus ojos.
—No se ve fractura, pero puede verse una especie de hematoma, lo mejor es enviar una resonancia para descartar coágulos o una lesión mayor.
Andrew sonrió.
—No está nada mal… —dio un paso para apuntar con un dedo—. Pero, aquí hay una fisura, y el hematoma a su lado es muestra de ello. Es urgente una resonancia…
Nat alzó los hombros y luego lo miró con ternura haciendo un puchero.
—Tengo más tiempo para aprender, no vayas a apedrearme por este error.
Con su mano, Andrew acarició su rostro y luego se acercó para darle un beso intenso en los labios.
—¿Qué dices sí, llevo pizza?
«¿Llevo?», la mente de Nat gritó.
—¿Llevar? ¿A dónde? —la sonrisa de Andrew se intensificó—. A tu casa, soy tu hombre oficial, debo conocer cada rincón de donde vives…
Ella abrió los ojos pasando un trago.
—Bien… Sí, por supuesto —intentó ocultar su emoción—. Buscaré una buena película y…
—¡Andrew…!
Ambos se giraron cuando la cortina corrediza se abrió y Angie apreció al instante.
—Angie…
La mujer barrió con la mirada a Nat y luego miró a Andrew a los ojos.
—Me gustaría que vieras a una pequeña que es mi paciente, tengo algunas dudas de su diagnóstico y eres el especialista de neurología que esta de guardia.
El hombre asintió, y el silencio que persiguió hizo que la mujer se diera la vuelta.
—Bien… nos vemos en un rato —dijo Andrew y antes de que pasara de camino a la cortina, se detuvo girando su cabeza para preguntar a Natali—. ¿Con quién estás de pasantías hoy?
Ella apretó los dientes.
—El doctor Wilson… —pudo ver como su mandíbula se tensó y luego asintió para volverse hacia ella.
—No le des ni una sonrisa a ese idiota… sé cómo es, y tomará cualquier cosa de ti como un permiso…
—Bien… y… —ella lo haló—. Usted tampoco coqueteará con esa loca, ¿de acuerdo, doctor?
Un bufido en tono de risa salió de Andrew para seguir con el camino y despedirse con la mano mientras negaba con la cabeza.
Su sonrisa se amplió en cuando lo vio alejarse del cubículo mientras recostó su cuerpo a la camilla. ¿Cuánto duraría todo esto?, esperaba que mucho tiempo.
Nat estaba apagando la caja de luz y colocando todo el cubículo en orden, porque ya era su turno con Fred. Sin embargo, su teléfono vibró muchas veces, y decidió contestar antes de salir de ese cubículo.
Jarol White, su pantalla titiló.
Tomó toda la aspiración posible, y luego puso el auricular en su oreja, ya no había escapatoria.
—Señor…
—¡¿Dónde has estado todo este tiempo?! ¡Por Dios!, no eres nada eficiente… —ella soltó el aire mientras cerró los ojos mordiendo una parte de su mejilla interna.
—Yo… he estado muy ocupada, la universidad, el hospital…
—¡Basta, Natali! Solo dime cómo van las cosas, ¿Cómo ves a Andrew? ¿Crees que irá a la fiesta de su madre?
—No me ha informado de tal cosa… yo creo que…
—¡Debes obligarlo a ir! Sofía está triste hasta el cansancio y que su hijo vaya a su día especial, aliviará todo su estrés.
—Yo… trataré de convencerlo…
—Bien… ¿Natali? ¿Crees que mi hijo está contento contigo?, quiero decir, ¿has estado pendiente si ha hablado con alguien llamado, Ana?
Su garganta se comprimió mucho, la última vez que vio ese nombre, fue justamente en el móvil de Andrew, cuando no respondió esa llamada, pero ahora que lo pensaba, no sabía si él seguía insistido por saber de su vida.
Estaba preocupándose por la persona incorrecta, Angie no significaba nada para Andrew, pero no podía decir lo mismo de aquella mujer.
Apretó su teléfono y luego respondió.
—¡Oh maldita sea!, te gusta en serio…
—Sí…
—Quiero su expediente ahora mismo…
Una risa salió de él de inmediato, más por Natali que por lo que había dicho Anaelise.
—Está limpia… ella es…
—¿Es doctora también?
—Es pasante…
—¿Qué? ¿Estás acosando a una niña?
—¿Eres tú quien va a hablarme de eso? —escuchó la risa de Anaelise en el fondo.
—¿Qué te puedo decir? No dejes que se escape, jamás me habías hablado de una chica, y menos queriendo mi aprobación…
—¿Tu aprobación?
—Te conozco, estás asustado ahora, por eso estás llamándome, quieres, pero no quieres, y te lo digo Andrew, no seas un tonto, si ella te gusta hasta el punto de llamarme para esto, es por qué realmente te ha cautivado.
Él no supo por qué, pero ahora se sentía liviano y la mujer que estaba detrás del teléfono no estaba siendo síntoma de amargura.
«¿Qué pasaría si tuviese que elegir ahora mismo a una de ellas dos?», por un momento se identificó con Ana en un pasado, y ahora podía entenderla mejor. No podía decir que ahora Anaelise no le importaba, siempre iba a amarla, ella había sido todo lo nuevo en su vida, y lo imposible que nunca llegó a cumplir, pero por una situación extraña, Natali parecía hacerle vibrar las entrañas de una forma que no experimentó antes.
—De acuerdo… —respondió Andrew—. La secuestraré y la llevaré a un calabozo para que no me deje nunca… y así no sufrir de nuevo otra ruptura.
Lo había hecho apropósito, pero fue muy necesario para drenar. Quería levantarse de este sillón sin ninguna carga, y besar a esa chica sin nada en su mente.
Un silencio se prolongó en la llamada sabiendo que Ana estaba entendiendo su indirecta a la perfección.
—Has eso… no hay nada malo en que la secuestres y que la tengas cautiva solo para ti… lo mereces —su sonrisa se ensanchó al escuchar a Anaelise—. Y debo decirte que ella ni siquiera se imagina lo afortunada que es… sé que ahora eres un ogro y será muy difícil ver tu belleza entre ese caparazón negro que traes ahora, pero si aun así está contigo, es porque le importas a ella también…
—Estás loca… he cambiado.
—Y me alegra…
—Bueno, doctora, saludos a tu marido imposible, y… gracias…
Otra risa se escuchó antes de que Ana se despidiera.
—Que tengas… una muy buena noche…
Andrew colgó sin poder evitar la sonrisa que se pintó en su cara, giró en dirección de los paquetes de comida, y luego negó.
Ana tenía razón, Natali lo había querido como un completo idiota, y también tenía razón en que está, sería una buena noche para los dos.
Ahora mismo, saliendo de su auto, iba a ese apartamento para reclamar a Natali como suya completamente, en todas sus facetas.
Y ya su cuerpo lo había entendido desde el momento en que lo pensó…
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