El precio de tu Amor romance Capítulo 31

Un largo silencio se instaló en el ambiente, entre tanto Natali titubeó observando esos ojos que esperaban una respuesta.

Pasó un trago, esta vez debía ser valiente porque, aunque nunca había mentido acerca de los sentimientos que tenía para con Andrew, era evidente que su relación comenzó con un trato que él ignoraba.

Colocando la mano en su mejilla, le dio una mirada seria mientras separó su boca para hablar.

—Andy… mírame… —él asintió con la cabeza—. Cuando te digo que estoy enamorada de ti, ¿qué puedes ver en mis ojos y en mis expresiones?

Andrew arrugó el ceño mientras negó.

—Esto no es lo que te pedí confesar, Nat…

—Dime… —ella lo interrumpió—. Dime si puedes ver verdad en mí, dime si piensas que estoy aquí porque no tengo otra cosa que hacer o porque quiero engañarte…

—Me cuesta confiar, Natali… sé que eres sincera ahora, solo que…

—Te juro que jamás te lastimaría, no yo, Andrew, por favor créeme cuando te digo que… no lo haría… —sus ojos se nublaron y al instante Andrew tomó su cuerpo y lo alzó para colocarlo encima de él.

—Basta… es suficiente, no hablaremos del tema entonces.

—No, no, no, sí hablaremos del tema —ella se ajustó sentándose encima de él entre tanto su cuerpo se estremeció por la posición.

—Te creo… —dijo él acercando el rostro a sus labios—. Me es suficiente al decirme que no lo harás… y yo te prometo Nat que…

Ambos estaban agitados, pero el sonido de un móvil hizo que sus cuerpos se despegaran por la alerta.

El timbre era del móvil de Nat, y retumbaba por toda la parte de debajo de la casa.

—Es mi teléfono…

Andrew se bajó de la cama totalmente desnudo y caminó saliendo de la habitación mientras Nat abría los ojos impactada. En unos minutos Andrew regresó, pero esta vez su móvil ya no sonaba.

—La llamada se cayó, no pude contestar… dice “trabajo”

El corazón de Natali comenzó a galopar fuertemente e incluso sintió un mareo ante su miedo.

—Ammm, si… quizás…

—¿Tienes un trabajo? ¿Dónde trabajas? —Andrew se sentó nuevamente en la cama y luego le pasó su móvil sin quitarle la mirada.

Nat asintió tomando el teléfono de forma segura intentando ocultar su temblor.

¿Qué podía decirle?

—Yo hago algunos turnos en un restaurante… ellos han arreglado mis horarios y… —vio como el ceño de Andrew se profundizó totalmente confundido, estaba utilizando la idea de decirle que trabajaba aún con Shan.

—No te he visto ir al trabajo… no sabía que tenías uno.

Ella apretó los dientes con la boca cerrada mientras una mezcla de emociones la invadieron.

—Tengo que hacerlo, pago un pequeño apartamento y… mi universidad.

—¿En qué momento haces todo eso…? Debes estar agotada, la universidad es costosa y…

Nat rio con un poco de burla haciendo que Andrew se detuviera.

—No todos tienen tus oportunidades, Andrew, he sacado esta carrera con mis uñas y sin el apoyo de nadie. Mi familia… —ella sonrió mirando hacia otra parte mientras negó—. Ellos no entienden sobre metas, y si fuera por ellos…

El brazo de Andrew la atajó hasta acercarla nuevamente a él.

—No tienes que trabajar más en ese lugar, si vuelven a llamarte cancela eso. Te dedicarás a la universidad, y con respecto a los gastos…

Nat quitó su mano de inmediato e intervino.

—No… —Andrew solo apretó la mandíbula—. No estoy contigo para que me mantengas, esta relación no es así…

—Nunca he dicho algo como eso…

—No importa, no dejaré de trabajar, porque además… a veces ayudo a mi madre y… —otro tono de llamada interrumpió sus palabras y su corazón se detuvo de nuevo.

Si Andrew escuchaba la voz de su padre lo reconocería, y aunque bajarle volumen al aparato resultaba ser algo fácil, ahora ni siquiera estaba segura de que podía hacerlo sin dejar de temblar.

Sin embargo, cuando giró su teléfono, el número de Evelyn titilaba, y aunque no era una mejor noticia, pudo soltar el aire de su cuerpo.

—Evelyn… —respondió dejando la mirada en Andrew mientras lo vio tomar su computadora portátil y abrirla en sus piernas.

—Soy Grace… Nat, ¿puedo hablar contigo? —la extrañeza de su voz hizo que se girara para preguntarle.

—¿Está todo bien?

—¿Cómo lo estaría?, no tenemos dinero, y a tu hermana no le han pagado. Tu padre no consigue trabajo desde hace semanas y, las cosas se han puesto complicadas aquí…

Nat recordó que hace unos días había un depósito de White en su cuenta, aunque ella no le había pedido nada durante un tiempo, él seguía pagando su universidad y haciéndole depósitos a su cuenta sin preguntarle.

Resopló cerrando los ojos sintiéndose una miserable y luego apretó su móvil contra su oreja.

—Puedo depositarte algo…

—No… —escuchó a su madre agitada, como si hubiese bajado la voz—. Le pedí esta llamada a Evelyn, pero ahora estoy en el baño. Charles va a gastar el dinero, si lo depositas a la cuenta de tu hermana…

—Lo entiendo, entonces, ¿Qué podemos hacer?

—Yo, yo… puedo ir a donde vives, iré sola, te lo aseguro. Es mejor que me des el efectivo.

Natali giró en dirección de Andrew, pero él estaba tecleando en su portátil sin hacer caso a su conversación.

—Está bien… ¿Cuándo puedes ir?

—El domingo por la mañana…

—Bien… ¿Tienes dónde anotar la dirección?

—Sí… dame un momento…

Natali repitió la dirección lentamente, y solo en ese momento vio que los ojos de Andrew se detuvieron en ella cerrando la laptop y colocándola en la mesilla cerca de la cama.

Andrew tomó sus caderas y se unió a ella con toda la intensidad que pudo, y sin poder resistirse tomo su vientre con una mano para que el choque de su sexo contra el de ella, se hiciera más profundo.

Tomaba su cuello, lo besaba con desesperación, mientras Nata abrazaba su brazo y se dejaba llevar por su dominio y posesión.

La posición que tenían era tan adictiva que ambos se entregaron a darse el placer en sus movimientos y en la fuerza que ejercían sus cuerpos.

Antes de Nat perdiera la noción de todo, Andrew la giró enredando sus piernas en él, y abrazando su cuerpo como si fuese una necesidad tomarlo con posesión para poder drenar y explotar toda su fuerza en ella.

Lo único que él sabía ahora, es que cada vez que estaba con Natali íntimamente, las cosas se hacían superiores.

Tomando el rostro de Nat, gimió comprimiendo su boca en ella y deteniendo su ritmo lentamente.

—Me olvidaré de la vida si tengo esto siempre… —susurró en contra del oído de la chica mientras ella sonrió y abrazó su cuerpo dejando que sus ojos se cerraran, y su cuerpo volviera a la normalidad.

Después de una hora, estaban entrando al automóvil de Andrew mientras él colocaba algunas maletas pequeñas en la parte trasera.

Una media hora después de que tomaron un baño y que Nat se pusiera una sudadera larga y una camiseta de Andrew, tocaron la puerta de esa casa, recibiendo unos tenis nuevos para ella que hizo que su vestimenta se completara.

Tuvo que ajustarse el cordón de la sudadera a su cintura, porque la ropa era muy grande para ella, pero en lo que menos quería pensar ahora, era en su apariencia.

Se sentía la más hermosa con una camiseta negra de Andrew, y con una chaqueta para el frío lo suficientemente cómoda como para quejarse de alguna cosa, y en cuanto él le sonrió, asintió para que arrancaran rumbo a su destino.

Sin embargo, los planes que tenía en su cabeza, no eran nada parecidos a los que Andrew había planificado, porque su ceño se profundizó al ver que estaban estacionando dentro de un helipuerto.

—¿Lista? —Andrew recogió su cabello que el viento alborotaba y lo llevó detrás de su oreja.

—Iremos… ¿Iremos en un helicóptero? —él mostró su sonrisa perfecta y asintió.

—Eso haremos…

Su estómago sintió un bajonazo fuerte entre tanto lo miró aterrada.

—Nunca he montado en uno… ni siquiera sé si pueda hacer esto…

—Pues… —tomando su mano, Andrew la besó—. Lo harás conmigo, y espero que todas tus primeras veces a partir de ahora, sean solo conmigo…

Su cuerpo se estremeció entero y esta vez no fue por lo sexual, o por la sensación de excitación en su vientre. El sentimiento que la dominaba era completamente diferente, sabiendo que, si algo pasaba separándola de Andrew, iba a ser imposible que pudiera sacarlo de su existencia.

Este tiempo la estaba marcando, el hombre que la miraba con posesividad e intensidad, la estaba marcando, así que Natali supo que su vida nunca más sería la misma, así respirara lejos o cerca de él, ya que Andrew estaba incrustado en su piel, en su corazón y en su misma alma.

Ambos caminaron mientras escuchó como él saludaba a algunos hombres y ellos le indicaban la ruta en un mapa. En silencio, Natali evidenció como otra persona sacó sus maletas y están subiéndolas a un helicóptero de color verde que le avisó a su estómago revolverse ante la emoción.

—Bien, amor… es hora —su cabeza se giró impactada por las palabras que él usó para con ella, pero esa sonrisa devastadora no le dejaba más que asentir y corresponder a su gesto sincero.

—Entonces… ¿Gunnison, no es así? —preguntó como escudo para amortiguar sus nervios, y vio como Andrew asintió mientras le colocaba todo el equipo de audífonos en el asiento, y ajustaba su cinturón.

—Sí… estaremos en la cima de una montaña cubierta de nieve, en una casa que reservé para nosotros solos donde terminaré de convencerte que no puedes irte lejos de mí… así que no puedes estar cansada, porque creo que me volví muy exigente…

Hubo un sonido, pero Natali supo que había sido un aliento incrédulo que había salido desde lo más oculto de su sistema, porque lo que no sabía Andrew, es que ella no se podía ir de su lado, pasara lo que pasara…

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