El camino fue silencioso, largamente callado, pero allí estaba la mano de Andrew sobre la de Natali, como si tuviese miedo de que ella se fuera lejos de él.
Solo la observó de vez en cuando, a la vez que, con la otra mano, conducía su automóvil rumbo a casa… a ese lugar que había sido su refugio durante tantos años, y que de alguna forma utilizaba como escudo para con las demás personas.
—Tenemos suerte de que es fin de semana, y… que no debemos ir al hospital por el arreglo de turnos que hice… —la cabeza de Natali se giró enviándole una sonrisa y a la vez apretando su mano contra él.
No sabía en qué estaba pensando ella, tenía un rato con la mirada perdida, pero ver esos hermosos hinchados le hacían experimentar un dolor agudo en el pecho que quería desaparecer.
—No quiero que llores nunca más, Nat… no me gusta ver lágrimas en tu rostro —ella negó con la cabeza tratando de decirle que nada le pasaba, pero sus ojos le manifestaban otra cosa, es como, si le estuviera suplicando por algo.
Sin embargo, el único que debía de pedirle a gritos que se quedara, a pesar de todo, era justamente él.
—Yo… solo son cosas del momento… y con respecto al fin de semana, creo que ambos lo necesitamos.
Andrew asintió colocando los ojos nuevamente en la carretera.
Ambos decidieron permanecer pensativos hasta cuando estuvieron estacionados en la enorme casa, que esta vez, Natali si detalló con precisión.
Era una casa moderna, y decía “casa” por tener que darle un nombre. Su arquitectura era minimalista, pero bastante fresca.
Las puertas de madera eran enormes, y sus ventanas solo le daban ese carácter amplio a toda la construcción. Los espacios, todos eran abiertos y se dividían por muebles, adornos, y separadores que la hacían lucir grandiosa.
Ella se detuvo en cuanto escuchó la puerta cerrarse y con ambas manos se frotó los brazos.
—Tu casa es… muy…
Su frase fue interrumpida cuando todo su cuerpo fue invadido por los brazos de Andrew. De un momento a otro se vio pegada a esa enorme puerta de madera, y sin tener tiempo, fue abordada por los labios hambrientos que Andrew le estaba proporcionando.
Toda esa conglomeración que estaba en su pecho; la preocupación, la incertidumbre y el miedo, cayeron a sus pies en el momento en que la agitación de Andrew llegó a sus sentidos y se esforzó por abrir los ojos mientras la besaba porque quería comprobar su expresión.
Sus ojos cerrados, su ceño fruncido, y sobre todo el tono de deseo y de entrega, hicieron que sus hombros se relajaran y su corazón se acelerara. Andrew no estaba forzando las cosas aquí, y en este momento su boca, su atención y su cuerpo, eran completamente suyos.
Sus cuerpos agitados solo respondían a la agonía, quizás la adrenalina era más intensa que la de hace unas horas atrás, pero esto estaba siendo el resultado de todas las situaciones juntas que ya no aguantaban otro golpe más.
Natali se dejó llevar por el deseo y sobre todo por el amor que había desarrollado para con él, llevó sus manos a su cuerpo y torpemente comenzó a sacar la camisa de su torso.
Por un instante, Andrew se detuvo sacándose la ropa por encima de sus brazos, y en cuanto sus ojos se encontraron, juntó su nariz a la de ella sin cerrar los ojos.
—Eres tan hermosa…
La sonrisa de Natali se amplió.
—Y tú… eres el hombre más maravilloso de todos, Andy… yo… —los dedos de Andrew recorrieron su boca mientras su otra mano la alzaba para mantenerla encima de su torso.
—¿Tú qué? ¡Dime! —le exigió entre tanto mordió su cuello y succionó su piel duramente.
La respiración de Nat era entre cortada, su sistema ya había dejado de ser coherente desde hace rato porque cuando estaba en estos brazos, ella simplemente se sentía invencible. Como si nada pudiera romperla, como si nadie pudiera alcanzarla, como si estar en ellos le proporcionaban esa seguridad que ella jamás tuvo en su vida.
Haciendo caso omiso, ella arredró sus piernas en Andrew sintiendo como su espalda era aplastada por su bello cuerpo, y como de vez en cuanto toda la anatomía del hombre empujaba rudamente en la suya.
Estaba volviéndola loca, y aún no se habían terminado de desvestir…
Mordiendo la clavícula de Andrew sacó un gruñido de su boca haciendo que se apartara un poco. Pero a diferencia de lo que pensó, Andrew solo rompió su panti para no tener que bajarla de su torso, y como pudo terminó de bajar sus propios pantalones hasta las rodillas, entrando en su intimidad como nunca antes lo hizo.
Su gemido fue un eco en ese espacio abierto, incluso escucharlo, más que vergüenza generó un golpe de éxtasis en su vientre que fue recargado con los labios de Andrew mordiendo los suyos.
—¡Dime! —le exigió con una embestida que hizo que otra descarga de su boca saliera de forma inconsciente.
Sus ojos fueron directamente a los de él para detallar el destello oscuro que lo dominaba. Andrew besaba sus labios con hambre. Succionaba su cuerpo y apretada todo su anatomía con sus manos habilidosas.
Estaba llevándola a otro nivel estaba vez, de alguna forma, le estaba haciendo saber con su cuerpo que él también estaba en otra dimensión con ella, y que esto, y este momento, solo era de ellos dos. Y les pertenecía solo a ellos.
—¡Nat! —el rugido de Andrew sonó ahogado y sus embestidas comenzaron a ser muy rápidas mientras a ella solo le quedó abrazar su cuerpo sosteniéndose y amortiguando al mismo tiempo, la impresión que estaba recibiendo su pecho y la intensidad que estaba sintiendo, era totalmente extremo.
Así que acercó su boca al oído de Andrew antes de terminar por perder el control.
—Te amo, Andy… yo, estoy enamorada de ti… —su cuerpo se detuvo, las embestidas, los toques, y toda aquella fuerza que Andrew estaba ejerciendo sobre ella, desaparecieron, lo único que se pudo escuchar, fue esa respiración constante y su espalda que se movía por la agitación.
Nat apretó los ojos, su cuerpo aún vibraba, estaba excitaba hasta la médula, pero sabía que había cometido un error al confesar tal cosa en un momento como este, y a un hombre que ya tenía el corazón en otra mujer.
Lentamente su cuerpo fue despegado de su piel favorita, pero sin quitar la unión intima que aún mantenía la adrenalina estallando en sus pulsaciones.
Andrew la observó detenidamente a los ojos con notable impresión en los suyos.
Las palabras solo le creaban una sensación que jamás había sentido antes. Era como agonizar y al mismo tiempo gritar de felicidad. No podía comprender muy bien la situación, pero, no podía vivir sin eso, aunque nunca lo tuvo.
Natali era suya, y jamás iba a permitir que se fuera de su lado.
Pero entonces, «¿qué era realmente lo que sentía por ella?», porque lo que sentía por Ana, no era parecido a esto…
Su relación con Natali era diferente, de cierta forma era como una necesidad estar a su lado, besarla, tocarla, se sentía seguro estando con ella, como si ello lo hiciera muy poderoso como si…
No sentía eso por Ana… entonces, ¿qué sentía por Nat?
Sus ojos se volvieron a ella detallando su hermoso rostro. Sabía que Xavier era el marido de Anaelise, pero eso lo dejó de molestar desde hace mucho, ahora, viendo a Natali… un bufido salió de su boca de solo pensar que alguien tocara una parte de ella. Nadie podía hacerlo, nunca permitiría tal cosa.
Natali, era parte de él, le… pertenecía.
De un momento a otro, la vio parpadear lentamente para finalmente mostrarle esa mirada cautivadora que le cortaba el aliento desde el primer día. Tomó un fuerte suspiro y al botar el aire, allí estaba de nuevo esa punzada de agonía que inundaba su pecho.
Era adicto a ella, podía quedarse horas mirándola y no se cansaba, y Natali no podía saber eso. Si ella sabía que se había vuelto una necesidad en su vida, lo iba a lastimar, iba a negarle de lo que ahora se había vuelto indispensable en su vida, y tal vez… lo aniquilaría.
No podía sobrevivir a esto, y no… ella no sabría de su poder sobre él hasta que se asegurara de que se quedaría para siempre con él.
Sus expresiones se volvieron duras de un momento a otro y fue notable como Nat pasó de una sonrisa, a un rostro confundido.
—¿Qué ocurre? —ella preguntó y Andrew negó tomando su boca en sus dedos.
—Prométeme algo, ahora mismo —le exigió mientras Natali tomó su mano en forma de caricia asintiendo con la cabeza—. No me lastimes Nat, confió en ti, plenamente. Prométeme que no lo harás, y que siempre serás mía… ¡Prométemelo!
—Andy… —la voz de Nat tembló un poco asustada por su conducta, pero de inmediato fue interrumpida.
—¡No…! Dímelo, prométeme que nunca dejarás que nadie te toque, que me pertenecerás siempre, que, no vas a lastimarme… y te juro Natali que siempre me tendrás, porque por más que quiera hacerlo, no quiero mirar a otra mujer, solo a ti…
—¿Qué? —la pregunta de la chica sonó más como un susurró incrédulo, y tomando su cuerpo para juntarlo a él, acortando la poca distancia que quedaba, soltó su boca, solo para tomar su nuca.
—¡Promételo! Y no creeré otra cosa… porque mi vida se unirá a la tuya para siempre…
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