El hombre sentado frente a él lo observaba como si no pudiese comprenderlo, y quizás así fuese, no estaba acostumbrado a trabajar bajo impulsos, él era un hombre de estratégia, con anterioridad, cuándo se dejó llevar por los impulsos, todo había salido mal, ahora estaba decidido a hacer las cosas a su manera. Odiaba el olor de la sangre y lo que más deseaba, era poder evitarla.
—¿Está seguro de que desea esperar, señor?
—Estoy seguro— respondió el hombre de forma firme.
—¿No cree que ya ha esperado demasiado?— insistió.
—Así parece, sin embargo me caracterizo por saber esperar mi momento. Mikhail Volkov, la última vez me envió ese. . . desagradable regalo; un cofre lleno de sangrientas cabezas, seguramente estará creyendo que logró intimidarme y que he decidido desistir, pero está muy equivocado— sonrió— sin embargo, es muy bueno para mí que crea eso y baje la guardia, solo le estoy dando un tiempo de paz para que se confíe y cuando menos se lo espere, le echaré mano a lo que tanto cuida— una siniestra sonrisa se dibujó en su rostro.
—¿Su mujer?— preguntó el otro, sonriendo ampliamente.
—Su mujer— confirmó— pienso darle en su punto más débil para cobrarme todas las que me ha hecho y ese es obviamente su mujer, voy a vengarme, voy a herir su orgullo.— No soy poderoso, ni influyente como él, pero sé hacer las cosas y la paciencia es una de mis virtudes, aunque no lo parezca. ¿Has preparado el lugar tal como te indiqué?— quiso saber.
—Está casi listo, señor, solo hace falta un par de ajustes y quedará perfecto.
—Así me gusta— sonrió malicioso— ella ni siquiera se imagina todo el trabajo que me estoy dando en preparar un lugar digno de ella. Su tiempo a mi lado será épico.
—La droga asiática llegará en unos días, señor— le dijo satisfecho de cumplir con las tareas que su jefe le indicaba.
—Perfecto. . . Ésto es algo que voy a disfrutar mucho— la ámplia sonrisa iluminó su rostro.
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Esteban giró sobre la cama con la finalidad de cambiar de posición su dolorido cuerpo, su espalda quedó sobre la suave cama, sus ojos fijos en el techo.
—¿Cuándo demonios desaparecerá está sensación?— dijo frustrado sentándose en la cama, extendió la mano tomando un vestido de Olivia, era una hermosa prenda roja, de esas que tanto le gustaban, exquisita y elegante, sobre ella se había visto preciosa realzando su hermoso cuerpo. Comenzaba a pensar que ahora realmente era un muerto en vida, ya no tenía lágrimas, volvió a la etapa en la que no podía llorar, sus ojos se habían secado, así como la poca alma que tenía, solo podía sentir pena y dolor, la barba en su rostro le causó escozor, había crecido mucho, y el mismo daba la impresión de estar echado al abandono. No podía seguir así, debía levantarse, debía recuperar las fuerzas y retomar sus negocios con ánimo. Quedarse en aquella habitación hasta consumirse no mantendría sus negocios a flote. . . y tampoco le devolvería la vida a Olivia.
Suspiró.
Debía hacer un viaje urgente a Italia, asegurarse de que su mercancía allí se manejaba bien, desde que había perdido a Jarvis, tomó la decisión de encargarse de esos asuntos directamente, ya no podía confiar en nadie, Jarvis le demostró que ese era un grave error. Sus viajes a su país natal se habían vuelto muy frecuentes pero. . . desde que viajó para dar fin a la vida de esos traidores, no había tenido ánimos de nada.
Había llegado el momento de apartar el dolor y seguir con su vida, debía matar ese sentimientos en él, tal y como había matado todo lo que podía haber sentido en el pasado.
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—¿Tampoco saldrá hoy?— preguntó Alonso, observando fijamente a su compañero— Está siendo muy aburrido estar en la mansión sin ir a ningún otro sitio.
—Deberíamos acostumbrarnos, comienzo a pensar que esta especie de luto, durará mucho tiempo— respondió el hombre.
—Lo extraño. . . sabía que terminaría matándolo, de hecho, temí que llegara el día y tener que ser yo quién tirara del gatillo— suspiró pesadamente, Bernardo lo miró con intensidad, recordando la sorpresa en los ojos de Jarvis cuándo le disparó.
—Afortunadamente para tí, no fue así, la sangre de ellos no pesa en tus manos—Alonso reconoció la margarita y el remordimiento en su voz, no quiso seguir por ese camino.
—¿Crees que el jefe se este alimentando bien?
—No, ha comido muy poco estos días. ¿Sabes algo?, antes, cuando la señora estaba en casa, podías ver un destello de luz en esos ojos, aún siendo completamente él, el jefe parecía. . . capaz de experimentar algo bueno para él.
—¿Era?, ¿Ya no?— Alonso lo miró confundido.
—Mi madre tiene tres hijo, seguramente conoce bien los orgasmos y sus beneficios.
—Por eso mismo— se alejó de él, mirándolo fijamente para luego golpear juguetonamente sus inquietas manos— detente Mikhail, guarda ese ánimo para cuando volvamos a casa, porque cuando regresemos, espero pasar el resto del día haciéndote el amor— le besó ligeramente los labios.
—Vamos, Violeta, cariño. . .
—Pronto llegaremos. . . manos quietas Mikhail— volvió a palmearlo y reír— Annika Volkova, nos espera.
—Quiero que sepas que estás en deuda conmigo, Violeta— la miró con la pasión ardiendo en sus ojos, con todo ese deseo oprimido y queriendo ser liberado— y está noche pienso cobrarte.
—Espero que esa sea una promesa— sonrió con picardía acariciando su pecho.
—Lo es, y pienso demostrarte que soy un hombre de palabra.
—Estoy ansiosa por volver a casa— susurró contra su oreja, antes de sacar la lengua y lamer despacio para luego alejarse y sonreír, Mikhail también sonrió, lo hizo con picardía y autosuficiencia pensando en todo el placer que obtendrían al culminar el día.
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QUERIDO LECTOR, RECUERDA DEJAR TU RESEÑA, ME ENCANTA SABER SU OPINIÓN SOBRE LA HISTORIA.
LES DEJO UN ABRAZO, CON CARIÑO
J
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